Controversia literaria

¿Qué versión de Roald Dahl prefieres?

Penguin Random House anuncia que además de las polémicas ediciones revisadas de los libros del autor también publicará los textos originales alejados de la correcion política

Roald Dahl, Host Of "Way Out" Roald Dahl answers a telephone while filming an episode of the science fiction show "Way Out" in Central Park, New York, March 25, 1961. (Photo by CBS Photo Archive/Getty Images)

Roald Dahl, Host Of "Way Out" Roald Dahl answers a telephone while filming an episode of the science fiction show "Way Out" in Central Park, New York, March 25, 1961. (Photo by CBS Photo Archive/Getty Images) / CBS Photo Archive/Getty Images

Elena Hevia

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En las librerías británicas los fans de los libros infantiles de Roald Dahl (Llandaff, 1916) podrán elegir finalmente entre la recientemente anunciada versión espurgada, limpia de incorrecciones políticas y, otra, la de siempre, ácida, afilada, gamberra y poco edificante, puro Dahl, tal y como la concibió el autor que llegó a escribir un libro de cuentos dirigido a los “niños perversos”. Ante el rechazo generalizado que ha despertado en el mundo de la cultura, tanto en Gran Bretaña como en todo el mundo, la noticia de la reescritura de las novelas y cuentos de Roald Dahl destinados a los niños con el fin de adaptarlos a un lenguaje políticamente correcto e inclusivo, el veterano sello británico Puffin, división infantil de Penguin Random House, que publica al autor desde hace 40 años, ha decidido tomar una decisión salomónica para contentar a unos y a otros.

El prestigioso grupo mantendrá el acuerdo con la Roald Dahl Company que gestiona los derechos de autor del padre de ‘Matilda’ y presentará a finales de año los 17 títulos que compondrán la renovada y retocada colección Clásica Roald Dahl pero, ante el clamor general por parte de escritores, periodistas, políticos y público en general se ha visto obligado a echar el freno y colocar en el sello Penguin, el tradicionalmente destinado a los lectores adultos, las versiones originales del popular escritor británico de origen noruego. Muchos han querido ver una vinculación entre esta decisión y la reciente compra de la Roald Dahl Company por parte de Netflix, como una forma de ampliar el espectro comercial de estos libros, aunque Puffin anunció que la reescritura, que en un libro como ‘Las brujas’ implica casi 60 enmiendas, se abordó mucho antes de la compra. Se sabe que entre los proyectos de la plataforma está la adaptación que Wes Anderson hará de ‘La maravillosa historia de Henry Sugar’.

De Conrad a Austen

En las nuevas versiones, al compañero del niño protagonista de ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ no se le llama ‘gordo’, las brujas ocultan sus maléficas intenciones como científicas o empresarias en lugar de los originales oficios de mecanógrafas o cajeras de supermercado y a las ‘criadas’ se las llama ‘limpiadoras’. Matilda, además, deja de leer a Joseph Conrad para pasar a Jane Austen. “Reconocemos la importancia de mantener impresos los textos clásicos de Dahl. Al hacer que las versiones de Puffin y Penguin estén disponibles, estamos ofreciendo a los lectores la opción de decidir cómo experimentar las historias mágicas y maravillosas de Dahl”, dice la nota conciliadora de la editorial que ha justificado su adaptación, que algunos tildarán de censora y ellos califican de “ejercicio de responsabilidad”, como una “forma de cuidar la imaginación y las mentes en desarrollo de los lectores jóvenes que leerán estos libros de forma autónoma”. Además, anuncian, las ediciones originales incluirán también material de archivo relevante para cada una de las historias.

Matilda

Una ilustración de Quentin Blake, habitual de Roald Dahl, de 'Matilda'. / Penguin Random House

El rechazo a la decisión de Penguin, que en España ha sido un clamor y ha hecho que Alfaguara y Santillana, editoras del autor, hayan anunciado que no cambiarán una coma escrita por Dahl, ha llegado hasta las más altas esferas en Gran Bretaña. El primer ministro Rishi Sunak describió la decisión como “un ataque a la libertad de expresión” y una ‘royal’ habitualmente tan discreta como la reina regente, Camila, en un acto oficial que conmemoraba el segundo aniversario de su club de lectura instó a los autores a “mantenerse fieles a su vocación, sin obstáculos por parte de aquellos que deseen restringir su libertad de expresión”. Estas palabras junto a una sonrisa burlona y la expresión “ya está dicho”, ha hecho que muchos hayan interpretado estas palabras como un posicionamiento frente al caso Dahl.

No era un ángel

Más concretos fueron los escritores. Como Phillip Pullman, el autor de ‘La materia oscura’ que duda de la efectividad de la relectura porque los libros antiguos permanecerán en las bibliotecas públicas y privadas e ironiza con la posibilidad de tachar –no se atreve a decir quemar- los originales. También Salman Rushdie ha aportado su granito de arena al conflicto en su regreso a Twitter tras el atentado que sufrió el pasdo verano: “Roald Dahl no era un ángel, pero esto es una censura absurda”.

ilustración 'Las brujas'

Ilustracion de Quentin Blake para 'Las brujas', de Roald Dahl. / Penguin Random House

Lo de que Dahl no era un ángel merece precisión, pese a que se ha mantenido en las librerías durante décadas. El pliego de ofensas es largo.  El autor, por ejemplo, se ha llevado históricamente las críticas de los colectivos feministas, muy especialmente por su libro ‘Las brujas’, en el que se ha querido percibir una cierta misoginia, olvidando quizá que él es también el padre de ‘Matilda’, la niña que se construye a sí misma a golpe de lecturas (aunque estas no incluyeran originalmente a Jane Austen). Mucho más controvertido fue el antisemitismo del autor que durante años él tradujo como una oposición política a Israel. Sin embargo, las declaraciones que hizo al ‘New Statesman’ en los 80 no dejan lugar a dudas: “Hay un rasgo en el carácter judío que provoca animosidad, tal vez sea una falta de generosidad hacia los no judíos” y remachó: “Incluso un apestoso como Hitler no los molestó sin razón”. Por esas palabras, su familia pidió públicamente perdón recientemente. Fallecido en 1990, aislado del mundo en su residencia de Gipsy House en Oxford –hoy lugar de peregrinación de sus fans- donde amplió su misoginia a la misantropía más absoluta, dejó una trayectoria vital compleja no exenta de contradicciones.

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