'El horizonte': un verano sofocante

‘El horizonte’ es un filme que tiene algo de desconcertante. Es muy estilizado y elegante en su puesta en escena, y esa misma estilización choca con el naturalismo rural al que, en teoría, aspira la película. Sin embargo, esta aparente contradicción es lo que le otorga su mayor peculiaridad. Tampoco es exactamente un filme sobre el mundo del campo, sino que se sirve de este contexto preciso para explicar una historia de alcance en cualquier otro momento y lugar, el de la desintegración de una unidad familiar clásica y el despertar sexual de un adolescente.

La citada estilización y elegancia viene dada también por la elección del reparto, con las actrices Laetitia Casta y Clémence Poésy, dos arquetipos femeninos que parecen flotar entre las granjas, los campos y las puestas de sol contempladas por la cámara. A esta belleza física y formal se opone el clima opresivo: ambientada en el verano de 1976, ‘El horizonte’ reproduce el ambiente sofocante de un estío con unas temperaturas tan altas que apenas se recordaban.

Es el marco ideal para que un niño de 13 años experimente sus dudas, temores y deseos mientras intuye primero, y observa después, el desmoronamiento del orden familiar en el que ha crecido y ha creído. Hay tanta ira en la película como ternura, y un buen retrato del instinto maternal, algo que nunca podrá romperse pese a que todo cambie en el entorno de los personajes.