Crítica de cine

'Saint Maud': por el amor de Dios

La película, impecable ópera prima de Rose Glass, logra resultar sorprendentemente conmovedora en su retrato de una alma atormentada

Estrenos de la semana: "Saint Maud"

Nando Salvà

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Aunque evoca ficciones dirigidas por Lynne Ramsay, o por Roman Polanski, o por Lars von Trier, ‘Saint Maud’ ante todo anuncia la irrupción de un nuevo talento en el panorama cinematográfico. En su implacable ópera prima, la británica Rose Glass va empujándonos de forma sostenida a un estado de ansiedad palpable mientras contempla el colapso gradual de una enfermera solitaria convencida de que Dios no solo le habla directamente sino que tiene una misión especial para ella. Mientras la obsesiva convicción con la que la joven se entrega al cuidado de su nueva paciente va convirtiéndose en resentimiento y en psicosis, durante la mayor parte de sus 84 minutos de metraje la película se mantiene admirablemente apegada al realismo y la exploración psicológica. Glass se muestra comedida a la hora de generar sustos, y se asegura de que cada uno de ellos surta efecto tanto en la enfermera como en nosotros mismos.

Entretanto, y a diferencia de tantas otras ficciones sobre el fanatismo religioso, ‘Saint Maud’ se toma el fervor de su protagonista en serio, y de hecho se asegura de situarnos en el interior de su mente a través de sonidos industriales, imaginería religiosa y movimientos de cámara. Es gracias a ello, y a la empatía que Glass maneja, que la película logra resultar sorprendentemente conmovedora en su retrato de una alma atormentada, y trascender los modos del género para ofrecer un examen atrevido y emocionalmente complejo de lo bueno y lo malo que la religión proporciona a sus seguidores.