Centenario de la muerte del gran autor francés

Cómo traducir a Proust: no convertir el ovillo en madeja

La nueva versión de 'En busca del tiempo perdido', firmada por María Teresa Gallego y Amaya García Gallego de la editorial Alba, es la gran novedad de la celebración literaria

El escritor Marcel Proust

El escritor Marcel Proust

Elena Hevia

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Seis mil páginas, siete volúmenes, 2.500 personajes y unos cuatro meses de lectura por delante si le dedicáramos tan solo una hora al día. Esa es una forma, muy pobre, de acuerdo, de aproximarse a ‘En busca del tiempo perdido’, de Marcel Proust. Pero puede bien ser una medida de su exigencia. Los números aunque fríos dan cuenta de la gigantesca magnitud de esa epopeya mundana, esa cima de la literatura contemporánea, concretamente de la que posiblemente cierra el siglo XIX y abre la puerta a las complejidades psicológicas del siglo XX. No refleja lo mejor: su intento de atrapar lo inasible, el tiempo que huye de nosotros y que solo gracias a la escritura es posible que quede atrapado en belleza, como mariposa en una gota de ámbar.

Proust, es sabido, disfrutó de media vida de frívola y alevosa nocturnidad mientras paseaba sus deseos, de homosexual sino reprimido poco aireado, de fiesta en fiesta de la alta sociedad parisina. La otra media la pasó encerrado en su habitación recordando todo aquello, batallando contra enfermedades reales y ficticias, evocando ese pasado en frases laberínticas y frondosas de esas que empiezan en una página y acaban en tres o cuatro posteriores, dejando apenas sin aliento al lector, aproximándose con tristeza e intensidad a la densidad de los amores y las traiciones vividas.

Cuando se cumple el centenario de la muerte del autor, que a tenor de las novedades que ahora pueden encontrarse en las librerías parece estar más vivo que nunca, una nueva traducción de la ‘Recherche’ (en francés, la 'Búsqueda', así se la conoce popularmente) a cargo de María Teresa Gallego Urrutia (Premio Nacional de trayectoria como traductora) y Amaya García Gallego -son madre e hija- de la mano de la editorial Alba va camino de coronarse como la gran novedad de este año Proust. Son muy conscientes ambas, que en los últimos años trabajan a cuatro manos, de que traducir la gran obra tiene algo de culminación de una carrera, pero no se envanecen por ello.

Versión clarificadora

Alba sirve los siete libros de la obra repartidos en tres volúmenes, de los cuales los dos primeros aparecen ahora, mientras que ‘Guermantes’ y ‘Sodoma y Gomorra’ lo harán la primavera próxima y los tres últimos, más breves, se reunirán en un tercer volumen que aparecerá dentro de un año. ¿Qué aporta en concreto la edición de Alba? Para empezar propone un nuevo título para el primer volumen que Salinas vertió como ‘Por el camino de Swann’ y Armiño como ‘Por la parte de Swann’. El nuevo título, ‘Por donde vive Swann’ es totalmente clarificador porque establece que Swann es una persona y no un topónimo como podría pensar un lector poco avisado. “Esa falta de precisión, me venía molestando desde hace décadas –explica Gallego, que recuerda haber leído la ‘Recherche’ a sus 20 años-. En especial el hecho de que un francés entendiese automáticamente el ‘chez’ como un lugar que pertenece a alguien y en castellano eso se perdiera. “Además, así resulta más fácil seguir la relación original titulando el tercer libro ‘Por donde los Guermantes’, en lugar de ‘El mundo de Guermantes’.   

No es la primera vez que María Teresa Gallego se revela contra soluciones que el tiempo y la costumbre han dejado fijadas en los títulos aunque no sean precisas. Fue el caso de cambiar ‘Madame Bovary’ por ‘La señora Bovary’, también en Alba. “Esto solo lo pude hacer porque el editor Luis Magriñá me dio una gran libertad”. Y ahora madre e hija desearían transformar el título de ‘El extranjero’. “Porque el original de Camus significa más bien ‘El extraño’ o ‘El ajeno'. El autor utiliza esa palabra varias veces en el texto con ese sentido”. Pero también son conscientes de que ese juego se debe realizar con cautela para no confundir a los lectores.

Para el lector común

Lo que prometen las Gallego es una traducción dirigida al lector de a pie, “exigente pero que no se apabulle con un enorme aparato de notas, aunque las haya, porque no es una propuesta ni histórica ni analítica”. Y no se engañan, saben muy bien a qué se están enfrentando. El primer reto de un traductor de Proust es mantenerse fiel a un estilo único que envuelve al lector en un ovillo de frases sin que eso suponga mera ornamentación sino la esencia del ritmo y la respiración de la obra.

Es sabido, que la frase más larga de la ‘Recherche’ está situada en el cuatro libro de la obra, ‘Sodoma y Gomorra', y tiene una extensión de cuatro metros o lo que es lo mismo, 931 palabras. Así es fácil imaginar a un traductor planteándose si detener o no ese torrente con algún punto extra que detenga la apnea. “En el prólogo –dice Gallego- decimos que uno de nuestras principales preocupaciones ha sido no desenredar el ovillo de Proust. Cuando facilitas una lecturas, los traductores solemos hablar de ‘planchar’ un texto. Y no se debe planchar a ningún autor, pero hacerlo con Proust es convertirlo en algo que no es Proust. Nuestra intención ha sido no convertir el ovillo en madeja ”.

¿Las traducciones caducan?

Existe una vieja ley no escrita que estipula que cada 50 años hay que retraducir los clásicos. María Teresa Gallego no está demasiado de acuerdo con ella. “Si una traducción es buena, si tiene una buena base, no envejece”, rebate. Pero eso no le parece un obstáculo para defender la legitimidad de ampliar la oferta porque, como asegura Amaya García, “lo que importa es el beneficio del lector, es bueno que en la librería tenga donde elegir”. Una nueva traducción supone también una oportunidad de mejora.   “Ahora hay muchas más posibilidades de mejorar una traducción que hace años –sostiene la madre- porque tenemos muchos más recursos, internet incluido, para ahondar y precisar los textos lo que nos permite investigaciones más a fondo”.

Salud cultural

Las Gallego llegan al mercado compitiendo con otras traducciones en castellano. Como la de Mauro Armiño que ha revisado su versión que hace dos décadas apareció en el sello Valdemar y ahora reedita la editorial El Paseo (de esa traducción Nórdica ofrece también la primera parte del primer libro, los recuerdos de infancia desencadenados por la mítica magdalena, bajo el título de Combray con ilustraciones de Juan Berrio). La vieja versión argentina de Estela Canto en Losada. Sin olvidar, la única que circuló durante muchos años: la poética y muy respetada de Pedro Salinas que empezó a traducirlo cuando Proust todavía estaba vivo y fue por Consuelo Bergés medio siglo más tarde. Por lo que respecta a las traducciones en catalán están las antiguas de Jaume Vidal i Alcover y Maria Aurèlia Capmany, así como la que en los últimos años está abordando Valèria Gaillard ('La presonera', el próximo año, en Proa). Tener varias versiones de una obra capital como esta -algo de lo que solo la edición japonesa puede envanecerse-, da cuenta de nuestra buena salud cultural. Proust es su temómetro.

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