UNA LEYENDA CULTURAL DEL PAÍS VECINO

Bernard Pivot: "En Francia la cultura todavía es fundamental"

El periodista televisivo que convocó a millones de espectadores con un programa literario visita Barcelona para celebrar el 75 aniversario de la librería Jaimes

El periodista cultural Bernard Pivot, en la librería Jaimes

El periodista cultural Bernard Pivot, en la librería Jaimes / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Quizá haya que ser francés, y francés de otra época, para lograr lo que el periodista literario Bernard Pivot hizo en un plató televisivo con  'Apostrophes' y 'Bouillon de Culture', conseguir que un viernes por la noche y en horario 'prime time' la gente se apoltronara frente a sus televisores viendo un programa sobre libros cuya acción y efectos especiales eran las ideas y las reflexiones de los autores. Ahora hace 15 años del último de aquellos espacios que durante tres décadas convocaban más espectadores que una final entre el Paris Saint Germain y el Olimpyc de Lyón. Pivot ha seguido en la brecha cultural con un perfil algo más bajo y en los últimos años se ha revelado como un gran actor, monologuista de sus textos fascinados por las palabras y el idioma. El lunes lo demostró en el Teatre Romea en ocasión del 75 aniversario de Jaimes, la librería francesa de Barcelona. A sus 81 años, con un incipiente resfriado, modulando la ironía, fue un ciclón encima del escenario.

Es admirable la fuerza de la que hace usted gala. ¿No le afecta la edad?  Es mi naturaleza. Yo soy así, impulsivo y apasionado. Lo que a usted le sorprende a mí me parece normal.

¿La pasión es la mejor manera de contagiar la curiosidad? Curiosidad y pasión van de la mano. La curiosidad debe ser la primera cualidad del periodista, sin ella no se puede hacer preguntas. La pasión, la tienes o no. He conocido a buenos periodistas que parecen estar perpetuamente cansados, sin sangre en las venas. Pero yo prefiero a los otros, aquellos que quieren saber a toda costa e incluso pueden rozar la imprudencia. Pero por suerte, me dedico a la vida literaria, y no a grandes acontecimientos, como las guerras o la política. Una simple palabra puede despertar en mí la pasión. Por ejemplo, ego, ¡qué palabra más extraordinaria con tan solo tres letras! Es una palabra masculina, necesariamente invariable

¿Y como lograr que esa pasión por las palabras y la lectura se mantenga tras décadas y décadas? No sé explicarlo. De momento la mantengo, pero quizá un día me caiga en redondo y diga que ya no puedo más. En todo caso, estoy seguro de que lo haré con pasión.

Se le ha elogiado por no ser nada académico. ¿Ese sería el secreto de su poder de comunicación?  Sí, tengo una forma de hablar para dirigirme a los escritores que es bastante natural. Ante Solzhenitsin, Marguerite Duras o Yourcenar no cambié el tono para hacerlo más profesoral. Yo soy un periodista, solo eso, y no quiero ocultarlo, no quiero que parezca que acabo de salir de la Sorbona. Mi principal virtud, quizá la única, es estar delante de los grandes personajes tal y como soy. Cuando empecé en televisión me dijeron: “Pobre Bernard, hablas muy mal. Tienes que vocalizar mejor". Así que me puse a hablar lentamente delante del espejo, intentando no comerme las palabras, construyendo las frases ‘comme il faut’ y al cabo de dos o tres días me di cuenta de que aquello no llevaba a ninguna parte.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Ante Solzhenitsin,\u00a0","text":"\"Ante Solzhenitsin,\u00a0Duras o Yourcenar no cambi\u00e9 el tono para hacerlo m\u00e1s profesoral. Yo soy un periodista\""}}¿Cómo se gana la confianza de los entrevistados? Por la lectura de los libros. No hay otra. Eso es fundamental. Cuando un entrevistado venía a mi programa sabía que yo había leído atentamente toda su obra. Nunca ningún escritor me pillo en flagrante delito de no haberle leído o de haberlo hecho demasiado rápidamente.

Usted iba un poco más allá y lograba confesiones y momentos muy especiales. Estoy pensando en Marguerite Duras hablando con naturalidad de su alcoholismo. Nunca me aventuré en la vida privada del autor si este no me había dado pie con sus entrevistas a la prensa o hablando de ello en sus libros. Ese es un límite que yo siempre he respetado.

