Entrevista

Ricky Gil: "No necesito coros, prefiero un buen 'riff' de guitarra"

El cofundador de Brighton 64 cambia el pop británico por el rock americano de raíz en su primer disco en solitario, 'Infinites rutes invisibles', que presenta este sábado en La Nau junto a Biscuit

RICKY

RICKY / Jordi Otix

Rafael Tapounet

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Descolgarse con un disco de rock de guitarras abrasivas de raíz inequívocamente americana después de haber lucido durante 40 años los colores de un grupo de pop (y estandarte mod) llamado Brighton 64 es un golpe de audacia que merece, aunque solo sea por el riesgo que entraña, cierto reconocimiento. Pero no es esa la única razón para prestarle atención a ’Infinites rutes invisibles’, porque el primer elepé que Ricky Gil publica con su nombre después de haber fundado los citados Brighton (aún en activo) y de haber pasado por Matamala y Top Models es una colección bastante asombrosa de canciones nacidas de la experiencia vital y de la pasión por la música que se beneficia de la presencia del ultrasolvente grupo de Vilanova i la Geltrú Biscuit como banda de acompañamiento. El sábado 22 de mayo lo presentan en la barcelonesa sala La Nau. 

¿‘Infinites rutes invisibles’ es uno de esos discos que deben su existencia al confinamiento?

Sí. Supongo que lo habría hecho igual, pero el confinamiento llegó en un momento bueno, porque ya llevábamos bastantes años desde la reunión de Brighton 64 y yo tenía ganas de hacer una cosa diferente, una cosa mía. Y el tener que estar en casa sin poder hacer conciertos hizo que todo se pusiera en marcha.

¿Tenía las canciones guardadas en cajones o las escribió ya pensando en el disco?

Todas son recientes, escritas en los meses anteriores a la grabación. En realidad yo soy un compositor muy poco prolífico. En los discos de Brighton suelo meter un par de canciones y ya está. En la época de los Top Models sí hice cuatro discos en los que casi todas las canciones eran mías, pero fue un momento de explosión creativa que no se había vuelto a repetir [risas].

¿Los Top Models fueron como un ensayo de esta nueva etapa en solitario?

Era una banda, un trío muy unido, pero es verdad que ahí yo llevaba totalmente el liderazgo. En ese proyecto ya pude dar salida a cosas que en Brighton encajaban menos; una visión más blues, más de rock de raíces…

¿Más americana que británica?

Sí, totalmente. A mí me gustan las dos cosas por igual, pero cuando me pongo a hacer una canción sin pensar dónde acabará me sale más esta onda. Pero, vaya, tampoco es que haya hecho ahora de repente un disco de música electrónica. Todo parte de la misma raíz.

De todos modos, el corte con la tradición power pop de Brighton 64 es bastante drástico. En ‘Infinites rutes invisibles’ las canciones son largas, densas, pausadas, sin coros ni apenas estribillos.  

Es lo que me sale natural. Los coros son una cosa que… A mí hay grupos que hacen muchas voces que me encantan, pero yo no los necesito, prefiero un buen ‘riff’ de guitarra y unas atmósferas instrumentales interesantes. En el disco he querido dar más importancia a la parte instrumental que a la parte vocal, siguiendo el camino de grandes de la música americana como Bob Dylan, Neil Young, Townes van Zandt o Warren Zevon, gente que cuida mucho las letras y que hace una música cojonuda, pero que ya ves que no se han tirado un siglo pensando los arreglos. Salvando las enormes distancias, claro.

Dylan tenía a The Band y Neil Young, a Crazy Horse. Usted tiene a Biscuit.

Tengo esa suerte, sí. El trabajo que han hecho en el disco es increíble. Se han volcado totalmente, y yo solo puedo tener palabras de agradecimiento. Son cinco tíos que llevan toda la vida tocando, que tienen un sonido supercontundente y que entendieron muy rápidamente todo lo que yo tenía en la cabeza. Con ellos he encontrado una nueva familia musical. Cuando empiezas a darle vueltas a hacer un disco en solitario, la primera opción es sacar la agenda y llamar a músicos amigos que sabes que van a hacer lo que les digas y lo van a hacer bien. Pero yo tenía claro que quería trabajar con gente con la que no hubiera tocado nunca antes, porque ahí hay un margen de sorpresa y de novedad que le da mucha vida a lo que haces. Y eso vale tanto para Biscuit como para Joana Serrat [que canta en tres canciones] y Guille Caballero [piano en ‘Ungüent de serp’].

Ricky Gil

Ricky Gil y los Biscuit exhiben orgullosos sus copias de 'Infinites rutes invisibles'. / Twitter

¿Le costó convencer a los Biscuit para que se embarcaran en esto suyo?

