El libro definió los límites de la libertad de expresión

Así fundó el 'Ulises' de Joyce el imperio editorial Random House

Se cumple un siglo de la aparición de la obra que revolucionó la literatura occidental, amplió el espectro de lo que se podía publicar y fue pilar fundamental de uno de los mayores grupos editoriales del mundo

A picture shows the offices of publishers Random House in Central London on October 29  2012  Penguin and Random House are to merge to create a leading publisher of English-language books as the pair seeks to cut costs in the face of fast-rising ebook publishing  their parent groups announced  AFP PHOTO   LEON NEAL

A picture shows the offices of publishers Random House in Central London on October 29 2012 Penguin and Random House are to merge to create a leading publisher of English-language books as the pair seeks to cut costs in the face of fast-rising ebook publishing their parent groups announced AFP PHOTO LEON NEAL / LEON NEAL

Eduardo Bravo

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A las 10:15 de la mañana del 7 de diciembre de 1933, Donald Klofer, uno de los socios de Random House, descolgó el teléfono y llamó al tipógrafo Ernst Reich para darle una escueta orden: "adelante". Unos minutos antes se había procedido a la lectura del veredicto del juez John M. Woolsey, que declaraba que el Ulises de James Joyce no era un libro obsceno. En consecuencia, la editorial por fin tenía luz verde para imprimir un libro que llevaba meses esperando a entrar en máquinas.

El camino hasta conseguir ese resultado no había sido breve ni sencillo. En 1917, cuando Joyce ya tenía muy avanzado Ulises, encargó a su amigo Ezra Pound que buscase cómo publicarlo de manera seriada en una de las muchas revistas literarias que existían en la época. Pound se puso en contacto con la cabecera estadounidense The Little Review, cuyos responsables, asombrados por el talento de Joyce, se decidieron a darle cabida en su publicación.

No obstante, no todo el mundo compartía la admiración del equipo de The Little Review hacia la obra del escritor irlandés. Debido a sus pasajes procaces, no fue sencillo encontrar un tipógrafo que aceptase el encargo de componer e imprimir la revista. Cuando por fin lo encontraron, el servicio de Correos estadounidense, habilitado por ley para interceptar cualquier material que pudiera ser considerado obsceno, requisó varios números de The Little Review con capítulos de Ulises y la Sociedad para la Prevención del Vicio denunció a la revista, que fue condenada a pagar una multa.

Una de las razones por las que 'Ulises' indignó al público es que los personajes más obscenos son mujeres, y la vigilancia de la sexualidad femenina fue la principal razón de las leyes de censura"

"Hay muchas razones por las que Ulises indignó al público. Una de ellas es que los personajes más obscenos son mujeres y no podemos olvidar que fue la vigilancia de la sexualidad femenina la principal razón de que existieran las leyes de censura. Por ejemplo, en el libro Molly Bloom recuerda con algo de cariño una tarde de sexo extramatrimonial, sin que haya ninguna consecuencia contra ella en la novela. Para los sectores más conservadores escenas como esa eran una amenaza porque, al desintegrar la unidad familiar, podrían acabar provocando el fin de la civilización", explica Kevin Birmingham, autor de El libro más peligroso (EsPop, 2016), en el que se relatan las dificultades que tuvo la obra de Joyce para poder ver la luz.

Entre otros temas, Birmingham detalla en su obra el encuentro en París de Joyce y Sylvia Beach, propietaria de la librería Shakespeare & Co., que aceptó publicar la primera edición completa de Ulises. Sufragada por suscripción, los mil libros de la primera tirada se agotaron en poco tiempo gracias a, entre otras cosas, la demanda por parte de lectores de Estados Unidos que, tras ver cómo el libro se prohibía en su país, comenzaron a pedirlo por correo a Francia aun a riesgo de que fuera confiscado en la aduana.

Un clásico moderno

Las ganas de los lectores por poder hacerse con un ejemplar de Ulises eran tan grandes que Bennett Cerf y Donald Klopfer consideraron que la obra de Joyce podría ser el espaldarazo económico que necesitaba Random House, su recién creada editorial, para darse a conocer. Para ello, contactaron con Joyce y, puenteando a Sylvia Beach, adquirieron los derechos de publicación del libro en Estados Unidos.

No obstante, seguía habiendo un grave impedimento. La sentencia contra The Little Review, que declaraba obsceno al Ulises, habilitaba a las autoridades a confiscar cualquier edición del texto que se encontrase en territorio estadounidense. Por tanto, antes de imprimir la edición americana de Ulises y arriesgarse a que fuera incautada en su totalidad, era necesario que el libro de Joyce fuera liberado de ese estigma y considerado lo que verdaderamente era: una obra literaria valiosa.

