Cita musical en el Fòrum
Primavera Sound 2022: Beck desata la fiesta ‘funkadélica’
El festival acogió un majestuoso recital de Weyes Blood y una aventurada experiencia sónica con Low, así como sustanciosos conciertos de artistas como Fontaines DC, Amaia y Manel
Jordi Bianciotto
Periodista
Si el Primavera necesitaba una actuación que desatara la fiesta sin reservas y a gran escala, y que invitara al público a olvidarse de las aglomeraciones y las colas, esta llegó este viernes con el señor Beck Hansen, que se sacó de la manga el ‘show’ más arrollador y ‘funky’ que cabía imaginar. Bolo especial también para él. “El primero de mi primera gira desde 2019, y con una nueva banda”, hizo saber el californiano, que este lunes tratará de condensar el despliegue energético en un club, Razzmatazz, dentro del programa de Primavera Ciutat.
Su último álbum, ‘Hyperspace’, lanzado justo antes de la pandemia, presentaba tonos relajados y cierto desamparo futurista, pero, para esta gira, Beck ha apostado por ofrecer algo más físico y celebrativo. Hace bien. Quedó claro desde el arrollador arranque con ‘Mixed bizness’, recuerdo del álbum ‘Midnite vultures’ (1999), que enlazó con ‘Devil’s haircut’, de ‘Odelay’ (1996), con su toque de armónica vaquera.
Juerga funkadélica
Guion escorado hacia el ‘grandes éxitos’, y un Beck ‘funkadélico’, receptivo a la guitarra rockera, con gafas oscuras, moviéndose entre neones de discoteca ochentera. Festín sin pausas, con las canciones encadenadas: piezas de su obra moderna, como ‘Dreams’ y la que grabó con Gorillaz, ‘The valley of the pagans’, y material de aquellos tiempos de despegue, como ‘Nicotine & gravy’ o ‘Hotwax’, esta con su estribillo en castellano: “Yo soy un disco quebrado / Yo tengo un chicle en el cerebro”. Hubo cuñas reposadas, como esa versión, guitarra acústica en mano, de ‘Everybody’s got to learn sometime’, éxito de The Korgis en 1980, y el rescate de ‘Loser’, vestigio ‘groovy’ de la era grunge, con su nihilismo tragicómico (“soy un perdedor, nena, ¿por qué no me matas?”) ahora convertido en gag para el cántico general.
Rumbo a ‘Al mar!’
Fue el victorioso regreso de Beck tras 22 años de ausencia en Barcelona, dominando un espacio, la plataforma marina, que antes encajó el fluido pase de Fontaines DC, con su técnica y furiosa digestión pos-punk, al servicio del flamante ‘Skinty fia’ y de cartas seguras como ‘Boys in the better land’. También por ahí pasó Manel, grupo ya veterano del Primavera, combinando las sombras electrónicas y narrativas de ‘Formigues’ o ‘Jo competeixo’ con la maquiavélica ‘Per la bona gent’ y los rescates de ‘Al mar!’ y ‘Benvolgut’.
La marejada de público fue la constante, y empleados de seguridad dirigían flujos y cerraban pasos aquí y allá para evitar colapsos (o intentarlo). Dos conciertos que se sucedieron en el mismo escenario, el Binance, los de Weyes Blood y Amaia, reflejaron la convivencia de sendas burbujas de público: el internacional, que copó el concierto de la californiana, y el autóctono, muy dominante en el de la vasca. Recitales ambos de esbeltos contornos pop y cierto ascendiente cancionista de otro tiempo.
Ecos de Laurel Canyon
Presencia de aires neoclásicos, la de Natalie Merling (nombre real de Weyes Blood), con su herencia de la tradición soft-rock familiarizada con Laurel Canyon, abierta a sutiles giros y soluciones audaces, y portadora de evocadoras líneas melódicas. Traje blanco y aires de actriz ‘hollywoodiense’, si bien su repertorio no se queda en la purpurina y aspira a la trascendencia. Ella dice aspirar a componer una canción tan atemporal y mágica como ‘Stardust’, de Hoagy Carmichael, y los temas de su todavía último álbum, ‘Titanic rising’ (2019), discurren por un carril avanzado.
Ahí estuvo ‘A lot’s gonna change’, refinada pieza sobre los cambios en la vida adulta y la añoranza de la infancia, ese simpático número sobre el amor moderno llamado ‘Everyday’ y la mayestática ‘Andromeda’, luciendo su voz cálida y cristalina. Incorporó a su mundo ‘The air that I breath’, viejo hito de The Hollies antes de cerrar lanzando flores al público en la ensoñadora ‘Movies’.
Candoroso ‘relámpago’
En cuanto a Amaia, criatura mimada por el Primavera desde antes de su primer álbum, defendió ese pop con tejidos electrónicos, aunque defendido por una banda, que alimenta su reciente y bonito ‘Cuando no sé quién soy’, elaborado de la mano de Alizzz. De ‘Bienvenidos al show’ al sencillo ‘Dilo sin hablar’, y de ahí al piano en su pequeño clásico ‘El relámpago’, que entonó con su pulcra y aniñada caligrafía.
Sigue habiendo en el personaje ese rastro de inocencia e informalidad en su modo de presentarse al público. “Estoy muy contenta porque este el concierto en el que más gente que conozco me viene a ver”, hizo saber. “No me he preparado mucho lo que voy a decir, pero bueno, voy improvisando”. Y así, con aquel candor, y seguida de cerca por una competente banda, se arrimó al folclore jotero en ‘Yamaguchi’ y a ‘La canción que no quiero cantarte’, invocando amores lejanos.
La máquina y la voz
Y otro peso pesado de la jornada, Low, desbordó el Auditori Rockdelux, como el jueves Kim Gordon, propiciando tremendas colas. He aquí a una banda con casi 30 años de historia que vive en cierto estado de gracia a raíz de su último ciclo de álbumes. Del más reciente de ellos, ‘Hey what’ (mejor disco internacional de 2021 según este diario), salió el principal riego de canciones, portadoras de ese roce extremo de la textura maquinal más oscura y la pureza de las armonías vocales de Alan Sparhawk y Mimi Parker.
Un lenguaje musical que los de Duluth trasladaron con todo el poder al escenario, resaltando silencios, disrupciones y subidones espirituales. Lo aplicaron también en temas pretéritos, como un grave ‘No comprende’, elevándose sobre los mares de distorsión, y el místico ‘Sunflower’, de voces celestiales, en un fundido poético de cierto tono funerario. Serena y aventurada liturgia, en el polo opuesto a la idea de distensión festivalera. Pero el Primavera también es esto.
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