Elizabeth Strout: "Mis libros nacen de algo duro que hay en mi interior"

La ganadora del Pulitzer publica 'Me llamo Lucy Barton', que considera su novela más pura

Elizabeth Strout, autora de 'Me llamo Lucy Barton'.

Elizabeth Strout, autora de 'Me llamo Lucy Barton'. / RICARD CUGAT

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Una mujer sola en su cama de hospital. Una madre que no supo ser afectuosa. Un pasado de pobreza. Un matrimonio que hace aguas. Una vocación de escritora. Una historia sintética y liofilizada que golpea al lector casi en cada página con intensidad. 'Me llamo Lucy Barton' (Duomo / 1984) es la última novela de Elizabeth Strout, ganadora del Pulitzer por 'Olive Kitteridge', que fue también serie de televisión con el rostro de Frances McDormand. Robert Redford está preparando la adaptación, también televisiva, de 'Los hermanos Burgess'.

Si tenemos en cuenta que en ‘Olive Kitteridge’ la protagonista dice cosas como "Estoy esperando que se muera mi perro para suicidarme", ¿se podría decir que esta es su novela más compasiva?  Es mi novela más pura. Y por eso mismo, diferente al resto de mis libros. Pero sí, es más fácil que el lector se identifique con esta mujer, Lucy Barton.

¿Esta es una novela sobre cómo nos construimos a nosotros mismos? Exactamente. Intenta reflejar qué pasa cuando tomamos conciencia de lo que somos, de qué significa realmente ser lo que soy. El desencadenante de esta novela fue una escena en la que una chica hablaba con su madre en el hospital en el que estaba ingresada. Normalmente, escribo muchas notas y algunas de ellas acaban en la papelera o en el suelo, pero esa escena se empeñaba en permanecer sobre la mesa de mi escritorio, que es un lugar bastante caótico. Así que no tuve más remedio que prestarle atención.

No es la primera vez que habla de las relaciones entre madres e hijas. ¿Por qué le interesan?  [Ríe sonoramente].  Bueno, las relaciones entre madres e hijas pueden ser muy difíciles...

Es el caso de su protagonista que busca desesperadamente una reconciliación con su madre cuando la relación ha sido más bien perjudicial. Todos necesitamos una madre. Me interesa la fuerza de ese deseo. Hace unos años me quedé muy impresionada con un documental sobre mujeres que cumplen condena en la cárcel. Allí podían reunirse con sus hijos y uno de ellos aseguró a la cámara que amaba a su madre más que a Dios. Yo pensé que a aquel niño le daba igual lo que hubiera hecho su madre y eso me conmovió.

Pero si lo que ha hecho tu madre es destrozarte la vida… Creo que el deseo permanece incluso en el caso de que percibas a tu madre como algo negativo. La sigues necesitando. De hecho, el deseo aumenta con esa falta. Si tienes una madre que te ha dado todo el cariño que necesitas, posiblemente no la deseas tanto.

Hablamos de la madre, pero el padre de su novela es una figura más borrosa, dibujada a base de unos pocos rasgos  inquietantes. ¿Por qué no quiso explicarlos con más detalle? Fue algo consciente. Yo construí su personalidad en mi mente: un hombre que no pudo ser soldado y quedó dañado por ello. Creía que las aportaciones inquietantes a su personalidad debían quedar en la sombra para el lector.

¿Esa decisión podría tener que ver con la manera en la que los niños peciben la vida de los adultos? ¿Como

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"No creo en el sentimentalismo","text":"\"No creo en el sentimentalismo\u00a0porque me parece un atajo hacia una falsa visi\u00f3n del mundo\""}}un misterio difícil de resolver? Sí, Lucy va recordando y colocando las cosas en su sitio. Yo intenté que fuera una narradora fiable. Ella intenta ser tan veraz como pueda, pero no está del todo segura. Quería que esos indicios fueran como huellas dactilares.

No le voy a preguntar por el trasfondo autobiográfico de la novela, porque sé que odia eso, pero es la primera vez que una escritora aparece en una de sus novelas. ¿Se identifica? Convertirla en escritora fue una decisión difícil que acabó por imponérseme. Dudé porque precisamente no quería que se la identificara conmigo. Pero en una de las escenas, Lucy dice que a ella los libros le han aportado muchas cosas y ahí vi que no tenía otra opción.

Lucy Barton tiene una mentora, la escritora Sarah Payne, que le da consejos sobre cómo escribir. ¿Son los que usted daría a una escritora en ciernes? Sí, son los que yo daría. De lo único que no estoy segura al cien por cien es de que solo tenemos una historia que contar y que aunque la contemos de un modo distinto siempre será la misma. No creo que se ajuste en mi caso. Pero en fin, me parecía interesar hacer pensar al lector.

Lo hace usted casi en cada página. Su trabajo es como un iceberg, el libro es solo la parte visible, pero lo más interesante es lo que no se muestra directamente. Me gusta ese símil. Creo que he llegado a esa forma más bien inconscientemente, sin premeditación.

Hay otro consejo para los escritores en su libro y lo da un amigo de la protagonista: "para escribir uno debe ser implacable". ¿Lo suscribe? No lo digo yo sino el personaje, pero en fin, creo que si realmente quieres ser escritora y dedicarte a ello en cuerpo y alma tienes que emplear todas tus fuerzas. Organizar tu vida de tal manera que sea lo más importante y eso puede parecer implacable.

En ese sentido, ¿ser implacable es más difícil para una mujer? Yo creo que sí. Por una serie de razones obvias, matrimonio, hijos, siempre ha sido más difícil para una mujer. Los hombres siempre han hecho lo que han querido. Y conste que estoy generalizando,

En su caso el reconocimiento le llegó con 50 años bien cumplidos. ¿Haber llegado relativamente tarde tiene que ver con esto que estamos hablando? A los 43 años publiqué mi primera novela. Y tenía 53 cuando gané el Pulitzer y mi carrera despegó. Yo llevaba escribiendo desde que levantaba un palmo del suelo pero me llevó mucho tiempo aprender a que el tono, las frases, el ritmo de mi escritura encajaran. No sé si tuvo que ver con mi condición de mujer. A lo mejor sí, porque los hombres están más acostumbrados a que se les escuche.

¿Se podría decir que sus textos están vacunados contra el sentimentalismo?  Sencillamente, mis libros nacen de algo duro que hay en mi interior. Y no elimino de forma consciente el sentimentalismo, pero no creo en él porque me parece un atajo hacia una falsa visión del mundo. Quiero la emoción verdadera.