En el caso de Simenon fue un poco lejos. Sí. Me atreví porque me llevaron sus palabras. Él mismo se me abrió explicando los detalles sórdidos del suicidio de su hija Marie-Jo, me puso incluso un magnetófono con la voz de Marie-Jo haciéndole a él declaraciones amorosasl. Me quedé muy impactado al oír aquello y como para detener aquel chorro de confesiones le espeté: "¿Quién me está hablando es el padre o el comisario Maigret?". Acusó el golpe. Y yo lo sentí mucho.

También el caso de Bukowski se le fue un poco de las manos cuando se presentó borracho en el plató. ¿Aquello fue periodismo o espectáculo? Bueno, Bukowski vino para provocar y dejar a su paso el escándalo. Cosa que en mi programa hizo maravillosamente bien. Yo ya sabía que era un poco extravagante, pero lo pude comprobar. En un determinado momento me di cuenta de que su intención era meterse los dedos en la boca para vomitar en directo sobre el micrófono. Así que mientras entrevistaba al resto de los convidados estaba pendiente de las reacciones de Bukowski controlando sus manos.

¿Le ha decepcionado personalmente algún escritor que apreciara particularmente por sus textos? Hay escritores que son buenos cuando escriben y malos cuando hablan. Y al revés. Evidemente prefiero a los que son buenos en ambas cosas. Con excepciones como Patrick Modiano que es un formidable escritor y se expresa con dificultad, pero lo hace con una sinceridad y una valentía tales que se gana inmediatamente la adhesión del público.

He leído que las reuniones culinarias de la Academia Goncourt, de la que es presidente, usted utiliza los cubiertos de Colette.  En la Academia Francesa heredas el sillón, pero en el Goncourt heredas los cubiertos. Un cuchillo, un tenedor y una cuchara, que llevan marcados los nombres de mis predecesores: Alphonse Daudet, Colette, Giono. Colette es una escritora a la que adoro y me impresiona mucho saber que me he llevado a la boca el mismo tenedor con el que ella comía. Es muy emocionante.

Usted ha caminado entre gigantes de la literatura que ya no están. ¿Qué es lo que siente?  Que he tenido suerte. Pero también podría pensar que desgraciadamente se me escaparon Voltaire, Rousseau o Diderot. Llegué un poco tarde.

Pero ahora ya no existen en la cultura francesa aquellos grandes tótems de los años 60 y 70. Tenemos dos premios Nobel, como Modiano o Le Clezio. Acaba de morir Michel Tournier que era un grandísimo escritor. A Houllebecq no se le puede comparar a la generación de Camus, Sartre o Mauriac, pero cada generación produce sus escritores.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Gracias a la educaci\u00f3n,\u00a0","text":"\"Gracias a la educaci\u00f3n,\u00a0la gente es capaz de comprender que la cultura aporta un sentido a la vida\""}}¿A qué hay que echarle la culpa de la pérdida de prestigio de la cultura en general? No estoy de acuerdo, la cultura no ha perdido prestigio.

Eso es porque es usted francés.  La cultura tiene sus altos y sus bajos, claro está. Pero hablando de Francia, que es el país que conozco, todavía la cultura es algo fundamental. En París hay una fuerza cultural increíble, incluso en provincias encuentras fantásticas compañías de danza y orquestas que luchan contra el recorte de las subvenciones y las dificultades. En el fondo, gracias a la educación, la gente comprende que la cultura aporta un sentido a la vida. Y además de una evasión, abre un mundo de placeres.

Usted es un tuitero muy activo y es seguido por muchísimos jóvenes. Fue mi cuñado el que me metió en el mundo de la informática. Y me quedé fascinado,  no tanto por tener seguidores jóvenes, sino por poder realizar mensajes cortos que pueden ser leídos por un público muy amplio. Me recuerda la prensa escrita en la que debuté, Y  a mi edad los tuits son un excelente ejercicio mental, además de un ejercicio de estilo, para expresar un sentimiento, una idea o un recuerdo. Mi mejor definición de twitter es que es un grupo coral compuesto por solistas.

Usted enfrentaba a los escritores a un cuestionario fijo cuya última pregunta era. ¿Si Dios existe, qué le gustaría oír tras su muerte a las puertas del cielo? ¿Me la responde? Me gustaría oírle decir: " ¡Ah Pivot! explícame las reglas del participio pasado de los verbos pronominales porque, aunque soy Dios, todavía no las he entendido".