Música

El cumpleaños total de los Rolling Stones en el Wanda Metropolitano

Las 19 canciones que se escucharon en el Metropolitano conformaron una lista de hits despachada en algo menos de dos horas y media. Un espectáculo pensado para agradar al instruido y divertir al iniciado

Carlos H. Vázquez

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Se puede poner el cronista estupendo y hablar de la técnica, del arte del arpegio y hasta de cómo deglutir un perrito caliente en menos de tres minutos. Pero es que esto no es otra cosa que rock and roll, y si a día de hoy los Rolling Stones inician una gira, 'Sixty', que conmemora su medio siglo y una década, en un estadio como el Wanda Metropolitano es que el rock sigue vivo. Muy vivo, pese a que los fans (algunos) se consideren “seguidores de una música terminal”.

Hay en este tiempo una escisión entre el experimentado en los Stones: el que los vio con Charlie Watts y el que los va a ver con Steve Jordan. Es más: hay quien se niega a ir un concierto de los Rolling Stones sin Sir Charlie Watts, fallecido el 24 de agosto de 2021. Sus razones tienen. No obstante, esta sigue siendo la ceremonia más hermosa y emocionante que ha concebido el ser humano, que diría el periodista Fernando Neira.

Los set list de los ensayos del show de los Stones del 1 de junio en el Wanda se habían filtrado días antes y se especulaba con el repertorio que tocarían en directo: '19th nervous breakdown', 'Dead flowers', 'Ruby tuesday', 'She's so cold'... De estas tres canciones citadas, solo la primera nombrada ha terminado sonando en la pasada velada de Madrid. La que sí cayó fue 'Beast of Burden', perteneciente a Some girls (Rolling Stones Records, 1978) y la copla más votada en la web de la banda británica. En la lista, por cierto, también figuraban tres temas más: 'No expectations', 'Shine a light' y 'Fool to cry'.

Las 19 canciones que se escucharon en el Metropolitano conformaron una lista de hits despachada en algo menos de dos horas y media. Un espectáculo pensado para agradar al instruido y divertir al iniciado.

Rockstar por un día

Los teloneros de los Rolling Stones en el Metropolitano no cabían en sí de gozo: a los Sidonie les dieron la noticia justo cuando estaban grabando en el estudio. Por otra parte, el caso de Javier Vargas con los Jagger viene de lejos, de cuando tocaba con Chris Jagger, hermano de Mick. Cerca de tres años después, John Byron, sobrino de Mick e hijo de Chris, se juntó con Vargas en Ibiza y el encuentro propició el disco 'Move on' (Rock Estatal Records, 2019), trabajo que llegó al vocalista de los Stones. Suerte, saber arreglárselas, estar cerca de quien hay que estar, trabajárselo... Para abrir un concierto de los Rolling Stones hay que estar en el lugar y momento adecuados. Quizá haya más probabilidades de recibir un macetazo en la cabeza al pasar por debajo de una terraza que ser telonero de los Rolling Stones.

A la hora del concierto de Javier Vargas con John Byron Jagger, a eso de las ocho de la tarde, la pista y las gradas se veían ocupadas todavía al setenta por ciento. El buen tiempo permitía apurar un par de 'yonquilatas' en los aledaños del estadio aunque por ello hubiera que sacrificar los dos recitales de apertura.

Vargas se ajustó al timing y se despidió pasada la media hora. A las nueve, Sidonie se presentaban ante la afición, que a esas alturas ya era bastante más numerosa (entre un ochenta y un ochenta y cinco por ciento). Solo treinta minutos es lo que brinda la ocasión a Marc Ros, Jes Senra y Axel Pi, ahora bendecidos por los Rolling Stones. Méritos han hecho.

“¡Fantactic Madrid!”

Poco cumplieron con el tópico de la puntualidad de los británicos los protagonistas de la noche. Pasadas las diez de la noche, detrás de cada canción que amenizaba la espera (sonaron The Doors, Led Zeppelin, AC/DC...) se barruntaban las prisas por que se apagaran las luces, preámbulo del concierto, que no dio comienzo hasta las diez y cuarto.

A partir de aquí, lo que iba a suceder reconciliaría a las ovejas descarriadas -por no haberse sentido satisfechas en los conciertos presenciados con anterioridad- con los Rolling Stones.

Antes de nada: es de bien nacidos ser agradecidos. Muestra de ello fue el recuerdo a Charlie Watts minutos antes y la ovación consiguiente. Watts sonreía en las pantallas de un escenario a oscuras mientras se escuchaba un solo de batería de ultratumba sin nadie que lo ejecutara en directo. Aquello levantaba el vello del brazo.

No hubo lleno completo. Tanto en pista como en tribuna quedaban calvas que dejaban ver el color azul de la lona sobre el césped y el rojo y blanco de los asientos. Temas económicos aparte, pero no de menor importancia, a un concierto de los Rolling Stones hay que ir al menos una vez en la vida, solo por curiosidad (al principio) o por vicio (al final).

