EL LIBRO DE LA SEMANA

Crítica de 'Encrucijadas' de Jonathan Franzen: la familia en plano americano

Los grandes temas sociales del escritor estadounidense dan paso aquí a historias de gente corriente

El escritor norteamericano Jonathan Franzen.

El escritor norteamericano Jonathan Franzen. / EFE / Alexander Heinl

Sergi Sánchez

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En un artículo publicado en 'The Guardian' hace 20 años, dedicado a examinar el estado de salud de la narrativa norteamericana justo después del atentado de las Torres Gemelas, el crítico James Wood hablaba de “realismo histérico” como uno de sus más febriles síntomas. En fin, novelas épicas con conciencia social como 'Las correcciones', que se publicó la misma semana del 11-S, se caracterizaban por “temer al silencio”. Era una curiosa manera de definir la literatura de Jonathan Franzen, que acababa de abandonar los palimpsestos de la posmodernidad para abrazar la posibilidad de firmar una Gran Novela Americana que fuera, a la vez, una epopeya familiar en registro Tolstoi -ya saben, todas las familias infelices se parecen- y un comentario político sobre una generación, un país y un signo de los tiempos. Ahora Franzen sigue renegando de sus inicios posmo, aunque la densidad de 'Encrucijadas', con sus tupidas subtramas, suturadas con hilo de oro a las identidades quebradas de los miembros de otra familia disfuncional, los Hildebrandt, es típicamente fosterwallaciana, sino fuera porque su estilo es fluido y accesible y, ahora sí, los grandes temas de 'Las correcciones' y 'Libertad' (el cambio climático, el nuevo puritanismo, la guerra cultural y de clases, etcétera) han sido sustituidos por historias de gente corriente y moliente del Medio Oeste que Franzen quiere convertir en la primera parte de una trilogía que sumará, especulamos, dos mil páginas de texto.

A Franzen se le ha afilado la capacidad de observación, si eso realmente podía llegar a mejorar después de 'Libertad', para este crítico su mejor novela (luego vino la más discutida 'Pureza'). Si hay algo por lo que vale la pena leer estas magníficas 'Encrucijadas' es por la profundidad abismal con que aborda la complejidad de sus personajes. Las piedras rosetta de su ‘dramatis personae’, brillando en un pueblo ficticio de Illinois en 1971, son Russ, pastor de un barrio residencial que se cuelga de su atracción torpemente pasional hacia una viuda de su congregación, y Marion, su esposa, que vive colgada de un amor pretérito que la sumió en la depresión. De este matrimonio infeliz, que se repele en los límites de un hogar marcado por la crisis de fe no en Dios sino en la vida terrenal, nacen cuatro hijos que multiplican las encrucijadas del título (que, por otra parte, pluraliza el nombre de una secta evangélica que funciona como némesis de la parroquia de Russ), abordando un abanico de temas -entre otros, el deseo, la frustración, la adicción, el amor, la hipocresía- que no dependen de ese plano general sobre la sociedad norteamericana al que Franzen aludía como trampantojo de sus anteriores novelas, como si hubiera descubierto, de algún modo, que la verdad sobre la sociedad norteamericana se encuentra en el plano americano, ese plano tres cuartos que nos permite ver el cuerpo y el rostro de sus protagonistas como un todo que aúna, armónicamente, lo psicológico y lo emocional. Como en un western, a 'Encrucijadas' se le ven las pistolas y la mirada, y es un placer viajar de unas a otra.

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