Literatura catalana

Un zoológico humano, en la telaraña literaria de Anna Molina

La escritora catalana, con un pie en el Priorat y otro en Dinamarca, desenreda en su tercer libro, ‘Anècdotes de primera magnitud’, un ovillo de relatos interconectados que funcionan como escaparate de la vida misma

Anna Molina, este septiembre en Barcelona.

Anna Molina, este septiembre en Barcelona. / JORDI OTIX

Anna Abella

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Todo empezó cuando Anna Molina (1972) recibió en la casa de Copenhague donde vive desde 1996 un paquete sin ninguna nota ni remitente. Dentro había dos preciosas tazas de porcelana danesa blancas con motivos azules. "Pregunté a familia y amigos y nadie sabía nada. Pensé que había sido un error. Las envolví de nuevo y las guardé en un armario. Hasta un año después, que me dije: voy a hacerme un té y a beberlo en una de ellas. Y me pregunté qué historia desconocida podía haber tras aquellas tazas", explica la escritora catalana, que tira de ese hilo misterioso para tejer la inmensa telaraña de historias que brinda en ‘Anècdotes de primera magnitud’ (La Magrana), su tercera obra. 


La soledad, la vejez, la enfermedad, la muerte, el amor y el desamor, la homosexualidad y transexualidad, el paso del tiempo, los traumas de infancia, las relaciones familiares y personales… son temas que se suceden en unos relatos independientes pero interconectados en una red más compleja de lo que parece y que en realidad son ‘flashes’ de las existencias cotidianas de una cincuentena de personajes, gente normal pero diversa que, para Molina, amante de observar a la gente, son como "un zoológico humano". Los personajes, objetos, y hasta olores, que en una 'anécdota' quedan en segundo plano, en otra se alzan en protagonistas, "dándoles una dimensión mayor", esa magnitud del título.  

Anna Molina, en la sede de Penguin Random House, en Barcelona.

Anna Molina, en la sede de Penguin Random House, en Barcelona. / JORDI OTIX

Molina da el salto al grupo Penguin Random House con estos relatos que son tan viajeros como ella, saltando de escenarios que no le son ajenos: de Barcelona a Bangkok pasando por Londres, Lanzarote, París, San Francisco, México o el Priorat, donde ya ambientaba su segunda novela, ‘Voliac 2004’ (publicada en Saldonar, como la primera, ‘L’home de lava’). En aquella homenajeaba el mundo del vino y sus propias raíces, en La Vilella Baixa, el pequeño pueblo donde nació y que Josep Maria Espinàs bautizó como "la Nueva York del Priorat". Es allí donde elabora junto a su socio, Sergi Siuraneta, los vinos de la bodega que alumbró, Els Vil·lusionistes, y que exporta y distribuye desde Dinamarca.  

Unos vinos que también forman parte de forma natural de sus relatos, donde habitan parejas rotas y amores fieles de todas las identidades de género, celos, rutina, infidelidad, maltrato... "No conozco a ninguna pareja cuya felicidad sea completa. Siempre hay altibajos y me gusta mostrar cómo una persona interacciona con la otra a lo largo del tiempo, cómo cosas como tener hijos o no erosionan las relaciones". Hay soledad. "Porque no tener pareja no implica estar solo. Y estando con gente puedes sentirte sola. Si la soledad es negativa o no depende de cómo uno la afronte", reflexiona. 

Muerte y vejez

"Cuando la muerte se instala en el vocabulario es difícil hacer que se vaya", escribe Molina en uno de los cuentos. "La queremos lejos pero desde que nacemos, cada día la tenemos más cerca. El ser humano mete la cabeza bajo el ala y piensa que así no le llegará, pero no por no querer mirar a la muerte o los miedos a la cara dejarán de existir", señala. Sin melodramas, también introduce la vejez y el maltrato a los mayores. "Estamos en deuda con nuestros ancianos, debemos garantizarles su dignidad, porque ellos nos lo han dado todo", valora. Y enfermedades como la demencia, el Parkinson o el cáncer. "Es la vida. Escribí un escaparate de la vida".