'THRILLER' EN LA CIUDAD SATÉLITE
Toni Hill o Sandokán contra el 'bullying' en el Cornellà de los 70
Con el 'thriller' de suspense 'Tigres de cristal' el escritor regresa a su infancia y rinde homenaje a los inmigrantes que en el tardofranquismo poblaban el barrio de Ciudad Satélite

Una imagen de 1984 de la plaza de Catalunya del barrio de San Ildefonso de Ciudad Satélite, en Cornellà. / periodico

Anna Abella
Anna AbellaPeriodista cultural
En esta casa desde 1990. Periodista cultural. Buceando en el mundo de los libros desde 2005.
Anna Abella
A Toni Hill (Barcelona, 1966) se le quedó grabada la imagen del vídeo en que dos chavales de diez años se llevaban de un supermercado en 1993 a un pequeño de dos. Lo torturaron y asesinaron. Era el ‘caso James Bulger’.‘caso James Bulger’ “Fueron los primeros niños condenados a prisión en Inglaterra. Salieron al cumplir los 18. Y pensé ‘¿se han perdonado a sí mismos?, ¿viven sin remordimientos?, ¿son capaces de vivir con lo que hicieron?, ¿se justifican diciéndose que eran unos niños?’. Me gustaría entender por qué lo secuestraron y mataron. Y me pregunto hasta qué punto una sociedad está dispuesta a perdonar y qué opinan los padres de la víctima. Es morbosamente interesante pensar cómo te perdonas a ti mismo tras algo así. Somos muy cínicos con la culpa y nos justificamos porque ya no creemos que ningún dios nos vaya a castigar”.
Todas esas reflexiones las traslada ahora el autor de la trilogía del inspector Héctor Salgado al ‘thriller’ de suspense y atmósfera costumbrista ‘Tigres de cristal’ (Grijalbo / Rosa dels Vents). En él, Hill imbrica sensaciones y recuerdos de infancia en una historia de amistad, venganza, culpa y acoso escolar que se origina en los años 70 en la Ciudad Satélite, fruto del desarrollismo franquista y hoy el barrio obrero de Sant Ildefons, de Cornellà, capital del ‘cinturón rojo’ barcelonés, al que entonces llegaron tantos inmigrantes de toda España en busca de una vida mejor.
Es en aquel entorno en el que dos amigos –Víctor y Juanpe - matan al acosador del segundo, Joaquín, crimen del que es testigo un cuarto niño, Ismael, álter ego del autor, que usa esa muerte para hablar de la sociedad en que viven. “La novela reivindica a aquellos inmigrantes que se atrevieron a dejar sus pueblos y llegaron a la Ciudad Satélite cuando allí aún no había nada, ningún servicio público, y se construyeron grandes bloques sobre terrenos vacíos en un momento en que aún todo era Franco. Se unieron y salieron adelante. Y decían que no es que en sus pueblos estuvieran tan mal sino que buscaban un futuro para sus hijos fuera de allí. Y cambiaron sus vidas sin renunciar a sus orígenes y tradiciones”, explica Hill, hijo del ‘baby boom’, sobre un barrio “con mala fama” que conoció a los 14 años cuando un error en la matriculación del instituto le llevó desde la Rambla de Cornellà a los precarios barracones escolares de la Ciudad Satélite.
Prejuicios, ayer y hoy, sobre los inmigrantes
“Llegué con prejuicios y miedo pero vi que no se comían a nadie. En el recreo flipaba porque cantaban rumbas de Los Chichos. Y allí hice amigos que aún lo son hoy. Con la inmigración hoy sigue habiendo prejuicios enormes. Los pobres no son mala gente, criminales y analfabetos -denuncia-. Igual que cuando íbamos a Barcelona nos vestían de domingo y pensábamos que toda la ciudad era como Pedralbes. Eran estereotipos. Por ello hablo de personajes que no son especialmente buenos o malos. El ser humano no es bueno o malo, pero siempre es egoísta y cuando se trata de supervivencia saca el animal que lleva dentro”.
"Hoy el acoso se extiende por las redes sociales. El mal queda siempre ahí y todo el mundo lo ve. La víctima siente una indefensión total"
Del ‘bullying’ ‘avant la lettre’ de los 70, que el propio Hill sufrió, al acoso escolar actual, pues ‘Tigres de cristal’ viaja al 2015 para estudiar cómo han evolucionado los personajes. “El tipo de acoso refleja dos sociedades distintas pero la humillación siempre está ahí. Antes, la violencia física tenía más fuerza y el miedo era tremendo. Tenías uno o dos enemigos y sabías que estaban en el patio, la puerta de la escuela, el trayecto a casa... Pero hoy el acoso se extiende por las redes sociales. El mal ya está hecho, queda siempre ahí y todo el mundo lo ve. La víctima llega a casa y siente una indefensión total, sabe que no está segura en ninguna parte porque han invadido su espacio más íntimo”.
Quería el novelista explicar también el fenómeno “desde el punto de vista de los padres de los agresores, que tienen un problema grave pero nadie simpatiza con ellos”. Y buscaba hacerlo “sin justificar la crueldad de los niños, que puede ser mayor que en muchos adultos porque aún no tienen valores”.
La lucha sindical
En ese salto de los 70 al 2015 también ha cambiado la clase obrera. “Entonces, los trabajadores, fueran inmigrantes o catalanes, tenían un enemigo común, los patronos. Y se unieron en una lucha sindical y plantaron cara con huelgas. Hoy la nueva clase obrera son los autónomos a la fuerza [como Miriam, hermana del acosador muerto], que sufren la crisis y que, a diferencia de los obreros de los 70, están solos. Tras tantos años de Estado del bienestar, nos hemos ablandado y ante lo que hemos perdido nos hemos quedado con la boca abierta. Hay una crisis de valores que flota en la novela”.
La nostalgia de Mazinger y Sandokán
Autor de la historia gótica ‘Los ángeles de hielo’ (2016), Hill contrarresta la dureza de ‘Tigres de cristal’ "con algo de nostalgia tierna" de su infancia y una cultura popular que bebió aquel 1978 de mitos televisivos como ‘Heidi’ y ‘La casa de la Pradera’, pero sobre todo, como "Mazinger, Curro Jiménez o Sandokán, que eran héroes que se empoderaban contra el poder, que en aquella época nos hacía pensar en Franco". Y de aquel Sandokán, el Tigre de Malasia, surge el título de la novela: “Nos creemos fuertes como tigres pero nos rompemos con facilidad".
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