¿Cuántas veces es capaz un ser humano de escuchar a una banda sin desgastarla? Mejor dicho: ¿Cuándo el ser humano se aburre de oír la misma canción? 'Street fighting man', la primera del repertorio, es una habitual en las giras de los Stones. También la que continuaba en el listado: '19th nervous breakdown'. No tienen por qué permanecer en el mismo orden, basta con que estén incluidas en la hoja de ruta; el resultado será seguramente igual de impresionante.

Mick Jagger saludaba en castellano. De hecho, casi la totalidad de sus speechs han sido en español. “Este es nuestro primer tour sin Charlie. Lo echamos mucho de menos”, dijo antes de cantar 'Sad, sad, sad': “Fling you out into orbit... No one's going to hear you shout...”. Sería porque Madrid era la ciudad de la que partía 'Sixty', porque Keith Richards se encantó con una grabadora de cinta que se compró el domingo pasado en el Rastro o por el 75 cumpleaños de Ronnie Wood, pero los muchachos estaban en forma y estaban amortizando cada euro invertido en la entrada (incluidos los gastos de gestión). También se cumplen setenta años del reinado de Isabel II de Inglaterra y, por supuesto, sesenta de los Stones. Nada es casual.

Canícula de noche

Con 'Tumbling dice', de Exile on main St. (Rolling Stones Recors, 1972), se avivaron las llamaradas del infierno montado en el Wanda Metropolitano, parcialmente dividido por una pasarela por la que Jagger se pasearía entre contoneos de cadera y espasmódicos movimientos de gimnasio. Sin embargo, llegaría a la plataforma del extremo en un par de ocasiones en el tramo final del show.

'Out of time' fue la sorpresa. El tema, extraído de Aftermath (Decca, 1966), nunca había sido tocado en directo, tal y como lo anunciaba Mick Jagger. Un regalo para la ciudad de la que tanto ha gozado desde que aterrizaran en la capital española el jueves 26 de mayo a las seis y cuarto de la tarde.

La ejecución de 'Out of time', actualizada en su sonido, no quedaba fuera de lugar. Su adhesión a los clásicos aventura que permanecerá en la carretera hasta la sepultura. Llegados a 'Beast of Burden', citada al comienzo de esta crónica, Jagger se desprendería de su cazadora para quedarse enlutado con una camiseta y pantalón del miso color. En 'You can't alway get what you want' se colgaría por primera vez la guitarra -para este corte, una Gibson J-45 acústica-, que en realidad le iba a durar poco; a la que pudo, se la entregó al backliner y arrojó su púa.

Es de recibo destacar la pegada de Steve Jordan, aunque uno no se termina de acostumbrar a la ausencia de Charlie Watts. Y tampoco hay que desmerecer a otra leyenda: Chuck Leavell, teclista de los Stones desde 1982 y anteriormente de The Allman Brothers Band, entre otros.

El truco final

Con un “Are you ready?”, Jagger daba paso a 'Living in a ghost town', más reposada y con los añadidos de la armónica y el saxofón. Un tema ideal para los directos que animó a Keith Richards a subir el volumen en 'Honky Tonk woman'. La vibración de la Telecaster del 53, dependiendo de la ubicación en el estadio, entraba por una extremidad del cuerpo atravesándolo hasta encontrar una salida. La descarga de Keef.

Richards se iba a quedar al frente del micrófono para cantar 'Happy' y 'Sleeping away', como ya venía acostumbrado en anteriores recitales. En ausencia de Mick Jagger, el concierto mantuvo un tempo de negritud roto por la irrupción de Jagger acabados los dos temas, acelerando en 'Miss you', moviéndose como muñeco de goma sobre las tablas sujetando la eléctrica. Las leyendas sobre su envidiable estado físico se han quedado en estériles teorías. No se explica, y es mejor dejarlo así.

Mick Jagger, Keith Richards y Ronnie Wood, los tres supervivientes, han caminado por la mentada pasarela hasta el final y allí se han puesto con 'Midnight rambler', que ha dado a su fin en un extenso blues propiciado por Richards, entregado a la causa con su instrumento, ese que estaba dando 'chicha' desde hacía un buen rato.

La apuesta segura, la carambola final: 'Start me up', 'Paint it black', 'Symphathy for the Devil' (justo cuando el reloj marcaba las doce) y 'Jumpin' Jack Flash' antes del bis, que iba a coronar este sueño de una noche de (casi) verano con 'Gimme shelter' y la inevitable '(I can't get no) Satisfaction', con la que sus 'satánicas majestades' se pasearon de nuevo ante sus humildes súbditos, sudados, drogados, ebrios y emocionados (pronto lo descubrirán los alemanes). Sin los músicos en el escenario, solo quedaba la palabra “gracias” en las pantallas. Pues eso, que es de bien nacidos ser agradecidos.

Jimmy Fallon, interpretando al manager de Stillwater Dennis Hope en Casi famosos (Cameron Crowe, 2000), preguntaba a sus chicos a mediados de la década de los setenta si creían que Mick Jagger iba a seguir por ahí intentando ser una estrella de rock a los cincuenta años. Por lo que anoche se pudo comprobar, Hope estaba equivocado.