CRÍTICA DE DANZA
Fuga de talentos, también en danza
La terceras Gala de bailarines catalanes en el mundo deja buen sabor y a la vez tristeza por tanto talento huido
Un milagro. Esto es lo que sucedió este fin de semana en Terrassa. Un milagro porque se pudo celebrar la Gala de bailarines catalanes en el mundo a pesar de las restricciones ocasionadas por la pandemia de covid-19. Aunque el Centre Cultural Terrassa estaba al 50% por motivos de seguridad, se creó un clima de celebración que tuvo como banda sonora los generosos aplausos y los “bravos” sofocados por las mascarillas de un público totalmente entregado. Y es que para los amantes de la danza esta cita anual dirigida por Marisa Yudes que permite descubrir y disfrutar de bailarines catalanes que trabajan por todo el mundo -desde Portugal hasta al Japón-es todo un regalo.
Las seis parejas de este año -lideradas por Maria José Espinoza, Yago Catalinas, Julia Roca, Mariona Orpella, Salvador Martínez y Clara Pla- ofrecieron un espectáculo de nivel y variedad estilística, acorde con las distintas trayectorias y experiencias. Brilló con emoción Mariona Orpella, que dejó el público hipnotizado ya en su primera aparición, con una pieza contemporánea creada por Kirill Radev, al lado de Darío Sanz, ambos de la compañía Korpo Dance Project, con sede en la Escuela de Danza Marisa Yudes. En la segunda parte, Orpella encarnó a la peligrosa odalisca de Scheherazade con unas ondulaciones musculosas que parecían movilizar hasta sus labios. Sus brazos, casi hiperextendidos, tenían vida propia y eclipsó a su partenaire postrado a sus pies.
También destacó Salvador Martínez Masat, de la compañía Poznan Ballet Opera House. A pesar de una primera pieza edulcorada -'El beso', de Juan Polo Cobos- Martínez mostró todo su brío en la moderna 'Take me with you', de Robert Bondara, con música de Radiohead, al lado de la sonriente y delicada Saeka Shirai. Luciendo un 'cambré' de vértigo, el joven insufló vida a esta pieza explosiva que fue de las más aplaudidas en la función del sábado. También hubo espacio para el repertorio y destacó la pareja de la State Opera Stara Zagora: Clara Pla, de bonitos equilibrios y giros, y Ishigo Tomoki, que parecía echar chispas de la energía como derramada por sus grandes saltos.
En esta tercera edición de la Gala se renovó el sentimiento de satisfacción al constatar la calidad de las nuevas generaciones de bailarines, y a la vez de tristeza porque todos han tenido que exilarse para poder vivir de su arte. Se habla de la “fuga de cerebros”, pero ¿qué hay de la “fuga de bailarines”?
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