En esa época, en los EEUU la Primera Enmienda sobre libertad de expresión no se aplicaba a las novelas"

"En esa época, en los Estados Unidos la Primera Enmienda sobre libertad de expresión no se aplicaba a las novelas. De hecho, esa interpretación no se generalizó en los tribunales estadounidenses hasta décadas después de la publicación de Ulises, libro que demostró a los escritores de todo el mundo que una obra de arte podía incorporar todas las funciones del cuerpo humano, desde la digestión y la defecación, hasta la masturbación y el orgasmo", comenta Kevin Birmingham.

Para llevar a cabo su plan, Bennett Cerf y Donald Klopfer contactaron con el prestigioso abogado Bennet Ernst, que aceptó llevar el caso gratuitamente a cambio del 5% de las ventas directas y del 2% de las ventas subsidiarias del libro, siempre y cuando ganase el pleito. Para ello, Ernst basó su defensa en probar que, a pesar de su reciente escritura, Ulises era ya un clásico moderno y, como cualquier obra clásica, no podía estar sujeta a criterios morales sino artísticos. Sin embargo, para conseguir hacer valer su argumentación, antes debía lograr que las autoridades estadounidenses iniciasen de oficio un nuevo procedimiento por obscenidad contra el libro.

Con ese objetivo, Ernst pidió al asistente de Joyce en París que enviase a las oficinas de Random House en Nueva York un ejemplar de Ulises y que incluyese entre sus páginas todos aquellos artículos, reseñas y críticas que calificasen el libro de manera positiva, de modo que tanto el texto de Joyce como las reseñas pudieran ser utilizados como prueba en el juicio. Una vez el libro estuvo camino de Estados Unidos en el barco SS Bremen, Ernst llamó al departamento de aduanas y advirtió que en ese buque había un paquete con material ilegal que se intentaba hacer entrar de contrabando en el país.

La intención del abogado era que los funcionarios interceptasen el paquete, vieran su contenido e iniciasen el procedimiento por importación ilegal de materiales obscenos. Sin embargo, unos días más tarde, el atado que contenía Ulises llegó intacto a las oficinas de Random House. Indignado, Ernst agarró el paquete, se dirigió a las oficinas de aduanas, pidió que fuera abierto y, ante el asombro de los funcionarios, exigió que se diera inicio a la correspondiente causa judicial.

Desde el momento en el que el juez John M. Woolsey fue designado para estudiar el caso, Random House encargó a Ernst Reich que empezase a trabajar en la composición del libro, sin importar que la sentencia pudiera ser desfavorable. Lo relevante era que, nada más conocerse el veredicto, se pudiera empezar a imprimir el libro, al que se añadió al final la sentencia absolutoria para que, en caso de futuros procedimientos, esa decisión judicial también pudiera ser tenida en cuenta como prueba.

"La sentencia sobre Ulises reconoció que incluso el material sexualmente explícito merecía protección legal si también era artísticamente significativo", comenta Birmingham. "Aunque ese criterio judicial tardó un par de décadas en generalizarse en los tribunales estadounidenses, en las décadas de 1950 y 1960, libros como Howl y El almuerzo desnudo se beneficiaron de ella. De esta forma, las salas de justicia se llenaron de profesores y escritores que discutían sobre los méritos de escritores como Allen Ginsberg y William S. Burroughs, en lugar de que fueran los miembros del jurado los que valorasen esas obras al pie de la letra. Lo que contribuyó a que todo eso fuera posible fue el veredicto de Ulises".

Un reto para traductores

Un siglo después de su publicación, Ulises sigue provocando división de opiniones, aunque no tanto por su lenguaje indecoroso, su escatología o sus pasajes lascivos. Mientras que los admiradores del Joyce se reúnen todos los 16 de junio en Dublín para rendir homenaje al escritor recorriendo el mismo itinerario que Leopold Bloom realiza a lo largo del libro, sus detractores califican la obra como pretenciosa, sobrevalorada, intencionalmente compleja y enormemente tediosa.

"Cualquier obra larga tiene momentos de tedio", reconoce Andreu Jaume, editor y crítico literario, encargado de la revisión de la traducción del Ulises de José María Valverde que acaba de lanzar la editorial Lumen. Esta edición coincidirá en las mesas de las librerías con la traducción de Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas Lagüens para Cátedra Letras Universales, la de Marcelo Zabaloy y Edgardo Russo para Cuenco de Plata y la de Salas Subirat para Galaxia Gutenberg.

