ENTREVISTA

Max: "Nadie sabe reírse de sí mismo y ahí empiezan todos los males"

El dibujante, primer Premio Nacional de Cómic, regresa con 'Rey Carbón', donde el dibujo y su origen son los protagonistas

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Anna Abella

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La prometida de un joven que se despide de ella porque debe partir a la guerra observa su sombra proyectada en la pared; coge un trozo de carbón y traza el contorno de su perfil para conservar el recuerdo de él. Esta fábula, con la que Plinio el Viejo explicaba el origen de la pintura, es el tema de fondo que el dibujante Max -Francesc Capdevila- (Barcelona, 1956) rescata para urdir su nuevo y, avisa, “poco convencional” trabajo, ‘Rey Carbón’ (La Cúpula). Sigue fiel a últimas ficciones hipnóticas y vanguardistas, teñidas de humor, con seres filiformes, prácticamente en blanco y negro y mudas, pues la palabra apenas asoma en un relato donde la imagen es absoluta protagonista. Desde su casa, en Mallorca, a punto de empezar la gira de promoción que le llevará a Valencia, Madrid y Barcelona, el creador de Gustavo y Peter Pank, autor del metafísico ‘Vapor’ y primer Premio Nacional de Cómic, en el 2007, con ‘Bardín el Superrealista’, desvela sus claves.

Este rey Carbón vive en una cueva, fuma en pipa y se tira pedos. Políticamente incorrecto...

Sí... Es un gamberrete, un vivales, un espabilado simpático. Para ser tan minimalista tiene mucha personalidad. 

Y caza cuervos con cucuruchos.

Es una fascinación antigua mía que surgió de una revista inglesa y ecologista de los años 70. En la cubierta había un grabado de cuervos con cucuruchos blancos en la cabeza, incongruente. Pero era el método que usaban los campesinos ingleses para matar los cuervos que se comían el grano. 

Cierra con una cita del escritor Tom McCarthy que habla de "leer a través de historias subyacentes" que contienen huellas que son lecturas de otras huellas.

Me pareció perfecta porque busco lo que sugiere esa cita. Mi proceso de trabajo ha sido ir acumulando cosas, capas de diversos temas que van dejando huellas, rastros, son cosas anteriores de mi obra que he ido encontrando, estudiando, mamando. Y como la excusa argumental es esa fábula de Plinio sobre el origen del dibujo enlaza con que empezamos a dibujar en las paredes de las cuevas, lo seguimos haciendo en el renacimiento en los ‘grutescos’ del palacio de Nerón, y hoy en grafitis. Hablo del impulso de dibujar, todos los dibujantes llevamos encima residuos y huellas de la historia del arte. Pero el dibujo es algo que todos hemos hecho de niños, es la forma de expresión más directa.

¿Hay lecturas ocultas?

Creo que cada lector hará lecturas ligeramente diferentes. Es una historia que va fluyendo pero que está lejos de la narrativa convencional de introducción, nudo y desenlace. Con ella pretendo que el lector pueda ser tan creativo como yo he intentado serlo al crearlo, que se meta en el cómic y lo imagine. Esa idea de que lo bueno del arte es que el receptor pueda ser tan creativo como el autor me iluminó en un momento de bajón que tuve a mitad del libro y pensé si lo que hacía valía la pena. Me la dio el último libro de Enrique Vila-Matas [‘Impón tu suerte’]. 

"La gente se ha intoxicado con la paranoia de que hacer broma de algo es despreciarlo"

Sigue ahorrando palabras. ¿Hay demasiado ruido en el mundo?

Hay demasiado ruido y demasiada verborrea. Y al mismo tiempo estamos en el siglo en el que la imagen adquiere más preponderancia para comunicar. Cuando decimos que el cómic tiene dibujo y palabras es una convención. En mi caso, el reducir la presencia de textos ha sido instintivo. El dibujo comunica de una forma tremebunda. Sin palabras, el dibujo es el guion, es la narrativa. Es una reivindicación del dibujo como portador del mensaje. Si hablas del nacimiento del dibujo qué mejor forma de hacerlo que dibujando.

El protagonista intenta salvar a un orondo ser blanco dibujando con carbón en la pared de su cueva.  

