CRÓNICA DE MÚSICA
La OBC emociona con Brahms
El conjunto catalán brilló bajo la batuta de Hartmut Haenchen en el Auditori
Pablo Meléndez-Haddad
Pablo Meléndez-Haddad
La Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) contó con tres invitados en su XI concierto de la temporada, el director alemany Hartmut Haenchen –un maestro también con una larga experiencia en el campo de la ópera, incluso en Bayreuth, donde dirigió ‘Parsifal’ después de la ‘espantá’ de Andris Nelsons en 2016–, el Cor Madrigal que dirige Mireia Barrera y el Cor de Cambra de Granollers liderado por Josep Vila Jover. Sí, el romántico programa diseñado para los abonados de ‘l’orquestra’ incluía obras sinfónico corales de Beethoven y Brahms como excelentes compañeros de viaje de la feliz, optimista y popular ‘Tercera Sinfonía’ de Schumann (1850), conocida como ‘Renana’, ya que el compositor tenía previsto nombrarla ‘Episodio de una vida a orillas del Rin’. Se trata de la sinfonía más programada de su autor y en la lectura de Haenchen pudo apreciarse todo el ímpetu glorioso de esta gran obra, de sabrosos tintes populares y folclóricos, pero de una profundidad incontestable.
El director –un wagneriano de estirpe– le sacó todo el brillo al grandioso melodismo de la obra, procurando un fraseo siempre nítido pero cargado de equilibrada solemnidad, consiguiendo, además, interesantes colores en cuerda y madera. El tercer movimiento, ‘Nicht Schnell’, sobresalió por la elegancia con que impregnó su lirismo, muy bien asumido por la orquesta, al igual que el siempre emotivo ‘Feierlich’, de tintes religiosos y que mira al pasado, y que el maestro enlazó sin respiro con el ‘finale’, ‘Lebhaft’.
Contrastes marcados y dramáticos
La segunda parte se abrió con la breve y poco divulgada obra de Beethoven ‘Meeresstille und glückliche Fahrt, Op. 112’ (‘Mar en calma y un próspero viaje’), para coro y orquesta sobre dos poemas de Goethe, a quien está dedicada, y que la OBC en esta ocasión incorporaba a su repertorio. El compositor crearía para esta breve cantata un discurso casi teatral, describiendo con la partitura los poemas casi literalmente, creando un efectismo de fácil lectura y que, por momentos, recuerda alguna escena de su ópera ‘Fidelio’. La masa coral se desenvolvió con concentración y total eficacia, al igual que en las dos maravillas de Brahms que despedían la velada, la dramática y sublime ‘Nänie’ compuesta sobre un poema de Schiller sobre la diosa romana de la muerte –casi un mini ‘Réquiem’ pagano– y en la sensible y conocida ‘Schicksalslied’ (‘Canción del destino’), con texto de Hölderlin.
Hartmut Haenchen esculpió las tres piezas procurando contrastes marcados y dramáticos, buscando claroscuros, contando con el adecuado material vocal de ambas agrupaciones catalanas y con su excelente respuesta. Si la obra de Beethoven, casi un divertimento, sorprendió al público por su carácter anecdótico, la emoción llenó la sala Pau Casals con ambas obras de Brahms, culmen del Romanticismo musical.
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