Esta última se publica estos días con ilustraciones del pintor Eduardo Arroyo. Muchas de esas ilustraciones ya se habían incluido en un libro que publicó Círculo de Lectores en 1991, pero nunca lo habían hecho acompañando al texto del Ulises, como Arroyo quería, porque los propios herederos de Joyce las vetaron. Ahora pueden hacerlo porque los derechos del libro han quedado liberados, aunque Arroyo, que falleció en 2018, no ha podido llegar a verlo.

Volviendo a las traducciones, "la de Salas Subirat tiene el mérito de haber sido la primera edición en español, lo que no era nada fácil porque no había referentes. Aunque ahora está olvidado, Subirat era escritor, se acercó a la obra como tal y realizó una traducción muy meritoria, con muchos aciertos, pero plagada también de errores de bulto. Aunque tuvo a mano la traducción francesa que había hecho Valéry Larbaud y en la que el propio Joyce había participado, no disponía del cuerpo de exégesis de notas e información que sí tuvo Valverde a su disposición», recuerda Jaume.

A principios de los años 70, José María Valverde, poeta y profesor que había renunciado a su cátedra universitaria para exiliarse en Estados Unidos, recibió de Esther Tusquets, fundadora de Lumen, el encargó de traducir el Ulises. El trabajo, que no vio la luz hasta 1976, una vez muerto el dictador, resultó de tal calidad, que fue reconocido con el Premio Nacional de Traducción de ese año.

"No sé por qué tardó tanto en hacerse una nueva traducción. Tal vez esperaron a que se despejara la cuestión política y así evitar que el libro tuviera problemas de censura, aunque no lo sé seguro —reflexiona Andreu Jaume—. En cualquier caso, la versión de Salas Subirat había circulado mucho en España y era la que habían leído autores que se consideraban joyceanos, como Luis Martín Santos o Rosa Chacel. Esa fue la versión que más influyó en los escritores de postguerra, pero faltaba una nueva traducción, una traducción para la democracia española por decirlo de alguna manera y esa fue la de Valverde".

La traducción de Lumen fue revisada en 1988 por el propio José María Valverde, que incorporó algunas de las novedades de la edición crítica de Ulises publicada en 1984 por Garland House y que, aunque posteriormente fue muy controvertida, en su momento logró enmendar más de 5.000 errores gracias a haber sido realizada con ayuda de un ordenador. Ahora, casi cuarenta años después, la versión de Valverde ha sido actualizada por Andreu Jaume. "El Ulises es un reto tremendo para cualquier traductor. Joyce tenía un oído para el inglés que no tenía ninguno de sus contemporáneos. De hecho, hay que remontarse a Shakespeare para encontrar algo semejante. En ese sentido, el trabajo que Valverde hizo a lo largo del tiempo fue muy concienzudo, muy serio, muy loable y se sigue sosteniendo de maravilla. Lo único que he hecho yo ha sido restaurar algunas cosas, corregir algunos errores, limpiarla y acercarla al habla de estos días para que pueda servir a nuevas generaciones del siglo XXI".

A pesar del esfuerzo de José María Valverde, Andreu Jaume, Salas Subirat, García Tortosa, Venegas Lagüens o Zabaloy, es un hecho que Joyce y su obra están lastrados por ese halo mítico que convierte al Ulises en un texto hermético, difícil, farragoso y reservado a una casta de eruditos. De hecho, a pesar del centenario de su publicación y de la oferta de ediciones y traducciones que se sucederán a lo largo del año, muchos lectores españoles seguirán sin atreverse a enfrentarse a él.

Le diría a la gente que se acercase al Ulises sin toda la parafernalia crítica y académica que ha acompañado a la novela"

"Le diría a la gente que se acercase al Ulises prescindiendo de toda la parafernalia crítica y académica que ha acompañado a la novela tradicionalmente, como esos esquemas que lo comparan con la épica homérica. Todo eso es una cháchara innecesaria, inútil y disuasoria —defiende Andreu Jaume—. Por eso, animaría a los lectores a asomarse al Ulises como si fuera una obra recién publicada y con la que se puede disfrutar a muchos niveles. En definitiva, lo que se dice leer sin miedo, con ambición, eso sí, pero sin miedo, porque la de Joyce es una propuesta muy luminosa. De hecho, el final del Ulises es uno de los finales más luminosos y más afirmativos que se han escrito jamás".