CRÍTICA DE LIBROS

Crítica de 'Les nenes que llegien al lavabo': la venganza de las lectoras encerradas en los váteres

Sebastià Portell establece en su ensayo un puente entre la lucha feminista y el colectivo LGBTQ

SEBASTIA PORTELL

SEBASTIA PORTELL

Valèria Gaillard

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'Les nenes que llegien al lavabo' (Ara Llibres), de Sebastià Portell (Ses Salines, 1992), demuestra que de una imagen potente puede brotar un libro entero. El punto de partida son unas palabras de Marina Garcés interpretadas libremente por el autor. La filósofa defendía en un congreso que el espacio menos noble de la casa, el váter, resultaba ideal para leer de “otro modo”. Tomando estas “lectoras de lavabo” como símbolo de la marginalidad —y de excepcionalidad—, el poeta mallorquín articula una defensa de la “periferia literaria”, una llamada a “resignificar el legado de los textos”.

Apuntalándose en autoras como Montserrat Roig, Maria-Mercè Marçal, Virginia Woolf o Hélène Cixous, Portell entronca la reivindicación feminista con la del colectivo LGBTQ, al cual ya dedicó la primera antología de poesía catalana. El escritor evoca en primera persona recuerdos de infancia y explica la primera vez que encajó la etiqueta de 'maricón'. Ante el reductor “tu eres”, Portell opone la libertad de cada uno para construir su identidad. En este sentido, el libro tiene una dimensión terapéutica y un punto vengativa, como si lanzara al aire: “¿Algún problema?”, una exhortación propia del movimiento 'queer', que hace de la diferencia bandera.

El ensayo, que se mueve ágilmente entre el relato y la reflexión, es frondoso, aunque a veces cae en obviedades. Ahora bien: críticas como éstas son necesarias para luchar contra los dogmatismos de género: solo cabe recordar que J.K.. Rowling, no hace tanto, tuvo que usar un seudónimo para escribir su serie juvenil a fín de que no etiquetaran su literatura de “femenina”. Seguramente también leía en el baño.