Estreno de cine

Crítica de 'Pacifiction', de Albert Serra: en una isla tranquila al sur...

Fotograma de la película 'Pacifiction'.

Fotograma de la película 'Pacifiction'.

Quim Casas

Quim Casas

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El personaje que encarna Benoît Magimel en el último filme de Albert Serra es un pacificador que se mueve entre aguas bellísimas, las de la isla polinésica de Tahití, pero también perturbadoras, con la amenaza de una nueva prueba nuclear similar a las llevadas a cabo en el atolón de Mururoa hace décadas. Pero la paz es a veces una ficción. Magimel, en el papel del Alto Comisionado francés en la zona, se mueve sigilosa e inteligentemente en todo tipo de situaciones, sean recepciones oficiales, encuentros con nativos insatisfechos con las políticas del Gobierno o ese local ilegal, hipnótico y narcoléptico que nos hace pensar también en el cine de Nicolas Winding Refn y el de David Lynch, por el que desfilan camareros en calzoncillos, almirantes y marineros, literatas en vacaciones y otros personajes sexualmente ambiguos.

Serra se toma su tiempo para describir las pautas de comportamiento de este personaje de presencia homérica y decisiones a veces cuestionables, pero siempre honestas consigo mismo. El peligro de las pruebas atómicas no es más que el acicate para este dibujo en progresión de un individuo y un espacio habitado por otros individuos que siempre se nos presentan fragmentariamente, misteriosos o insidiosos: el almirante se lleva la palma. Serra se concentra más en la narración que en sus anteriores películas, pero no es un sistema narrativo clásico ni ortodoxo. Está repleto de digresiones, de pausas placenteras y silencios incómodos, todo ello bañado con la luz extrema de los atardeceres y amaneceres en un lugar que quizá fuera el paraíso, pero que ahora es un enigma.

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