CRÍTICA DE CINE

'Barbara': un juego de espejos

Fotograma de 'Barbara'.

Fotograma de 'Barbara'. / periodico

Quim Casas

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Si el cine es en muchos casos un juego de espejos, este formidable filme sobre la cantante francesa Barbara (nombre artístico de Monique Andrée Serf) resulta un modélico exponente. Jeanne Balibar, una de las últimas actrices galas que desarrolla también una carrera musical (como Brigitte Bardot, Jeanne Moreau, Jane Birkin, Catherine Deneuve, Isabelle Adjani, Isabelle Huppert, Agnès Jaoui, Vanessa Paradis, Emmanuelle Seigner, Charlotte Gainsbourg, Julie Delpy, Chiara Mastroianni y Mélanie Laurent) interpreta a una actriz y cantante, de nombre Brigitte, escogida por un director introvertido y nostálgico para protagonizar un 'biopic' sobre Barbara, influyente cantante de los años 60 y 70.

Pero Barbara no es solo una sentida evocación de aquella personal artista. Es también el retrato de una actriz actual, Jeanne Balibar, a la que el director del filme, Mathieu Amalric, amó y quizá siga amando. Balibar y Amalric estuvieron casados, y la película puede, debe, verse como un acto de amor de uno hacia otra mezclándolo con la devoción que el cineasta imaginario de la ficción (encarnado por el mismo Amalric por si habían dudas sobre el efecto espejo) siente por la cantante real.

El juego es prodigioso: Amalric monta en una misma escena planos de archivo de la Barbara real con planos de Balibar maquillada como la cantante, y es difícil notar la diferencia salvo en el contraplano, que pertenece a actores actuales. Pasado y presente, realidad y recreación, se encuentran en un gozoso punto medio al que contribuye la siempre distante, y a veces algo afectada, interpretación de Balibar, que se presta al juego propuesto por su director, compañero de reparto y expareja. 

Las imágenes de archivo están muy bien utilizadas. Hacia el final, en un momento de esplendor, vemos a Barbara corriendo por el campo con Jacques Brel, uno de sus mejores amigos: la escena está tomada del filme que protagonizaron juntos en 1972, 'Franz' (Barbara siguió el proceso inverso a Balibar: ella fue un cantante famosa que protagonizó varias películas).

Amalric, entre Barbara y Balibar, vuelve a demostrar su personalidad como director. No es un actor internacional con el leve capricho de dirigir, ya que su primera película, 'Le stade de Wimbledon', era una 'road movie' de búsqueda intelectual; la segunda 'Tournée', constituía una interesante reflexión sobre el mundo del espectáculo (en este caso un grupo de bailarinas de un moderno 'show' burlesco), mientras que la tercera, 'La habitación azul', adaptaba con clase una claustrofóbica novela de Georges Simenon. En 'Barbara' aparece el Amalric más abstracto y poco convencional.