Un escritor, su hija y dos dramas

El novelista flamenco Peter Terrin reflexiona sobre su profesión y narra un grave percance familiar en 'Post Mortem'

Peter Terrin.

Peter Terrin. / JOSEP GARCIA

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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El escritor holandés con más éxito de ventas, Herman Koch, ha publicado recientemente una novela, ‘Querido señor M.’, cargada de sarcasmo sobre la figura del escritor y el mundo literario, enl a que plantea la pregunta de hasta qué punto puede el novelista basar su ficción en hechos reales, y cuáles son las consecuencias de ellos. Peter Terrin (Tielt, 1968), otro escritor en lengua neerlandesa, pero en su caso flamenco, con premios de prestigio pero más joven y con ventas más modestas, ha partido de elementos similares en su última novela, ‘Post mortem’ (Rayo Verde / Raig Verd). “Sí, nos conocemos, de hecho Herman es un tipo simpatiquísimo y hemos hecho alguna gira de promoción juntos, pero no somos comparables, él es el autor de ‘La cena’, el libro holandés más leído de la historia. Y mi libro -puntualiza Terrin, de visita en Barcelona- lo escribí antes que ‘Querido señor M.” Pero en este libro dividido en tres partes, como si fuera un tríptico, el capítulo central está ocupado por el relato de un hecho doloroso que afectó a Terrin, “muy poco reelaborado”: el accidente vascular que dejó a su hija de 4 años con importantes secuelas neurológicas .   

La ficción se concentra en la primera y tercera sección del libro, en las cuitas literarias y editoriales del protagonista, Emiel Stiegman. Pensar en qué dirá de él un biógrafo le da la idea para escribir una novela, un drama familiar hace que todo estalle y al final es un biógrafo el que acaba explicando por qué escribir un libro basado en una escabrosa escena juvenil llevó a Stiegman a la ruina. No, dice Terrin, eso no le ha sucedido. Aunque Stiegman es, en parte, él mismo. La curiosa sesión fotográfica a que se somete Stiegman es la misma en que se tomó la foto de Terrin en la contraportada. La presentación de su libro en que un profesor perora con aplomo pero sin rascar una, descrita de forma ácida, “no hizo falta exagerarla, solo con que la escribas tal como son estos actos ya es suficiente".

UN DRAMA FAMILIAR

“Pero como en un retablo, los paneles laterales no son los importantes, el principal es el que está en el centro”, aclara. “Está muy poco reelaborado, lo que he hecho es reescribir las notas que tomé al lado de la cama cuando la niña estaba ingresada”, confiesa. Decidió escribir sobre esa experiencia pensando en el futuro de su hija. “Como ella no se acuerda de lo que sucedió –dice Terrin-, quiero que más adelante pueda leerlo, escrito por su padre tal como fue”.

En esa parte que más le importa, un médico hace un diagnóstico erróneo que retrasa la llegada a urgencias de la niña que ha quedado inconsciente en plena fiesta infantil. ¿Venganza? “Dejémoslo en que me alegraré si no me vuelvo a encontrar con ese hombre. Es una cosa que me ha obsesionado, pero entiendo que los médicos son personas y que lo que sucedió era un percance muy raro en una niña de esta edad”, responde. Sí hay mucha más empatía en su descripción de la mayor parte del personal hospitalario.

Autoficción sobre la experiencia de un padre angustiado. Juego metaliterario sobre el trabajo del novelista. Y sin embargo, el libro funciona con los mecanismos del suspense (muy Koch la combinación también, por cierto). “Cuando escribo busco que haya por lo menos un cierto grado de intriga para el lector, no soy de aquellos escritores que menosprecia el argumento”. ¿Sería, digamos, un ‘thriller literario’? “Esa categoría ya no se puede utilizar, se ha convertido en un instrumento de márketing; pero de hecho –admite-, no he escrito más que ‘thrillers literarios’”.