Crítica de música
La Bien Querida, enamorada del amor en la Monumental
La cantante bilbaína nos enredó en su cancionero sentimental en un delicado formato a dos guitarras con David Rodríguez (La Estrella de David)
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
La Bien Querida, alias artístico de la cantante y compositora bilbaína Ana Fernández-Villaverde, es una voz comedida, de pulcra caligrafía, entregada a un oceánico cancionero especializado en el mal de amores y su circunstancia. Versos y tonadas que, este sábado, apuntaron sin rodeos a nuestras fibras más sensibles en un contexto un poco loco, la arena de la plaza de toros Monumental, donde estos días se despliega el ciclo de conciertos Monumental Club.
Sillas colocadas a pie de escenario y guirnaldas de luces, dando al lugar un aspecto de acogedora verbena de pueblo muy propicio para esta artista tan apegada a los modos de la canción popular. Si bien en su discografía, que arrancó en 2009 con el loado ‘Romancero’, La Bien Querida ha ido evolucionando su lenguaje echando mano de los sintetizadores, con vistas al pop electrónico y hasta al krautrock y la imaginería gótica (su última referencia, ‘Brujería’, 2019), en la Monumental se despojó de todos esos ropajes para mostrarse como trovadora de voz y guitarra acústica. Bien acompañada, también a las seis cuerdas (mayormente eléctricas), del cómplice de vida David Rodríguez, tremendo pionero de nuestro indie con Bach is Dead, a lo largo de los años asociado a inquietas marcas como Beef, Telefilme y La Estrella de David.
En la tela de araña
En ese formato, las modulaciones fueron mucho más sutiles y, el discurso general, un poco más lineal, al servicio de la canción en su expresión nuclear, exenta de las capas electrónicas y las líneas de bajo. Fernández-Villaverde no es un cantante de rompe y rasga, y dejó que la lógica interna de las canciones hablara por sí sola sin mayores añadidos enfáticos: se trataba de enredarnos en esas estrofas que rinden culto al proceso de seducción mutua, como la que descorchó la sesión, ‘La verdad’, que comienza con un cruce de miradas como presagio de “un flechazo de esos raros del destino”.
Se diría que La Bien Querida está enamorada del amor, y sus canciones dan vueltas y más vueltas sobre esa materia universal. La metáfora de la tela de araña, a la que recurrió en un par de letras (‘La fuerza’ y ‘La pieza que me falta’: en esta se presentó como “hiedra peligrosa”), es oportuna para explicar el discreto poder de sus artes envolventes. Partituras hermosas, que hablan del “roce de tu piel” y se preguntan “qué soy yo para ti”, y que dispensaron algún simpático diálogo con Rodríguez que haría feliz a Pimpinela: “no me hagas arrodillarme / que sí, que ya lo he pagado con sangre”, canto él en la filo-rumbera ‘Recompensarte’. Amagos de euforia entre la audiencia en torno a ‘Dinamita’ o las lejanas ‘De momento abril’ y ‘9.6’, y la partitura más fresca, ‘Un gatito, pieza del 2020 producida por Alizzz, insinuando nuevos horizontes. ¿La Bien Querida, en tránsito urbano? Habrá que esperar.
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