ESTAMPAS DE UNA RELACIÓN DE CUATRO DÉCADAS

El 'hijo' de Gala y Dalí

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Anna Abella

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Dalí disfrutando mientras juega a espadachines y al fútbol con el pequeño Joan Figueras. Gala bañando al chaval, quitándole piojos, jugando a las cartas o cogiéndole de la mano. Los tres cruzándose miradas de cariño y tomando el sol en las calas del Cap de Creus, comiendo en la terraza de Portlligat, pero también en actos públicos, o bajando a Barcelona, donde se alojaban en el Ritz. El pintor llevándole por primera vez al cine, a ver el wéstern ‘Veracruz’: “Cuando la taquillera le avisó de que el niño no podía entrar porque era una película para mayores, el pintor le contestó que era de Cadaqués y allí la Tramontana no les dejaba crecer”. Lo explica el periodista José Ángel Montañés, que ha ido reuniendo desde el 2015 estas estampas como “piezas de un puzle” hasta completar 'El niño secreto de los Dalí’ (Roca Editorial), una historia inédita que ha pasado desapercibida durante décadas: la de un crío “divertido, listo como el hambre, simpático, travieso y guapo al que todos en el Cadaqués de los años 50 y 60 conocían como el ‘nen’ de 'can' Dalí”. 

Aquel niño, Joan Figueras, al que la pareja presentaba sin problemas como su “ahijado” o “el hijo de un pescador”, aunque su padre fuera en realidad Jaume Figueras, pintor de brocha gorda amigo de juventud de Dalí, entró con cinco años, en 1948, en la casa de Portlligat del artista y de su esposa y musa para posar como modelo para la ‘Madona de Portlligat’, donde sería el niño Jesús en el regazo de la Virgen Gala. “Cautivó tanto a la pareja que entró a formar parte de su vida cotidiana, de su círculo íntimo y familiar. Le vistieron, le educaron y le enseñaron francés, a usar bien los cubiertos… Era ‘su’ niño -señala Montañés-. Su historia rompe la imagen que quedó de ellos de que odiaban a los niños y muestra su pátina de humanidad y sociabilidad lejos del personaje que el propio pintor creó: ‘Ahora voy a hacer de Dalí’, decía”. 

Los regalos de Walt Disney

Nunca le escondieron a nadie su relación con aquel chaval que tenía entrada franca en el estudio del artista y usaba los pinceles emulando a un director de orquesta ganándose la sonrisa de Dalí, que abandonaba los lienzos para salir a jugar con él. “Cuando iba gente a visitarlos, Joan siempre estaba con ellos”, afirma Montañés, contando cómo, entre otros, le fotografió Francesc Català-Roca camino de Portlligat con su trípode al hombro o cómo Walt Disney llegó a la casa y le regaló una indumentaria de béisbol y un libro de Peter Pan firmado. 

Querían adoptarle y llevarle a estudiar y vivir con ellos a Estados Unidos pero sus padres no quisieron

Desde 1948, Joan convivió con los Dalí de abril o mayo a octubre o noviembre, cuando estos dejaban Cadaqués para pasar el invierno en Nueva York. En su investigación, Montañés ha recopilado testimonios imprescindibles como el de la viuda de Joan, Mercè Cabanes, y rebuscado en archivos, en especial el Centro de Estudios Dalinianos de la Fundación Gala-Dalí, hallando cartas y postales inéditas que la pareja cruzaba con Joan cuando estaban en Estados Unidos, Roma o París. “En una, Gala le decía que tenía una foto suya en su tocador de Nueva York, que ella y Dalí pensaban y hablaban a diario de él y que les escribiera más”, señala. 

Las fotos

También ha buceado en la colección de 13.500 fotos de Gala, localizando a Joan en 116, algunas de las cuales,  testimonios imperdibles de la naturalidad de la relación, reproduce el libro. Once de ellas las eligió Gala para el colaje con el que decoró las puertas de su vestidor, “donde sorprende no ver ninguna de Cécile, la hija que tuvo con su primer marido, Paul Éluard, o de sus nietos. Creo que Joan despertó un sentimiento maternal en Gala que no tuvo hacia su hija biológica”. 

“Una prima de Joan me contó que los Dalí querían adoptarle y llevarle a vivir y estudiar a Estados Unidos con ellos. Pero el padre fue muy egoísta y no quiso. Quería que continuara el negocio de pintura de brocha gorda, y así lo hizo cuando cumplió 16 años. Aunque, según la cocinera Paquita Buesa, fue la madre quien no le dejó ir porque era muy piadosa y no se fiaba de Gala”. El joven se casó y fue padre pero la relación se mantuvo hasta después de la muerte de Gala en 1982 y cuando Dalí se retiró al castillo de Púbol, donde murió en 1898. 

El pintor le propuso incluso varias veces dirigir el Teatro-Museo de Figueres pero Joan no aceptó. “No era nada ambicioso, tenía los pies en el suelo y le iba bien con la empresa de pintura y con su mujer e hijos. Quizá no quiso abandonar esa zona de confort o pensó que no tenía la formación que necesitaría. Era discreto y nunca contó nada de su vida con ellos”. 

Más afecto que su padre

Cuando murió el pintor, un periodista francés le ofreció a Joan mucho dinero por contar su historia, pero no quiso. Según su viuda, “decía que les debía mucho a los Dalí, que había recibido mucho de ellos y le habían dado más afecto y cariño que su padre”. Joan murió en 1999, con 57 años. Pasado tanto tiempo, según su mujer, ya es momento de desvelar su historia. 

Para Montañés era importante la rigurosidad periodística del libro. Siete editoriales rechazaron publicarlo porque preferían que lo convirtiera en una novela. “Es verdad que tiene todos los tintes de una historia novelesca, pero eso habría significado perder credibilidad”. Para el autor, Joan es importante porque “llena de contenido los años 50 y 60 de Dalí, una primera etapa aún muy desconocida”.