En el Beacon Theater

Pasión por Serrat en Nueva York en el arranque de su gira de despedida

El cantautor ofrece un recital de dos horas con 22 canciones llenas de emoción

Joan Manuel Serrat, durante su concierto en el Beacon Theatre de Nueva York

Joan Manuel Serrat, durante su concierto en el Beacon Theatre de Nueva York / EFE / Victor M. Matos

Idoya Noain

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Joan Manuel Serrat solo tiene buenas palabras para Nueva York, una ciudad que, asegura, siempre ha sido “muy amable” con él, “nunca hostil”. Lo único que extraña cada vez que regresa es a quienes conoció en la urbe y ya no están. “Es la venganza que tiene el tiempo contigo: se te lleva a gente”, dice. Reflexiona entonces con nostalgia de recuerdos, “que son hermosos cuando son compartidos” y a los que esas ausencias dejan “un pedazo de vacío”. Pero añade también una perspectiva optimista: “hay cosas que nacen”.

Lo que nació el miércoles en el Beacon Theater neoyorquino, entre cuyas bambalinas Serrat pronunciaba esas palabras en una conversación con la prensa justo tras ofrecer el primero de los conciertos de su gira de despedida, fue un nuevo recuerdo entrañable para los miles de espectadores que hace días obligaron a colgar el cartel de entradas agotadas. Porque Serrat ofreció un recital que hasta él reconocía que había salido “muy redondo”, cerca de dos horas llenas con 22 canciones, pero también con palabras, historias y emociones.

"Noche de debut"

Vestido con vaqueros y camisa azul y americana negra, y justo después de arrancar con “Dale que dale”, Serrat reconoció el momento. “Qué gusto da estar aquí, después de la pandemia”. Era, recordó, una noche de “debut” para él después de “dos o tres años sin subir a un escenario”.

Colas para ver a Serrat en su concierto de despedida en Nueva York

Colas para ver a Serrat en su concierto de despedida en Nueva York. /

Habló también de la fecha señalada en que se celebraba el concierto: 27 de abril, el día de la Moreneta; el mismo día en que, hace 43 años, murió su padre. Y siguió abriendo las puertas a su vida, a su familia, y a sus tres hijos antes de volver a cantar.

Esa fue la dinámica del recital, en el que fue hilando y entrelazando canciones y verbo. Se escucharon ‘El romance de Curro el palmo’, ‘Señora’ y ‘Lucía’ y reflexiones sobre la eternidad de los personajes “que no envejecen”. Citando a Atahualpa Yupanqui se planteó en voz alta qué es una canción y aseguró que no el "matrimonio de conveniencia" entre música y letra del que habla la definición académica, sino lo que ocurre "cuando la música habla y la letra canta". Sonaron ‘No hago otra cosa que pensar en ti’, ‘Algo personal’ y ‘Las nanas de la cebolla’, en la que aprovecho para recordar a Miguel Hernández y su muerte en prisión: “recordarlo a plena luz es deber de España y el mundo”, dijo.

El catalán se escuchó por primera vez cuando, tras recordar a su padre y a su madre, una mujer trabajadora por más que en su época su trabajo se llamaran "sus labores", entonó la Canço de Bressol. Y se escucharon también ‘Hoy por ti, mañana por mí’, ‘Es caprichoso el azar’ y ‘Hoy puede ser un gran día”.

Cita a García Márquez

"Ni la memoria es fiel ni los recuerdos tan sinceros”, dijo en otro momento del concierto Serrat, que citó a Gabriel García Márquez para asegurar que “no es lo que uno vivió sino lo que uno recuerda”. Y llegaron después ‘Aquellas pequeñas cosas’ y ‘Mediterráneo’. Serrat también habló del “tiempo de guerra para la salud y el planeta” y abordó el cambio climático antes de decir que “duele la porquería de testamento que les dejamos a nuestros hijos” antes de leer en castellano la letra de ‘Pare’, que cantó en catalán.

La recta final fue para ‘De vez en cuando la vida’ y ‘Se acabó la fiesta’ pero llegaron entre clamores dos bises: ‘Penélope’, más historia hablada, y ‘Esos locos bajitos’.

Público entregado

Era un recital que satisfacía a un público entregado, capaz de cantar todas las letras, armado con un arsenal de teléfonos móviles que iluminaban y registraban todo, adorador de un Serrat que, a los 77 años, ha sido banda sonora de sus vidas. Eran personas como Nora, una ciudadana argentina de 65 años que vive en Ottawa y llegó directamente al Beacon desde el aeropuerto por el retraso de su vuelo. “Lo sigo desde adolescente, forraba mis carpetas de estudiante con recortes con sus fotos”, contaba. “Tiene una sensibilidad exquisita, te llega al alma. No es sólo cómo canta sino lo que dice y cómo lo dice, es su personalidad”. Su amiga guatemalteca Yolanda, llegada con ella desde Canadá, destacaba de él "la trayectoria de la lucha de solidaridad con nuestros pueblos, que sufrieron dictaduras". Y aseguraba. "Como él no hay otro. Es poeta. Es humano".

Eran también personas como el venezolano Francisco Llanes, que podía citar el día exacto, 24 de diciembre de 1970, en que compró en Madrid su primer cassette: ‘Cantares’; su esposa María Asunción Benatuil Valls y su hijo de 21 años, Juan. “La abuela (materna) emigró de Barcelona a los 6 o 7 años por la guerra y en la casa siempre escuchamos a Serrat”, decía el joven. “El significado de Serrat para mí es historia familiar”.

Tomar en serio

Se marchaban todos embelesados. Y salía también satisfecho del concierto el propio Serrat. “En esta gira habrá días mejores, días muy redondos como hoy, y habrá días que tendremos que remar más contra corriente por cosas”, avisaba. Pero lo que garantizaba también es que siempre lo dará todo. “No recuerdo haber subido nunca al escenario como si fuera un concierto más”, decía. “En el sitio más importante o en el pueblo más humilde siempre la actuación me la he tomado muy en serio. Y si no ha salido todo lo bien que yo quería es porque no he podido más o porque me he equivocado pero no porque haya hecho una faena de aliño”.

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