Estreno de cine
Crítica de 'El otro guardaespaldas 2': parodia de sí misma
Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson vuelven a encarnar a sus personajes en este filme dirigido por Patrick Hughes y con Antonio Banderas como villano de opereta
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
Hay secuelas cinematográficas miméticas. Esta es una de ellas. Cámbiese un poco el registro del villano: en ‘El otro guardaespaldas’ era un dictador interpretado por Gary Oldman, y en esta nueva entrega es un multimillonario griego encarnado por Antonio Banderas, cuya cruzada particular contra la Unión Europea por hundir económicamente a su país tiene cierta gracia, la verdad.
Pero más allá de este malvado de opereta y de algunos gags diseminados a lo largo de 100 minutos, ‘El otro guardaespaldas 2’ es una de esas mezclas que no acaban de combinar bien entre cine de acción y comedia. El balbuciente guardaespaldas al que da vida Ryan Reynolds y el asesino a sueldo que encarna Samuel L. Jackson vuelven a unirse, más por las circunstancias que por el convencimiento. Tienen de aliada a la mujer del segundo, una Salma Hayek más histriónica de lo que su personaje, ya grotesco, demanda.
Y así, entre tiroteos, persecuciones, engaños y bromas -a las que no escapa ni el mismísimo Morgan Freeman, en un personaje curioso pero desaprovechado, ni una psiquiatra agobiada por las inseguridades del protagonista-, se sucede a un ritmo endiablado un filme que luce más músculo que sustancia.
La parodia del cine de acción no ha cesado desde que a James Bond le salieron competidores más hedonistas e irónicos, como Matt Helm o F de Flint. Aquellas películas se reían con cierta clase -aunque demasiada misoginia- de los mitos hegemónicos en el relato de intriga y espionaje. ‘El otro guardaespaldas 2’ tiene menos referentes en los que reflejarse y, de un modo u otro, acaba riéndose de sí misma.
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