ENTREVISTA

José Luis Gómez: "La lengua se ha convertido en mi alegato, mi fijación"

El actor dirige y protagoniza en el TNC 'Celestina' en una producción del Teatro de la Abadía y la Compañía Nacional de Teatro Clásico

Jose Luis Gomez

Jose Luis Gomez / periodico

MARTA CERVERA / BARCELONA

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José Luis Gómez (Huelva, 1940), al que no le gusta que le llamen maestro, disfruta de su nuevo reto teatral como director y protagonista de ‘Celestina’, que representará en el TNC hasta el día 30. Su versión mantiene el rico lenguaje original de la célebre obra de Fernando de Rojas, primer libro en castellano traducido al inglés. La expectación es grande y quedan pocas entradas para ver esta producción conjunta del Teatro de la Abadía y la Compañía Nacional de Teatro Clásico estrenada en Madrid la temporada pasada.

En una época como la nuestra con la crisis, el regreso de populismos y la xenofobia en Europa, ¿qué aporta 'La Celestina'? Esta obra es una joya tanto por su lenguaje como por su descripción de la sociedad y su contemporaneidad, estremecedora. Tiene un trasfondo de violencia contra judíos, moros y espíritus libres que no subrayo pero sí hago permeables en el montaje. En él aparece la sociedad tal cual es, como un gran mercado. En ella también hay corrupción, algo que ha existido y existirá. La diferencia es que en un estado democrático de derecho hay más instrumentos que antaño para perseguirla. 

¿Asumir este personaje era uno de sus sueños? Lo que más me interesó fue la obra. De no ser así, en lugar de dedicarme a levantar el Teatro de la Abadía me hubiera concentrado en explotar mi talento como actor en el cine o en el teatro. Siempre he considerado más valiosa mi aportación al conjunto de la Abadía que mi carrera. Ser famoso es una perfecta tontería. Ser más rico no lo es pero yo solo necesito tener suficiente para vivir. Provengo de una familia modesta, de una tradición austera. 

Descríbame su Celestina. Es una mujer liante, embaucadora y seductora por pura supervivencia. Mi personaje lleva bolso y zapato ortopédico, otra influencia de mis antepasados. Ha sido un atrevimiento por mi parte asumir este rol pero tenía una visión muy clara de lo que quería y tenía ganas de sacar mi lado femenino.  

¿Qué legado quiere dejar en la Abadía, proyecto en el que se ha volcado desde 1995? -Los teatros hay que llenarlos pero no a cualquier precio. El teatro es una de las manifestaciones culturales donde el ser humano y la el lengua se manifiestan con mayor fuerza. La palabra representada se convierte en acción viva. 

El respeto al lenguaje es uno de los sellos de sus producciones, por algo le nombraron académico de la Real Academia. El castellano es la segunda lengua del mundo pero parece que no seamos conscientes y sepamos manejarlo. La lengua se ha convertido en mi alegato, mi fijación. En La Abadía no solo entrenamos la dicción de los actores porque el teatro no solo es hablar bie,n sino sentir aquello que dices. Has de vibrar con cada sílaba. Y ese trabajo de años empieza a ver sus frutos. Es un legado que han asumido mis alumnos, ahora compañeros como Carmen Machi, Pedro Casablanc, Beatriz Arguello…  

¿Cuántas veces ha pensado que su carrera podría haber seguido otro camino? A veces he sentido que la fatiga de tirar del carro podría conmigo. Es cierto que dejé de desarrollar mi carrera en el cine y de dirigir óperas pero no me arrepiento porque el proyecto de La Abadía tiene sentido. Lo peor de todo ha sido compaginar la actividad artística con la gestión.

¿Cómo ve la situación entre España y Catalunya? Deseo que se encuentre una solución razonable y satisfactoria para poder seguir viviendo juntos. No quiero manifestarme políticamente. Estuve casado con una catalana y viví aquí durante los años 70, un periodo muy interesante. Para mí sería una amputación perder a Catalunya porque amo este país, su lenguaje y la forma de ser de su gente. Confío en el sentido común de los ciudadanos y los políticos para elegir lo mejor. Pase lo que pase hay que hallar la manera de seguir viviendo juntos.