Le encuentra de forma fortuita y le surge un pequeño instinto humanitario que le lleva a acogerlo y alimentarlo, pero ese ser no responde a sus estímulos y no logra interacturar con él. Ahí hay una metáfora: cómo actúa el arte o la representación artística, sea cinematográfica, literaria... A menudo se basa en un modelo real, lo transforma y luego se deshace de él al crear una nueva realidad artística, que vuela sola, coge su propia dinámica y va construyendo mundos. Y ahí la típica polémica entre realismo y ficción. En la fábula de Plinio el dibujo nace a partir de la sombra del personaje, no del personaje real.    

La última parte, ‘Teatrillo’, parece decir que todos somos títeres sin saberlo. 

Funciona como broma final. Va en el sentido de que para ser serio siempre hay que dejar espacio para el humor. Aunque toque temas profundos y filosóficos procuro huir de la profundidad, y el humor es necesario para entender y disfrutar de estas cosas. Todo el libro es en blanco y negro y en ese capítulo hay color y una cancioncilla. 

Pues últimamente hay mucha gente que no parece entender el humor. 

Cierto, todo el mundo se ha vuelto muy susceptible. Nadie sabe reírse de sí mismo y ahí empiezan todos los males. El humor es lo más saludable que hay y lo más sano de todo es aceptar que otros puedan reírse de ti. 

¿La gente tiene hoy la piel más fina que en el tardofranquismo?

De joven recuerdo que todo el mundo se burlaba de todo y no pasaba nada. Había un consenso a nivel de calle sobre que se podía hacer broma de todo, aunque hubiera que ir con cuidado con la dictadura, claro. Eso se ha perdido, la gente se ha intoxicado con la paranoia de que hacer broma de algo es despreciarlo. Y ahora toca ir con pies de plomo, te autocensuras, sí, quien diga que no es un kamikaze. Sabes que ciertas cosas cabrean a la gente y yo no hago cómics para enfadar a nadie sino para hacer feliz a la gente. Aunque en el tipo de cómic que hago es difícil picar a alguien porque no hago humor político o social y mis tiras van dirigidas al mundo de la cultura, que aún es receptiva a la broma.

Las redes e internet no ayudan.

Son un altavoz total. Ves que algo que haces en tu entorno es tolerable pero llega no sabes dónde ni cómo y hay alguien que puede ponerse hecho una furia. Es peligroso porque pierdes el control de tu obra. 

"El cómic tiene buena salud, está mejor que hace unos años, pero la precariedad profesional continúa igual"

En su blog dice que ‘Rey Carbón’ tiene residuos de los tres hilos de Duchamp... 

Sí, él dejó caer al azar tres hilos para crear una nueva obra y yo hice lo mismo con las ideas que tenía dispersas, y las empecé a hilar. 

... y de una canción de cuna...

Es una de esas ideas que vi que podía ligar. La cantaba Peter Gabriel en Genesis y tenía su origen en una canción de cuna inglesa de la que se hicieron poemas satíricos contra los dueños de las minas de carbón. 

... y de Edward Lear, poeta, científico y dibujante del siglo XIX.  

Es un referente muy importante. Viajaba y dibujaba animales, plantas y paisajes pero también escribía poemas humorísticos y absurdos y hacía unos graciosos dibujos, los ‘limericks’. Los he usado en varias historietas. 

"La cultura está en un momento que da pena, es el último mono. Está siendo sustituida masivamente por el entretenimiento sin más. El mundo cultural se está viniendo abajo"

La tercera parte, ‘Combar Eyr’, surge de combinar las letras de ‘Rey Carbón’. 

Siempre he hecho figuración narrativa y quise ver qué pasaba si deconstruía las cosas hasta el punto de que pareciera un cómic abstracto, jugar con los elementos que habían salido para crear una narrativa basada en una abstracción visual. Pero creo que me ha salido perfectamente interpretable...

¿Cómo ve la salud del cómic en España?  

No hace demasiado que hablábamos de la etiqueta de novela gráfica, que parecía la gran esperanza para los que hacemos cómic de autor. Ha funcionado muy bien, el concepto ha calado y nos ha abierto a nuevos lectores y a los medios. Pero temo que al final se instale en una especie de rutina. Veo novelas gráficas que funcionan muy bien y están muy bien pero la mayoría se basan en hechos reales, históricos, vividos. Y parece que no hay tanto espacio para los que hacemos ficción pura. Pero la salud del cómic está mejor que hace unos años, aunque la precariedad profesional continúa igual, la compartimos con poetas, escritores y la cultura en general. La cultura está en un momento que da pena. El mundo parece ir hacia otro lado y la cultura es el último mono. Está siendo sustituida masivamente por el entretenimiento sin más. El mundo cultural se está viniendo abajo.