Crónica

'El mar: Visió d’uns nens que no l’han vist mai': la imprenta de memoria

Los talentos de Alberto Conejero y Xavier Bobés se unen en la recuperación de la memoria de Antoni Benaiges, maestro republicano fusilado en 1936

el mar

el mar / David Ruano

Manuel Pérez i Muñoz

Manuel Pérez i Muñoz

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"Si conseguimos que una generación, una sola generación, crezca libre en España, nadie les podrá arrancar nunca la libertad". Esta frase, pronunciada por el maestro republicano que interpreta Fernán Gómez en 'La lengua de las mariposas', es una de las más bellas del cine español, porque duele en la herida de esa Historia, la más triste sin duda, decía Gil de Biedma, porque termina mal. En el fatídico 1936, Antoni Benaiges es detenido por los sublevados fascistas. Tras ser torturado de un modo inhumano y sufrir humillación pública, su cuerpo fusilado acaba en una fosa común. Su único delito, haber intentado erradicar el analfabetismo de un pequeño pueblo burgalés de 200 habitantes. 

Benaiges, ayudado por una imprenta, plasmó sueños y anhelos de sus alumnos a través de diversas revistas. En una de las últimas, los niños imaginaban un mar que nunca habían visto. Material sensible que ahora dos poetas, Alberto Conejero con la palabra y Xavier Bobés mediante los objetos, reintegran en forma de espectáculo. Estas dos maneras de entender el lenguaje escénico confluyen: por una parte un plano narrativo más convencional y, en paralelo, el dibujo de ambientes trazado con una plástica pretérita y pequeña, manipulada con delicadeza. Maletines, fotos y herramientas de impresor que las cámaras nos devuelven agigantadas en la pantalla. 

Conejero ya recorrió los caminos amargos de la memoria histórica en la recordada 'La piedra oscura', mientras que Bobés –con delicadas joyas en su haber como 'Cosas que se olvidan fácilmente'– se crece ahora en la fenomenología material que moldea el drama, aterrizando sensaciones para contar una historia, e incluso tomando por fin la palabra en escena. Imposible no acabar secuestrado emocionalmente por el negro sin matices de una flagrante tropelía. No por consabidas estas tragedias pierden un ápice de su fuerza como ritual de justicia.  

Los muertos son memoria, y los vivos los encargados de mantenerla. Sergi Torrecilla ataviado con camisa roja compone a Benaiges con un tono preciso y acaramelado, la ilusión de toda una época que acaba en amargo monólogo de muerte y destino truncado. Se incorporan documentos sonoros y visuales, testimonios de ancianos que evocan al maestro, la última bofetada que nos recuerda que todo esto realmente ocurrió.  

TEMAS