Discos de la semana

Yo La Tengo, un bálsamo contra la angustia global en 'This stupid world'

El grupo de New Jersey refina su diálogo entre la catarsis eléctrica y la emotividad en su nuevo álbum, integrado por canciones que apuntan a las convulsiones mundanas, el paso del tiempo y la mortalidad

Los nuevos elepés de María Escarmiento, Quasi, Mozart Estate y James Brandon Lewis, también reseñados

Yo La Tengo

Yo La Tengo / Cheryl Dunn

Rafael Tapounet
Jordi Bianciotto
Ignasi Fortuny
Roger Roca
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Es difícil llegar a dilucidar si estos tiempos son realmente turbios, o lo son porque lo estamos diciendo constantemente (o por ambas cosas). Sea como sea, todo ello acaba construyendo un estado mental que se proyecta en numerosas obras musicales. La percepción de un ambiente enrarecido se manifiesta, sí, en este nuevo disco de Yo La Tengo, de título elocuente. “Este mundo estúpido / me está matando / Este mundo estúpido / es todo lo que tenemos”, canta Ira Kaplan con peligrosa suavidad, casi sepultado por la tormenta eléctrica.

Es el 17º álbum de Yo La Tengo y se diría que, a estas alturas de su carrera, expresa una simbiosis de crudeza y emotividad del más extremo refinamiento. Si en ‘There’s a riot goin’ on’ (2018), la tensión era un reflejo enojado del rampante ‘trumpismo’, aquí se advierte una motivación más honda, espiritual incluso. Y, en ciertos momentos, una propensión a los espacios abiertos y a la libertad ejecutiva, con margen para la improvisación instrumental, que no parece muy desligada del ejercicio entre ambient y post-rock que supuso su álbum instrumental de pandemia, ‘We have amnesia sometimes’ (2020).

La herencia ‘velvetiana’

Son ellos tres, sin productor que medie, tocando mayormente en directo, midiéndose con fuerzas más grandes que ellos y paladeando el embate. Teniéndolas con una angustia existencial y procediendo a domar la electricidad amorosamente. Ahí esta ese ‘tour de force’ de bienvenida llamado ‘Sinatra Drive breakdown’, con sus siete minutos largos de distorsiones y cacofonías ‘velvetianas’ a cuenta del bulevar sito en su querida localidad natal de Hoboken, New Jersey. Texto catatónico, con vistas al fin de los tiempos, pero cerrando los ojos y librándose al sentimiento: “Veo algo recuperado y perdido otra vez / Tus ojos, tu amor / Hasta que nos rompamos, hasta que nos rompamos”.

‘This stupid world’ nos reserva en adelante una secuencia de canciones que basculan entre la estampida sónica de ‘Fallout’, sobre capas enterradas de melodía, y el canto flotante de Georgia Hubley en ‘Aselestine’. Las alusiones al paso del tiempo y a la mortalidad se dejan oír enfáticamente en ‘Until it happens’, viñeta polirrítmica en la que Kaplan se pone muy explícito: “Prepárate para morir / prepárate mientras haya tiempo”.

Pero, con todo ello, el grupo suena más apaciguador que apocalíptico, transmitiendo un ánimo reconciliado con el destino y un deleite con sus recursos como músicos. También en ‘Apology letter’, suerte de examen de conciencia a cielo abierto, y en la envolvente pieza de cierre, ‘Miles away’, donde la voz de Hubley es el bálsamo que nos acompaña hacia la tranquilidad de espíritu. Así es esta versión depurada de Yo La Tengo, adulta y, por ello, más consciente que nunca de la necesidad de disfrutar de cada nota y cada disonancia. Jordi Bianciotto

Otros discos de la semana

La madrileña María Villar luce cómoda y, sin duda, afianzada en la escena 'underground' en la que por voluntad y por naturaleza se aposentó tras su paso por 'Operación Triunfo'. Después de un EP de reguetón oscuro, ahora cambia de registro y sabe jugar a mezclar la profundidad de sus letras, que surgen de los sentimientos más universales, con un eufórico ritmo electrónico. Como si cuerpo y mente no se comunicaran. Algo así como pop futurista y experimental y que conocemos como hyperpop, subgénero que baña este disco. Ignasi Fortuny

En su décimo elepé de estudio, y primero en una década, Sam Coomes (voz, guitarra y órgano desquiciado) y Janet Weiss (voz y batería supersónica) redefinen el concepto de indie rock con una docena de canciones furiosas y bellas nacidas de la pandemia que desafían las convenciones estilísticas. Aquí hay psicodelia, blues-rock garajero, pop retro y hasta prog-rock, pero todo está tamizado por el filtro de una personalidad sonora única. Gran disco. Rafael Tapounet

Lawrence, esa incomprendida lumbrera del pop: primero al frente de Felt y Denim, y luego con Go-Kart Mozart, banda que ahora, rebautizada, nos suministra este variopinto catálogo de golosinas melódicas, estribillos catatónicos y rimas con retranca. Un festín en el que maneja con ingenio los vestigios del bubblegum pop y el glam, del Brit-pop y el music hall, y compite en excentricidad con Sparks. Más allá de cierto histrionismo, deja un adorable rastro naíf. J. B.

A ratos parece punk. Otros, es como si conectara con los viajes al más allá de los padres del free jazz. También hay baladas que te derriten. Ahora es agreste y luego un bálsamo. James Brandon Lewis cambia el formato clásico de grupo de jazz por un trío de saxo, violonchelo eléctrico y batería que, cuando se enchufa, suena como una banda de rock de garaje. Pero la esencia es la misma. Brandon Lewis lo dice todo con una convicción tal que cuando acaba, vienen ganas de gritar "¡hell yeah!" y "amén". Todo a la vez. Roger Roca

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