EL LIBRO DE LA SEMANA

Crítica de 'La mitad fantasma': entre el anacronismo y la contemporaneidad

El escritor argentino Alan Pauls vuelve a demostrar que para él narrar significa conectar personajes y emociones.

alan pauls

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Ricardo Baixeras

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 Tras su celebrada trilogía formada 'Historia del llanto' (2007), 'Historia del pelo' (2010) e 'Historia del dinero' (2013), regresa Alan Pauls (Buenos Aires, 1959) a la ficción con una novela que narra la relación vía skype entre un hombre y una mujer separados no sólo por la distancia física. Porque entre Savoy, “obrero de la indiferencia” y Carla, “la causa de su furor”, hay mil océanos de distancias, las mismas que median entre un hombre maduro y obsesivamente meticuloso y una mujer joven y despreocupada, entre un convencido sedentario y una errante empedernida, entre la parálisis y la velocidad o entre una nativa y un inmigrante digital. Un relato para certificar que Pauls sigue empeñado en cartografiar los entresijos de la educación sentimental que tan buenos resultados le proporcionó en 'El pasado', premio Herralde 2003. Aunque son dos novelas distintas se respira un mismo aire de familia. Si aquella trataba de diseñar lo posible desde las ruinas de un pasado, esta se lanza a imaginar una relación íntima como un imposible en un marco digital en pleno siglo XXI. Nada debería unir a un personaje anacrónico y concebido como un “etnógrafo de vidas ajenas” y una mujer pegada a su teléfono móvil y a su ordenador portátil. Nada. Pero sí.

Surge en Savoy una 'mitad fantasma' escudriñada en los pisos en alquiler que visita obsesivamente. Para este 'voyeur' extemporáneo que vive fuera de campo la relación con Carla desestabiliza todo lo conocido, inunda su mundo “de carne y hueso” de lo espectral que se configura desde lo tecnológico y provoca un pensamiento hacia lo desconocido, hacia un vivir desde el afuera que representa Carla, junto a su nomadismo y su intimidad digital que tanto le cuesta comprender.

Quizá una paranoia

Es ahí donde la novela de Pauls fija un punto: en las contradicciones que surgen cuando quedan enfrentados aquel anacronismo de Savoy con aquella contemporaneidad de Carla, las cercanías que Savoy necesita para vivir y las distancias que Carla engulle cada vez a mayor velocidad porque no puede vivir de otra forma. Nada debería unir a estos personajes. Pero sí. La incertidumbre que asola a Savoy el lector no la percibe con la misma intensidad en Carla, personaje dibujado unidimensionalmente. Savoy sí ama a Carla, pero no sabemos hasta qué punto la querencia es recíproca. De ahí la incertidumbre de la relación entre ambos. Nada nos impide pensar que Savoy pueda estar viviendo una paranoia mental.

Es esta una ficción de pocos sucesos que se demora en una prosa anclada en la repercusión que esos acontecimientos, la mayor de las veces pueriles, tienen en los personajes. Lo que prima es una búsqueda afanosa de esas tramas íntimas tamizadas por la subjetividad de Carla y, sobre todo, por mente bicameral de Savoy, que habla escuchando y escuchándose habla. Como para Juan José Saer para Pauls narrar no significa contar historias tanto como diseñar mapas personales que conectan unos hechos con otros, unas emociones con otras, unos objetos con otros.

Nada debería unir a Savoy con Carla. Pero, sí.