Crítica de ópera

Una frustrante Andrómeda

Este nuevo esfuerzo por poner al día el género lírico no acabó de funcionar en el Petit Palau de la Música

Andrómeda encadenada en el Palau de la Música

Andrómeda encadenada en el Palau de la Música / Joan Gastó

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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El Petit Palau acogió el estreno absoluto de ‘Andrómeda encadenada’, ópera de Agustí Charles con libreto de Marc Rosich sobre poemas de Fátima Frutos en un nuevo esfuerzo de Òpera de Butxaca i Nova Creació de dar vida al género lírico. Inspirada en el mito clásico de esa madre de siete hijos que es rescatada por Perseo al verla encadenada como sacrificio de sus padres al dios Poseidón, Rosich, siguiendo los pasos de Frutos, pretende transforma a la mítica figura en una mujer de hoy mezclando realidad y ficción, pero la verdad es que en escena no se vio a ninguna mujer moderna más allá de que, al comienzo, revisa su teléfono móvil por si su amante le ha enviado algún mensaje.

Solo se vio a una Andrómeda obsesiva y repetitiva en su roca sobre el mar, y eso que se contó con todo un animal escénico: la versátil soprano María Hinojosa Montenegro quien, una vez más, lo dio todo en el escenario y que, gracias a ella, esta poco edificante propuesta pudo incluso disfrutarse.

La obra, para soprano, violín amplificado, arpa, percusión y electrónica, desilusionó también en el apartado musical. Es una pena que tan solo cuando aparecían las citas al aria de Vivaldi 'Sovente il sole', incluso sobre las estridencias del violín -que acabó siendo cansino-, el canto de Hinojosa se cubriera de emoción. Las intervenciones con ecos y repeticiones distorsionadas no aportaron sino más caos.

El dúo instrumental cumplió con su compleja tarea (Marc Charles, violín, y Esther Pinyol, arpa, encargados de la percusión) capitaneados por José Pascual-Vilaplana, todo ello con un forzado protagonismo del solista del violín.

La propuesta teatral de Jordi Pérez Solé -no muy compleja, pero que necesitó a Laura Calvet para los movimientos escénicos- contó con una funcional escenografía de Sergi Corbera, la atmosférica iluminación de Sylvia Kuchinow y el fantástico vestuario de Joana Martí, que aportó dos vestidos espectaculares.