ENTREVISTA
Maria Rodés: "La vocación puede ser un refugio"
La cantautora preestrena 'Eclíptica', un disco inspirado en su antepasado astrónomo Lluís Rodés, en el Auditori
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Siguiendo la pista de un antepasado, el eminente astrónomo Lluís Rodés (1881-1939), Maria Rodés ha hecho un disco, 'Eclíptica', lleno de metáforas celestes y sonoridades con evocadores puntos de luz. Obra distinguida con el premio Puig Porret 2016, otorgado a proyectos de creación musical, su edición discográfica se ha retrasado hasta enero, pero la cantautora la preestrenará este viernes en la sala 3 del Auditori (21.00 horas).
'Eclíptica' parte de una especie de mito familiar. De pequeña, mi padre me decía que en la Luna había un cráter llamado Rodés; fui creciendo con esta idea y acabé decidiéndome a investigarla. En el 2012 participé en una residencia artística llamada Eclíptica en el observatorio de Castelltallat. La organizaba Víctor Nubla: te enseñaban la zona, observabas el cielo y a cambio dabas un concierto en el mismo observatorio. Allí, el astrónomo, Toni Guntín, me recordó la historia de mi tío bisabuelo Lluís y me dio un libro suyo, 'El firmamento'.
El libro le marcó el camino. Es de divulgación científica e incluye un prólogo muy bonito titulado 'Noche serena', que habla del transcurso de una noche. Muchas ideas del disco las he sacado de ahí.
Así, ¿la ciencia puede ser inspiradora? La astronomía puede ser muy sugerente y servir para hacer muchas metáforas, pero aquí se cruza con otras muchas cosas. Mi tío bisabuelo era jesuita y vivió la Guerra Civil desde el observatorio del Ebro, que dirigía, y allí escribió un diario personal. Leyéndolo ves que era un humanista: estaba todo el tiempo criticando las atrocidades que veía tanto de un bando como del otro, y describe incluso cómo venían a aniquilarlo y cómo conseguía convencerlos de que se marcharan hablándoles de la Luna. Los seducía con la astronomía.
Le impresiona su historia. Me conmovió su valor, verle quedándose ahí a proteger el observatorio, y constatar que su vocación acabó siendo un refugio en medio del caos y la guerra. Cuando no nos gusta la realidad podemos acabar construyendo un pequeño mundo y la vocación puede ser eso, un refugio, un espacio seguro. Hice una segunda residencia artística en Amposta, visité el observatorio del Ebro y me pareció fascinante.
El disco refleja esos momentos de guerra. Sí, en 'Sirena'. En su diario describe los bombardeos que oía desde la cama. Esta canción es eso.
¿Qué sonoridades se imaginaba para envolver esta historia? Al principio lo veía con cuerdas, más bien clásico, pero fue cambiando y al final es más moderno, con guitarras eléctricas y otras texturas.
"Yo no pienso mucho cuando hago las canciones. Las cosas se acaban entrelazando, pero eso es después"
Una de las canciones que más llama la atención es 'No lo quiero saber', en la que especula sobre el fin del mundo con un alegre ritmo de cumbia. Viene de una carta que alguien le mandó a mi tío bisabuelo. Le decía: "Mire usted, he estado leyendo revistas científicas, esos astrónomos que dicen que igual la Luna se cae y choca contra la Tierra…", y acababa con algo como "aunque sea verdad, quizá no hace falta que nos lo digan, ya tenemos suficiente con lo nuestro". El hombre estaba asustado y le decía que si esas tragedias van a ocurrir, igual es mejor no saberlo. Me pareció una carta muy divertida y tierna.
Y esa base de cumbia, ¿de dónde cree que sale? Había estado hacía poco en México y en Colombia, y supongo que me apeteció hacer algo así, más latino. Yo no pienso mucho cuando hago las canciones. Las cosas se acaban entrelazando, pero eso es después.
De México han ido saliendo muchas cantautoras pop y algunas tienen relación con usted. Sí, de hecho en el disco está Ximena Sariñana, que canta precisamente la cumbia. Una de las veces que actué allí toqué con músicos de Julieta Venegas y a gracias a ellos conocí a Carla Morrison, Natalia Lafourcade, Marian Ruzzi… Hay chicas muy buenas, sí.
Habrá gente que la descubrió con su disco anterior, 'Maria canta copla'. ¿Cómo lo ve ahora, casi cuatro años después? Fue muy chulo meterme ahí, en el mundo de las versiones y de la copla, que no tiene nada que ver con mi bagaje. Me dio la oportunidad de conocer otros contextos y de conocer personas a las que les gustaba mi disco por razones diferentes a las que yo me esperaba, por una nostalgia quizá. Gente mayor, por ejemplo. ¡Y aprendí mucho como intérprete cantando coplas!
¿Cree que llegó al público como esperaba? Es que no esperaba nada, nunca espero nada en concreto: me tiro a la piscina. Intento hacer lo que quiero y ya está. Sí que soy consciente de las posibilidades que puede tener un disco, pero luego nunca sabes.
¿Y qué le sugiere ahora aquel primer disco como Oníric, 'Sin técnica' (2009)? Hum, no me gusta mucho, aunque le tengo cariño. Cuanto más tiempo pasa más simpatía le tengo a un disco. Este de ahora me gusta bastante, lo cual es raro en mí. Me lo he currado mucho y creo que he ido al límite de mis posibilidades. Otras veces no acababa del todo satisfecha, pero en este estoy contenta. Quizá es que he aprendido a no hacerme tanto caso cuando me pongo autocrítica.
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