CRÍTICA DE CINE
'Mientras dure la guerra': Amenábar, en busca de ese punto medio
Amenábar intenta en todo momento situarse en las antípodas de lo que normalmente se ha entendido ¿y practicado¿ como cine sobre la guerra civil española
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
La perspectiva que ofrece Alejandro Amenábar de la guerra civil española en 'Mientras dure la guerra' se sitúa en un punto intermedio, en la observación atenta de unos hechos determinados durante los primeros días del conflicto. La película gira en torno a la posición inicial que Miguel de Unamuno tuvo sobre la sublevación militar, aceptándola al no estar de acuerdo con muchas de las decisiones del Gobierno republicano, motivo por el que fue cesado de su cargo de rector en la Universidad de Salamanca.
Pero obviamente cambió, según el filme, cuando alguno de sus amigos fueron represaliadospor los fascistas. El cambio resultó drástico –además de lógico y coherente–, inmortalizado en su discurso en el paraninfo de la universidad, donde desafió a los golpistas (en la sala, junto a él, estaban Millán Astray y Carmen Polo de Franco, una de las principales valedoras y admiradoras de Unamuno) y tuvo que salir rápidamente para evitar las iras de los presentes.
La película está construida en progresión hasta llegar a ese clímax dramático, no por conocido menos intenso, aunque la salida apresurada de Unamuno del paraninfo, ayudado por la esposa del futuro dictador, contiene el inserto de dos manos unidas que, ideológicamente, puede dar que hablar.
Amenábar intenta en todo momento situarse en las antípodas de lo que normalmente se ha entendido –y practicado– como cine sobre la contienda española. Aún no hay vencedores ni vencidos en lo que contempla el relato, que se ciñe mejor a la observación de los vaivenes ideológicos de Unamuno y, sobre todo, como fue tratado tanto por los republicanos como por los fascistas. Es el estigma de las dos Españas, aunque representado de una forma distinta en la que el director, elegante y a la vez tenso, no carga las tintas sino que busca ese punto medio perfecto.
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