CRÓNICA
Maria del Mar Bonet y José María Vitier, más lejos todavía
La cantautora mallorquina y el pianista cubano multiplicaron sus poderes en un exuberante recital en el teatro Joventut, de L'Hospitalet
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
No hay dos conciertos parecidos de Maria del Mar Bonet, ni está la cantante mallorquina sujeta a la dulce y acomodada melodía del ‘revival’. El suyo es un caso único de desafío constante a través del tiempo, con la frescura y el sentido aventurero de las primeras veces. Volvió a demostrarlo este viernes en el teatro Joventut, de L’Hospitalet (Barnasants), donde se metió con gusto en un delicado jardín de la mano del pianista cubano José María Vitier.
Esta alianza deriva de una de las ramas de su último disco, ‘Ultramar’, elaborado en Cuba con músicos de la isla. Vitier, uno de ellos, ofreció su cruce de romanticismo europeo y latinidad tropical en la primera parte del concierto, de carácter instrumental y arropado por un bonito montaje de vídeo. Ahí se movió desde el clasicismo de ‘Tus ojos claros’ (pieza a la que han puesto voz tanto Silvio Rodríguez como Pablo Milanés) hasta la impronta antillana de ‘Tempo habanero’ o ‘Contradanza festiva’, enriquecido ahí por el contrabajo y las percusiones de un tercer implicado, el multi-instrumentista (y Viceministro de Cultura cubano) Abel Acosta.
Sintonía feminista
Vitier puso su técnica deslumbrante al servicio de una emoción educada en un recorrido que culminó con la pieza central de ‘Fresa y chocolate’. Así sirvió luego a la voz de Maria del Mar Bonet, que se abrió pasó en sintonía con el espíritu del 8 de marzo con ‘Nosaltres les dones’, su pronta expresión feminista (del álbum ‘Alenar’, de 1977), a partir del poema de la finlandesa (de cultura sueca) Edith Södergran, que dice aquello de "volies una dona i trobares una persona".
La música y, más aún, la voz son materiales sensibles, y hasta una perfeccionista como ella tiene noches que sobresalen entre la excelencia habitual. La del viernes fue una de ellas, con una modulación de altos vuelos a través del cancionero de ‘Ultramar’, de los relieves de una inédita adaptación de Noel Nicola (‘I quan surtis, lluna plena’) y de la profundidad anímica de ‘No voldria res més ara’.
Y la cima, ese ‘Ave María’ de Vitier, cantando en latín sobre una convulsa trama rítmica afrocubana, entre fraseos en yoruba de Acosta y del mismo pianista. Sincretismo total con una Bonet dominadora, de enojada trascendencia diríamos que casi ‘punkie’, y el tambor batá apuntalando el estado de trance. Ya cuesta abajo, el bis no pasó por alto ‘Què volen aquesta gent?’ (dedicada a “una amiga”, Carme Forcadell) y una revisión de ‘La Balanguera’ con inflexiones de jazz, llevando la música y el espíritu, una vez más, un poco más lejos.
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