Carlos Núñez, invencible fraternidad
El músico gallego celebró el 20º aniversario de su primer disco, 'A irmandade das estrelas', con un espectacular y emotivo concierto en el Palau por el que desfilaron hasta 67 músicos
Jordi Bianciotto
Periodista
JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA
Carlos Núñez conmemora estos días el 20º aniversario de su primer disco, ‘A irmandade das estrelas’, a su libre manera: en lugar de homenajearlo reproduciéndolo canción a canción, quizá repescando algunos invitados ilustres, rompe el molde y lo sustituye por una celebración integral, de puertas abiertas, de su mundo céltico dando cancha a un regimiento de jóvenes talentos. La música de raíz que él contribuyó a elevar y popularizar sigue su camino, nos viene a decir.
Así fue este viernes en su regreso al Palau, Festival del Mil·lenni, recital en vísperas del fin de año convertido ya en tradición. Como lo es también su arrolladora noción del concierto más allá del concierto. Núñez es un entusiasta y no se limita a salir al escenario a interpretar muy bien una serie de piezas: quiere más, mucho más: implicar a cada uno de los asistentes en el espectáculo y la ofrenda. Y si el año pasado trajo a Paddy Moloney, de The Chieftains, esta vez invitó a escena a violonistas, ‘pandereteiras’, acordeonistas y gaiteros del arco celta y más allá, nada menos que 67 músicos de las canteras del folk.
Talentos como la violinista Antía Ameixeiras, que puso luz a ‘Amanecer’, y la acordeonista navarra Itsaso Elizagoien, enrolada en una de las citas a ‘A irmandade das estrelas 2’, compuesta para la reciente película ‘Jota’, de Carlos Saura. El grupo femenino Lilaina, con las percusiones ibéricas de Coetus, en ‘Cantigueiras’; el trío Gelría, encabezado por la dulce voz de Elena Tarrats, en ‘A lavandeira da noite’, y la virtuosa de la tenora, catalana del norte, Aurore Vizentini, en la ‘Marcha de chirimías’.
RITMO Y MAGIA
Entre el público estaba Jordi Savall, cuya hija, Arianna, se sumó al concierto resaltando con su arpa el fondo onírico de ‘El mariner’. Un ir y venir de cómplices y cambios anímicos, sí, con un Núñez más centrado en las flautas que en la gaita, y en dirigir con visible deleite aquel festín de ritmos y escenas mágicas, de impetuosos ‘reels’, abanderados por ‘showman’ Jon Piltzke, y evocadores cánticos como ‘Guadalupe’, en la voz de Pancho Álvarez.
Tras más de dos horas de concierto, Núñez seguía sacándose conejos de la chistera: una tropa de gaiteros de la Casa Galega de L’Hospitalet, versiones del instrumento asturianas y aragonesas, ‘el sac de gemecs’ y una maleta usada como percusión. Público subido al escenario y cantando el coro épico de ‘Theme for the green lands’, y el director del festival, Martín Pérez, emplazando a Núñez a volver el año que viene. “Barcelona es la nueva capital de las músicas ibéricas”, proclamó el gallego. Sobre todo, cada 30 de diciembre.
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