CRÓNICA
Tom Jones, alma y fibra en Cambrils
El cantante ofrece un poderoso recital en el Festival Internacional de Música de Cambrils
Tom Jones se las ha ingeniado para poder cantar en un mismo concierto a Dios y a las bombas sexuales sin que nadie pida la hoja de reclamaciones. Ambos mundos, el espiritual y el carnal, se citaron en su voz de tacto áspero, guerrera y rugiente a los 77, ayer en Cambrils, en una sesión de música americana con raíces salpicada por los hits de toda una era, provistos de nuevos vestidos pero felizmente reconocibles.
Un hito para el reactivado Festival Internacional de Música de esta localidad de la Costa Daurada, ahora a cargo de la promotora Concert Studio, que acogió a un Jones en pletóricas condiciones, dilatando hasta el infinito su figura de leyenda y los insondables fondos de su voz. Una estrella del show business que, a partir del 2010, se olvidó de la radiofórmula, o de lo que quedaba de ella, y sometió su carrera a un correctivo severo con vistas al blues, el gospel y el country. Tributos negros y guitarras slide como la que rompió el silencio precediendo a la árida primera canción de la noche, Burning hell, del venerado bluesman John Lee Hooker.
Los días de Las Vegas
Tom Jones en versión roots, una salida inteligente para una carrera que ya no podía depender de la caza del hit y que le sienta como un guante. Jones llamando a las puertas del cielo y pensando en voz alta que «quizá no haya cielo, quizá no haya infierno». Tras los agradecimientos protocolarios y la intención de pasar juntos un «good time tonight», se puso un poco nostálgico y recordó sus días en Las Vegas, cuando se reunía con Elvis Presley «para cantar gospel toda la noche».
El tempo subió en la tradicional God's gonna cut you down y en el asalto a Mama told me not to come, de Randy Newman. Más menciones al primer disco de su trilogía del cambio, Praise & blame, que a los dos siguientes: piezas como Lord help y Did trouble me, con el cantante luciendo graves sobre andamios de blues-rock.
Y sin romper ese clima, sino adaptándose a él, un Sex bomb que comenzó lento, como si nos fuera a cantar algo trascendente, y que ganó ritmo con la llegada del estribillo. Guión parejo al del año pasado en Pedralbes, con el recuerdo, a propósito de Take my love, a su esposa, que falleció de cáncer en el 2016. Se conocieron en 1955. «Cuando sonaba Rock around the clock, una canción que cambió mi vida», recordó. Más hitos cordialmente transformados: Delilah, con más especias fronterizas aunque recortando su trompeta victoriosa.
Rompiendo la timidez
La traca de clásicos se hizo esperar: Jones quisodeleitarse en la oscuridad de canciones como Soul of a man y la lánguida Tower of sound, de Cohen. Y, ahí sí, un Green green grass of home que condujo a What's new pussycat, y a un It's not usual con acordeón y You can leave your hat on. Los cambrilenses parecían tímidos. «¿Sabéis bailar? Esto es España, ¿no?», preguntó provocando que parte del público se levantara y se concentrara a pie de escenario en la funky If I only knew. Su Kiss, de Prince, crecido con los metales, remató la fiesta, pero quiso despedirse hablándonos de las Strange things, cosas extrañas «que ocurren cada día». Él lo sabe bien.
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