Crítica de cine

'La última primavera': dejar la Cañada Real

Estreno de la semana: "La última primavera"

Estreno de la semana: "La última primavera"

Beatriz Martínez

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La ópera prima de Isabel Lamberti resulta reveladora en varios aspectos. Quizás el más importante sea su visión sin prejuicios de la Cañada Real alejada de las connotaciones negativas asociadas a sus habitantes y su forma de vida. Los personajes (reales) que presenta, forman parte de una familia de tres generaciones que ha construido su hogar a lo largo de los años y ahora se enfrenta al desalojo.

 La última primavera a la que hace referencia el título corresponde precisamente a esa franja de tiempo que nos lleva desde que la familia Gabarre-Mendoza recibe la carta de desahucio por parte de la policía hasta que empaqueta sus cosas para trasladarse a vivir a un piso donde sabe que perderá parte de su esencia e identidad. Ese sentimiento de vacío e impotencia que se instalará en el clan será uno de los temas que más le interesen a Lamberti a la hora de configurar un retrato que se aleja de la crónica social para insertarse en la radiografía humana. No hay mensajes ni lecciones en la película, solo un puñado de seres que se enfrentan a un drama íntimo que en ningún caso adquiere un carácter colectivo.

 La directora también acierta en su retrato cotidiano a medio camino entre la ficción y el documental, y lo hace de una manera similar a la que empleó Isaki Lacuesta en ‘Entre dos aguas’, utilizando actores naturales que imprimen verdad sin un ápice de artificio o impostura y que se mueven frente a la cámara con una naturalidad pasmosa.