CRÓNiCA
La emotiva 'Butterfly' de Ainhoa Arteta
La soprano vasca regresa al Liceu, en su debut en el papel de Cio-Cio San

Ainhoa Arteta en el rol de Cio-Cio San junto a Rame Lahaj, en el Liceu.
El estreno del reparto alternativo de esta reposición de la producción de la pucciniana 'Madama Butterfly' firmada por Moshe Leiser y Patrice Caurier se frustró el pasado 13 de enero por partida doble a causa de la cancelación por enfermedad de ambos protagonistas. Tenor y soprano fueron entonces sustituidos y no ha sido hasta una semana más tarde que la pareja ha podido subir al escenario del Liceu. Se daba la circunstancia de que ese estreno no solo implicaba el debut local del ascendente tenor kosovar Rame Lahaj, sino también el de la soprano vasca Ainhoa Arteta como Cio-Cio San, un papel con el que llevaba soñando desde hace tiempo.
A esas expectativas se unía el regreso de Arteta al Liceu; la soprano española más mediática y popular no se privó y demostró su pasional enfoque del personaje, su dominio técnico y sus dotes dramáticas y expresivas, consiguiendo un triunfo rotundo ante unos entregados liceístas –se trataba del exigente público del abono del domingo de tarde– que disfrutaron con la diva española por excelencia. Una cantante demasiado ausente de los principales escenarios operísticos nacionales –junto al Liceu, el Real de Madrid y Les Arts de Valencia– o que, al igual que muchos cantantes nacionales de carrera internacional, quedan confinados al segundo reparto. Arteta dibujó una Butterfly fuerte y dramática y se le vio más cómoda en la segunda parte, con más control del ‘fiato’ y un fraseo más concentrado. Sus nervios se hicieron evidentes en su entrada o en algunos sobreagudos, prefiriendo no cantar el del final del primer acto. Pero su prestación fue muy emotiva, con unos pianísimos fantásticos aportados en los momentos precisos.
Noticias relacionadasRame Lahaj, un tenor que triunfó en el concurso Operalia de 2016 y que ahora despega a nivel internacional, aportó una voz espléndida, amplia, timbrada y hermosa, brindando un convincente –y dramático– perfil de Pinkerton; lástima de esas impurezas al final del primer acto. La Suzuki de Justina Gringyte, debutante en el Liceu y en el papel, construyó un personaje muy eficaz, vocalmente cómoda y de adecuados movimientos.
Gabriel Bermúdez trajo desde Viena un Sharpless muy interiorizado, con una línea de canto notable y con todos los ingredientes para hacer creíble su personaje. Muy convincentes los comprimarios, nuevamente inaudibles los internos, muy concentrado y entregado el Coro y espléndida la labor de la Simfònica liceísta después de esas cuerdas nerviosas del comienzo bajo las órdenes de un teatral Giampaolo Bisanti.
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