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Sam Mendes ('1917'): "Me niego a tener una visión nostálgica de la guerra"

El director inglés viaja a la primera guerra mundial para ofrecer su película más virtuosa, narrada a través de un plano secuencia, que llega a los cines tras triunfar en los Globos de Oro

Sam Mendes, en la presentación en Madrid de '1917'

Sam Mendes, en la presentación en Madrid de '1917' / periodico

Beatriz Martínez

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Después de dirigir dos de los mejores capítulos de la última etapa de James Bond (‘Skyfall’ y ‘Spectrum’), Sam Mendes regresa a la actualidad cinematográfica con, ‘1917’, una película destinada a convertirse en un clásico inmediato del género bélico. Puede que sea su obra más personal, ya que en ella ha vertido algunos de los recuerdos que le contó su abuelo de la primera guerra mundial, y sin duda su película más virtuosa, ya que toda la narración está contada a través de un plano secuencia que sumerge al espectador de manera inmersiva en la perspectiva de dos soldados que tienen que atravesar Tierra de Nadie para mandar un mensaje que detenga un ataque que salvará la vida a miles de hombres.

‘1917’ se ha convertido de manera inesperada en la auténtica protagonista de la temporada de premios al conseguir el Globo de Oro a la Mejor Película y al Mejor Director, imponiéndose a títulos como ‘El irlandés’ o ‘Joker’ y perfilándose como una de las favoritas para los próximos Oscar, unos galardones que ya conquistó en su momento gracias a ‘American Beauty’ (1999), la película con la que se dio a conocer.

Muchas películas bélicas hablan de patriotismo y heroísmo. ¿Quería usted subvertir estos términos?

Efectivamente no estoy nada interesado en el patriotismo, lo que no quiere decir que no ame a mi país. Pero no se trataba de hablar de las maravillas de Reino Unido y de culpabilizar a los alemanes de todo, como se suele hacer. Realmente, se podría haber rodado esta misma historia cambiando las nacionalidades porque no se trata de países, se trata de experiencias humanas dentro de la guerra. De personas que se ven abocadas a una situación extrema, despojadas de todo. En la guerra se trata de sobrevivir, no de triunfar. 

¿Quizás por eso sus personajes son héroes anónimos?

No hay grandes batallas en la película, no hay grandes proezas, solo un camino lleno de peligros. La guerra está llena de pequeñas historias, de soldados de a pie que murieron y que jamás se encontraron. Mi abuelo me contó muchas de sus vivencias allí y no se trataban de actos de valentía, sino simples golpes de suerte o coincidencias. Por eso siempre se me quedó grabada la imagen de tener que llevar un mensaje cruzando Tierra de Nadie. A partir de ahí surgió el germen de la película.

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¿Por qué un plano secuencia para contar la historia?

Por varias razones. Quería contar la película en tiempo real y quería que el espectador viviera la experiencia con los personajes principales.

En un momento en el que el cine de acción se basa en los cortes de montaje, planear una película así es toda una declaración de intenciones.

Seguramente el fallecido Conrad Hall, mi director de fotografía en ‘American beauty’ o ‘Camino a la perdición’ me diría que lo que estoy intentando es desplegar todos mis encantos para que todo el mundo vea lo bien que lo hago (risas). Pero mi intención era retar al público a acercarse a la contienda de una manera diferente. Nos han contado la guerra de muchas maneras, pero creo que faltaba esta perspectiva inmersiva en la que se pudiera sentir el miedo.

"Quería utilizar el lenguaje del cine de terror, no tanto por la sangre, sino por la tensión y la muerte alrededor"

Como en una película de terror.

Es que es el género con el que mejor se puede emparentar esta película. Hay una sensación constante y tangible de amenaza. Ves que los protagonistas van a girar una esquina y piensas que les va a pasar algo. Ese es el idioma que quería utilizar, el del cine de terror, no tanto por la sangre, sino por la tensión y la muerte alrededor.

¿Y no cree que el virtuosismo técnico puede despistar al espectador un poco de la historia que se quiere contar?

Si se está pendiente de los cortes, sí (risas) Aunque ya advierto que son muy buenos y apenas se notan, son difíciles de apreciar excepto un fundido a negro obvio que hay. Quería configurar una especie de baile o coreografía entre la cámara, el paisaje y los personajes. Pero precisamente esta forma de contar está vinculada a la necesidad de generar una experiencia auténtica en el espectador, que sienta de forma física y emocional lo que ocurre en la pantalla.

Ese fundido a negro del que habla nos adentra en un paisaje espectral y mítico que rompe con el realismo de la película.

Las tomas nocturnas nos introducen en un panorama más mítico y tras ese fundido es como si el personaje resucitara, saliera del inframundo y nos adentráramos en un espacio poético y surrealista después de haber sentido la putrefacción de los cadáveres. Me gustaba ese contraste entre el hedor de los cuerpos apilados y la ligereza de un río que lava y refresca. 

No es una película que lance mensajes, sino que se propone más como una experiencia.

La idea de aprender del cine no es algo que a mí me gusto mucho. Prefiero la noción de experiencia, que la gente se lleve algo a su casa después de ver una película, ya sea una imagen o una sensación, un chute de adrenalina, lo que sea. Para cada persona será diferente y eso es maravilloso. Nada de mensajes.

¿Qué ecos de la primera guerra mundial resuenan para usted en la actualidad?

En aquella época se luchó por una Europa libre y unida y es una cosa que mi país haría bien en recordar ahora mismo. Lo que me niego es a tener una visión nostálgica de la guerra, de lo grande que era una nación conquistando otros países. Prefiero enfocarlo al caos y la destrucción que genera.