CRÓNICA DE CONCIERTO
Benjamin Clementine, la confirmación de una personalidad única
El músico británico exhibió visceralidad y emoción auténtica en su esperado debut en Barcelona
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
JUAN MANUEL FREIRE / BARCELONA
Tras la cancelación de su concierto del Grec, Benjamin Clementine debutó ayer por fin en Barcelona y confirmó todo lo bueno que se ha escrito sobre su directo. Escuchar su disco 'At least for now' (2015) es una gran experiencia, pero asistir a uno de sus conciertos parece la mejor forma de apreciar las artes viscerales del músico británico: aunque haya tocado estas canciones en multitud de ocasiones, sabe recuperar en cada nota la emoción que las impulsó en un primer momento. Credibilidad máxima.
Clementine llegó descalzo al escenario del Palau de la Música. Es una de sus señas de identidad escénicas, igual que su singular forma de colocarse para tocar el piano, sentado sobre un taburete a priori demasiado alto, con los brazos extendidos y un poco encorvado sobre las teclas. Le acompañaban una chelista (Barbara Le Liepvre) y un batería (Alexis Bossard) de tanta fuerza expresiva como el líder.
La actuación arrancó con 'Winston Churchill’s boy' y sus largos versos, que desdibujan con tensión una bella melodía. En las notas de piano espaciadas asoma la influencia del minimalista Erik Satie. El músico no oculta sus inspiraciones: el piano inicial de 'Adios' remite claramente al 'Sinnerman' de Nina Simone, cuya cruda pero exuberante voz soul aspira a replicar Clementine; y a menudo lo consigue. Pero viendo esta actuación, se tiene sobre todo la sensación de estar presenciando el florecimiento de una personalidad única, auténtica y excitante.
CONMOVIDO DE VERDAD
Es mediante la música como mejor se expresa: entre tema y tema, muy de cuando en cuando, lanza tan solo algunas tímidas palabras de gratitud. Se excusa por no tener canciones fáciles de amor romántico, ni con 'beats' potentes. Observa el paisaje que le rodea y dice: "Es una vista preciosa". Parece conmovido de verdad.
Sería injusto hablar toda la vida de Clementine como el músico que durmió en la calle, pero episodios de un pasado traumático, como ha reconocido el propio artista, marcan el repertorio. Si no de forma explícita, como mínimo a nivel de emoción. Cuando en 'Cornerstone' canta "Estoy solo, solo en una caja de piedra / Decían que me querían, pero todos mentían", su voz se resquebraja y es inevitable que vuelva a la cabeza todo lo leído sobre su deriva solitaria.
Dicha canción-catarsis fue, quizá, el momento álgido de una noche también marcada por 'London' y su estribillo indiscutible; una gran versión del 'River man' de Nick Drake, y ese cierre emotivo con 'The people & I', islote casi celebratorio en un mar de tristeza.
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