Opinión | Periféricos y consumibles
Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo
Javier García Rodríguez
Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo
Sentido y sensibilidad (y Teletubbies)
Las palabras dicen cosas, los textos significan, las obras alcanzan sentidos, los signos crean realidades y toman decisiones. Entre la interpretación y la sobreinterpretación está aquella idea de Todorov de que “un texto es solo un pícnic en el que el autor lleva las palabras y los lectores el sentido”. Estoy básicamente de acuerdo con el planteamiento teórico de que, de todos los participantes en la comunicación literaria, el menos fiable en la interpretación de la obra es el propio autor (demasiadas exigencias, demasiada venda antes de la herida, demasiadas pulsiones, demasiadas ínfulas, demasiadas presiones, demasiado yo, demasiado superyó, demasiado Freud, casi siempre). Tengo mis dudas en torno a la intención autorial –tan volátil, tan inalcanzable, tan interesada, tan falaz‒ como vehículo infalible para insuflar un sentido en la obra. Quizá creemos saber de qué están hechos los mensajes. Pero no terminamos de saber qué y cómo significan. Y tampoco en qué pueden convertirse cuando se hace carne (“el verbo se hizo carne”, recuerden). Los signos, las palabras, los textos, las imágenes. Por eso las interpretamos. Interpretamos por necesidad y por obligación, porque no podemos evitarlo. Interpretamos (en) lo oscuro porque “in claris non fit interpretatio”. Las leyes, la palabra revelada, la literatura. Estamos obligados a interpretarnos constantemente, a cada paso, para no equivocarnos, para cercar el sentido, para no dejar que se disperse (Peirce y eso de la semiosis ilimitada, ya saben).
Hace algunos años se hizo tristemente famoso el telepredicador estadounidense Jerry Falwell, que solicitó la retirada del programa infantil 'Teletubbies' porque, a su entender, uno de los personajes protagonistas, Tinky Winky, era homosexual. Este 'outing' impuesto por el tal Jerry al modoso Tinky se debía, según Falwell, a que era de color morado, llevaba un triángulo invertido en la cabeza y usaba un bolso. Que era perjudicial para los niños, decía. Y siguió con esta matraca durante años con el apoyo inestimable de Pat Robertson, otro magnate ultracristiano que se postuló para presidente de los USA por los republicanos (ganó Bush padre, y fue lo mejor que pudo pasar. Ay.).
Intención, significado, sentido, sinsentido, valor, juicio, autoridad, arbitrariedad… Y la ideología, claro. Y querer mandar (ya lo sabía Humpty Dumpty) y coartar la libertad. Tinky Winky, por cierto, llevaba una bolsa mágica. Dentro de ella, me gusta imaginar, acarreaba palabras, muchas palabras, porque sabía cómo hacer cosas con palabras.
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