Crítica de cine

Crítica de 'El mundo que viene': un ardor prohibido

Mona Fastvold cuenta en su segunda película una historia de amistad entre mujeres, magníficamente encarnadas por Katherine Waterston y Vanessa Kirby, en la severa América rural del XIX

Estrenos de la semana. Tráiler de 'El mundo que viene'

Estrenos de la semana. Tráiler de 'El mundo que viene'. /

Nando Salvà

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En su segunda película, la noruega Mona Fastvold cuenta una historia de amistad entre mujeres -magníficamente encarnadas por Katherine Waterston y Vanessa Kirby- en la severa América rural de mitad del siglo XIX, de la que florecen un romance apasionado y la fantasía de una vida compartida más apacible y más feliz lejos de las exigencias de sus respectivos maridos y de los prejuicios e intransigencias de la época.

No es una premisa precisamente novedosa -su mero enunciado trae de inmediato a la mente títulos recientes como ‘Retrato de una mujer en llamas’ (2019) y ‘Ammonite’ (2020)-, pero Fastvold compensa esa falta de originalidad a través de su habilidad excepcional para generar una atmósfera de intimidad y ternura, y perfilar la relación central con gran sutileza e invitándonos a prestar atención a gestos y miradas aparentemente leves.

Como otras ficciones de su mismo género, es cierto, durante la mayor parte de su metraje, ‘El mundo que viene’ pone mucho más énfasis en emociones y anhelos soterrados que en verdadera acción romántica, aunque la estrategia encaja con la languidez y el aire casi onírico de los que la directora envuelve hábilmente el relato. A esa atmósfera contribuye en buena medida la voz en off que vehicula la narración, tan constante e hiperestilizada que puede llegar a resultar extenuante, pero indudablemente efectiva a la hora de adentrarnos en el febril mundo interior de su protagonista.