Crítica de música

Sílvia Comes, un canto sin frivolidades en Barnasants

La cantautora de El Prat destapó el cancionero de su nuevo álbum, ‘Felícia’, consagrado a la obra poética de Felícia Fuster, en un sólido recital en Luz de Gas

Sílvia Comes, en concierto en Barnasants.

Sílvia Comes, en concierto en Barnasants. / Ferran Sendra

Jordi Bianciotto

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La discusión sobre qué es un cantautor y cuál es su vigencia actual desprende flecos bizantinos, pero lo cierto es que hay un caudal de voces que se sienten herederas de esa figura y de cierto imaginario asociado al verbo alzado y a la sutileza poética. Ahí está Sílvia Comes, una creadora a la que, por generación, le tocó operar un poco a contracorriente, y que sigue sirviendo a una idea de canción refinada, ajena a estridencias instrumentales y presta a la intimidad lírica.

Comes se dio a conocer en los 90, girando con Lluís Llach y aliándose luego con Lídia Pujol, tándem al que siguió una andadura en solitario que, tras ‘Faro’ (2007), su estreno, se ha decantado por la adaptación de las poetas: Gloria Fuertes, nueve años atrás (‘Fuertes’), y ahora, Felícia Fuster en el flamante ‘Felícia’ que presentó este jueves en Luz de Gas (Barnasants). Un cancionero que comenzó a destapar en un espectáculo conmemorativo del centenario de esta autora barcelonesa (1921-2012), afincada en París y fascinada por la cultura japonesa.

Recuerdo para Maria Mercè Marçal

A ’Felícia’ dedicó Comes por completo el recital, recorriendo sus diez canciones y repitiendo al final tres de ellas, temario complementado con el recitado de poemas y haikus. Versos todos ellos que desvelaron cavilaciones lúcidas, reflexiones en torno a la soledad y bálsamos para el alma en un lenguaje vanguardista que en su día tuvo entre sus grandes valedoras a Maria Mercè Marçal, escritora cuya temprana muerte inspiró uno de estos textos.

En este repertorio expresó Sílvia Comes un dominio en el arte de la adaptación poética casando inflexiones, imprimiendo acentos de luz aquí y allá, resaltando imágenes y llevando las estrofas, quizá, a puertos que su autora no habría podido imaginar. Canciones en la que combinó su guitarra clásica troncal con la impronta dinámica, propia de un alambicado pop adulto, del trío de bajo, batería y la fina y aventurada guitarra eléctrica de Santi Careta.

Voz clara y vigorosa, la suya, sin afectaciones ni postureos, natural y pulcra, a corazón abierto desde el quiebro emotivo de ‘No em despulleu’ y a través de ese ‘Qui’ tan inquietante (“òptic expert / em miro la mirada de la gent”), del consuelo de ‘Cançó per a ningú’ o el eco del exilio que se respiró en ‘Perquè em sé presonera’. Material con mucha miga, sin frivolidades, servidor de la belleza. Nos recordó que, aunque Sílvia Comes pueda desaparecer del radar en ciertas épocas, siempre debemos volver a ella para escuchar lo que nos tenga que decir.

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