Crítica de música

Mahler brilla con la OBC

El conjunto catalán contó con Dorothea Röschmann e Ian Bostridge en el popular ciclo de 'Lieder' orquestales

La soprano Dorothea Roschmann y la directora Marta Gardolinska    OBC-May ZIRCUS

La soprano Dorothea Roschmann y la directora Marta Gardolinska OBC-May ZIRCUS / May Zircus

Pablo Meléndez-Haddad

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En tan solo una hora, la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC)‎ dirigida por la joven directora polaca Marta Gardolinska, consiguió conquistar a su público de abono con obras de Witold Lutoslawski y Gustav Mahler. De este último hacía tiempo que no se programaba una obra tan ambiciosa –pandemia obliga– como el ciclo completo de canciones sinfónicas 'Des Knaben Wunderhorn' ('El cuerno mágico de la juventud' o 'del muchacho'), una colección de textos de canciones populares alemanas editada por Armin y Bretano y cuyo primer tomo está dedicado a Goethe. De una temática tan variada como lo es la propia cosmovisión romántica –se mueven entre la melancolía, la naturaleza, la piedad, el anhelo, el amor, la despedida, la noche, la muerte, el humor–, Mahler coge un grupo de ellas –24– y las pone en música, primero en piano y después construye con algunas de ellas un gran edificio sinfónico como es el ciclo 'El cuerno mágico' o aplicando otras a varias de sus sinfonías.

La OBC ha querido recuperar esta maravilla contando con la soprano Dorothea Röschmann y el tenor Ian Bostridge, ambos de fama internacional en este repertorio. La orquesta, que creció esta vez hasta sobrepasar los 55 efectivos, se mostró simplemente brillante, conocedora de la pasión arrebatadora del compositor bohemio y Gardolinska expuso todas sus virtudes para hacer de cada canción un mundo particular. No se le puede achacar a la directora que la voz de Bostridge fuera fagocitada de tanto en tanto por la orquesta, ya que el tenor no proyecta suficientes armónicos y su centro grave no es nada potente. Le honra que lo dé todo en el escenario (como en 'Revelge'), su gran expresividad y la íntima comprensión que demuestra al interpretar los poemas. 

Dorothea Röschmann estuvo maravillosa en todas sus intervenciones al dibujar a la perfección los estados de ánimo que tuvo a su cargo, tanto como la madre del niño muerto, como la amante ante la pérdida o como una locuaz narradora. Sus agudos, su fraseo, su enfoque dramático, todo en ella es pura emoción.

Como aperitivo se ofreció otra obra muy poco programada por esta latitudes, como es la 'Mala suita' ('Pequeña Suite') de Lutoslawski, una obra en la que el compositor polaco se pasea por melodías populares de su tierra que Marta Gardolinska demostró conocerlas al dedillo.