FESTIVAL DE CINE DE VENECIA
Cuando un quijote robó un Goya
En el verano de 1961, un hombre se coló en la National Gallery de Londres a través de la ventana de uno de los lavabos para hombres y sustrajo del museo el ‘Retrato del Duque de Wellington’, de Francisco de Goya. Poco tiempo después, un taxista de 60 años llamado Kempton Bunton se confesó el autor del robo devolviendo la pintura, y reveló que su único objetivo al cometerlo había sido pedir un rescate y posteriormente destinarlo a la caridad. ’The Duke’, la película sobre aquel suceso presentada hoy en la Mostra de Venecia fuera de concurso, considera que Bunton no era un ladrón sino un quijote, y probablemente tenga razón. El problema es que el director británico Roger Michell se muestra tan empeñado en impedir que el espectador tenga dudas al respecto que ningunea todos los dilemas morales -¿es un criminal alguien que comete un crimen por el bien común? ¿Es sensato que un gobierno gaste fortunas en arte cuando sus ciudadanos sufren penurias económicas?- que la historia de Bunton plantea.
Entretanto, además, ‘The Duke’ en ningún momento da la sensación de saber exactamente qué quiere ser. Por un lado exuda el aire liviano y jovial propio de las comedias, pero al mismo tiempo Michell -cuyo mayor éxito sigue siendo la ‘romcom’ ‘Notting Hill’ (1999)- introduce en la trama crisis matrimoniales e hijas muertas, y como resultado la película no es capaz de mostrar ni sentido del humor ni hondura dramática. Asimismo, a lo largo de su metraje el relato sufre espasmos periódicos de estilización visual -especialmente pantallas partidas y montajes musicales- a través de los que parece tratar de inscribirse en cierta tradición del cine de atracos a la que pertenecen títulos como ‘El Golpe’ (1973) y ‘Ocean’s Eleven’ (2001), pero ni se toma la molestia de convertir la escena del robo del Goya en un momento cinematográfico mínimamente memorable.
Y, por último, si por un lado ‘The Duke’ utiliza el caso de Bunton como vehículo a bordo del que ofrecer un alegato en contra de los gobiernos y en realidad de cualquier forma de autoridad, por el otro exhibe una forma curiosamente autoritaria de progresismo social. Es una película tan convencida de estar en posesión de la verdad que acaba resultando reaccionaria.
Cuarón y el 'cante jondo' indio
El primero de los títulos aspirantes al León de Oro presentados hoy, ‘The Disciple’, contempla las decepciones experimentadas por un joven que intenta triunfar en el canto tradicional indio, y cuya arrogante búsqueda de la pureza musical se ve saboteada por su falta de talento; y en el proceso la película -que cuenta con Alfonso Cuarón como productor ejecutivo- invita a una interesante reflexión sobre el valor de la ortodoxia artística en la cultura popular que, eso sí, queda aplastada bajo una sucesión de actuaciones musicales plomizas e impenetrables para todo espectador no iniciado. En todo caso, es una obra maestra si se compara con la otra ficción a concurso de la jornada, ‘Padrenostro’, tedioso relato de pérdida de la inocencia infantil que intenta adquirir envergadura a través de alusiones al terrorismo de izquierdas de los 70 y de una insoportable sucesión de planos ralentizados bañados por la luz del sol.
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