Crítica de teatro

'Quan ens haguem torturat prou': radiografía de la desesperanza

La directora Magda Puyo levanta un montaje áspero a partir de un texto de Martin Crimp, referente de la experimentación formal del teatro británico

'Quan ens haguem torturat prou' al Teatre Nacional de Catalunya

'Quan ens haguem torturat prou' al Teatre Nacional de Catalunya / Laia Alberich

Manuel Pérez i Muñoz

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"Es el capital y no la vida lo que se reproduce". Esta frase de Paul B. Preciado podría resumir una parte de la esencia del último texto que nos ha llegado de Martin Crimp. Con dirección de Magda Puyo, estos días se puede ver en el TNC 'Quan ens haguem torturat prou', un montaje áspero que no deja tregua al espectador. Ni realista ni todo lo contrario, una sucesión de escenas avanzando como una apisonadora de ideas. Dos protagonistas que se necesitan y se destruyen al mismo tiempo. En sus diálogos ponen al descubierto las lógicas y los abusos de poder que se esconden en las relaciones de pareja. Un manual de violencia cotidiana revelado mediante la pornografía de las emociones más escabrosas. Con los colores del sadismo y la vejación dibujan un despiadado retrato de los tics del patriarcado capitalista y sus métodos de reproducción más íntimos. Todo muy concentrado.

Hablamos de un referente, no tanto del gran público como de la profesión teatral. Crimp no es un autor fácil, en absoluto, sus obras encajan en esa vanguardia británica basada en la experimentación formal con los textos y sus estructuras. Comenzó asimilando el absurdo de Beckett como denuncia social, luego se fue volviendo más vaporoso como Pinter, masticando del derecho y del revés cada diálogo. Por el camino ha ganado la mala leche punzante de Bernhard y ha servido de inspiración para autoras como Sarah Kane. La obra que nos ocupa, estrenada en el National de Londres en 2019 con Cate Blanchett de protagonista, recupera el desaliento de otras piezas como 'Atemptats contra la seva vida' (Sala Beckett, 2005). Más allá de un estilo de escritura de tendencia mutante, lo que prevalece es la rabia, la voluntad de mostrar una podredumbre moral que no admite ni una pizca de esperanza.

Pareja oficiosa de la escena desde que nos deslumbraran con el recordado 'Sé de un lugar', Anna Alarcón y Xavi Sáez vuelven a lucir una compenetración magnética, dando a las respiraciones la intención que requiere un texto cambiante que sitúa cada escena en una temperatura emocional diferente. Él, entre el exceso de crueldad y la condescendencia que da el poder; ella, oprimida y vejada, pero por momentos consciente del precio de su sumisión, un papel más complicado de desenmarañar que Alarcón defiende con la intensidad adecuada a cada instante. La dirección de Puyo, por su parte, va al detalle del trabajo de intérpretes, pero imprime al montaje una densidad abrumadora que ni las actuaciones musicales consiguen aligerar. Pesimismo contagioso.

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