No, nada. Es verdad que los he pillado en un momento un poco raro de su existencia porque estaban medio parados… Yo hablé con Xavi [Cardona, guitarrista] por teléfono y enseguida me dijo que sí, antes incluso de oír las canciones. El primer día que quedamos para ensayar fui en coche a la masía que tienen en el Penedès y, cuando llegué, ellos ya estaban dentro tocando. Al oír desde fuera la música brutal que salía de ahí pensé: “Qué guay. Esto es lo que buscaba”.

La huella de Neil Young está presente en buena parte del disco. Empieza y acaba igual que 'Rust never sleeps', con dos versiones de la misma canción [‘Dues obres mestres’], una acústica y otra eléctrica.

Es un referente importante. ‘Rust never sleeps’ salió cuando yo tenía 14 años y me lo compré. Fue el primer disco de Neil Young que tuve y para mí sigue siendo uno de sus mejores discos. Y me gustaba la idea de abrir y cerrar con una misma canción pero en versiones diferentes y con la letra cambiada. La primera, la acústica, es una canción de amor para mi familia y la eléctrica es bastante más…

¿Pesimista? 

Pesimista, sí. Tengo la sensación de que hoy en día no hay mucha alternativa, que antes había más libertad, más posibilidades, más acción. Aunque, claro, igual es solo que yo era más joven y resulta que la juventud ahora está en plena efervescencia y haciendo muchas cosas guays que a mí ya se me escapan. Ojalá, me gustaría mucho que fuera así. Pero no puedo evitar tener esa visión.

La sombra de Neil Young y Crazy Horse reaparece en ‘En una altra vida’, que dura ¡ocho minutos y medio!

Nunca antes había hecho una canción tan larga y tenía ganas de hacerlo. La verdad es que en los ensayos era algo más corta, pero en la grabación salió así simplemente porque seguimos tocando. ¡Venga, otra rueda! [risas] Y la voz de Joana Serrat, que la añadimos al final, la elevó todavía más. Creo que es la mejor canción del disco.

“M’han donat tan bones cartes / i he perdut tantes partides / només jo en sóc el culpable”, dice en la letra. No abundan en el rock ese tipo de confesiones.

Yo he tenido mucha suerte en mi vida, mucha. Pero no la he sabido aprovechar. He tenido una vida muy dispersa y he cometido muchos errores. Como todos, supongo. Y tengo la sensación de que recientemente, desde que conocí a mi mujer y nacieron nuestros hijos, eso ha cambiado y por fin he encontrado la estabilidad. Eso es lo que quería reflejar en las letras de ‘Dues obres mestres’ y ‘Una altra vida’, que son las más personales del disco.

Ese acercamiento a lo íntimo es otro punto de ruptura con Brighton 64, que en sus últimos discos se ha decantado por hacer letras muy explícitamente políticas.

Aquí hay algunas pinceladas, como ‘Insubmissió, que es un poema de Víctor Català que en el fondo habla de la libertad personal, o ‘Encaixes amb la descripció’, que va sobre la brutalidad policial y la estigmatización de sectores de la población, con el asesinato de George Floyd de fondo. Pero es verdad que no tenía ganas de hacer un disco político, porque es algo que con los Brighton ya lo hemos estado haciendo y, además, de una manera muy deliberada, muy pensada. Fue un movimiento un poco arriesgado, pero era lo que teníamos ganas de hacer y yo estoy muy contento de haberlo hecho.

¿Les penalizó ese posicionamiento tan nítido en la cuestión del ‘procés’?

No demasiado. Hombre, siempre hay algún comentario, alguien que se siente molesto o atacado, es normal. Pero creo que conseguimos que algunas personas en España tuvieran una visión de las cosas un poco diferente de lo que les llega a través de los medios. Y ha sido una pena, porque cuando vino la pandemia el grupo estaba en un momento chulo, con bastantes actuaciones por delante.

Brighton 64, en 1981, con los hermanos Albert y Ricky Gil en el centro.

Brighton 64, en 1981, con los hermanos Albert y Ricky Gil en el centro. / B64

Este año se cumple el 40 aniversario de Brighton 64. ¿Qué siente cuando piensa en todas las cosas que han hecho a lo largo de estos años? ¿Revisa con frecuencia sus discos antiguos?

Cuando tienes una carrera tan larga, tienes la sensación de haber vivido varias vidas. Hay cosas que hemos hecho que yo casi ni recuerdo y, cuando alguien me las menciona, me sorprenden. Escucho muy pocas veces los discos antiguos. Durante muchos años no podía escuchar el primer maxi del grupo porque me parecía horrible, un debut chunguísimo. Ahora no, ahora me parece que está bien. Todo tiene su valor.

¿Sus hijos escuchan los discos de Brighton 64?

Mis hijos ahora tienen 8 años [son gemelos]. Cuando tenían 5 o así empezaron a escuchar cosas. ‘La casa de la bomba’ les gusta mucho. ‘El tren de la bruja’, también. Letras con conceptos muy claros, ya se ve. ¡Al final resulta que Brighton era un grupo infantil!