CRÓNICA TEATRAL
Una tragedia 'más grande que la vida'
La ilimitada ambición de 'Caïm i Abel', de Marc Artigau, es su mejor virtud y a la vez la lleva por caminos irregulares en la Biblioteca
José Carlos Sorribes
Periodista
JOSÉ CARLOS SORRIBES
Pocas obras y dramaturgos, como 'Incendis' y su autor Wajdi Mouawad, han marcado tanto la trayectoria de una productora como La Perla 29. Porque son inequívoca inspiración, o punto de partida, de 'Caïm i Abel', una ambiciosa tragedia contemporánea que firma en la Biblioteca de Catalunya Marc Artigau, dramaturgo al alza y colaborador de Oriol Broggi, el capitán de La Perla, en los últimos tiempos.
'Caïm i Abel' entra directamente en el grupo de las obras ' Solo por ese reto ya merece el aplauso. Es tanta su altura de miras que, por momentos, corre el riesgo de caer montaña abajo. Bajo un título de inspiración bíblica, recoge las historias cruzadas de dos personajes/narradores y de sus familias, a lo largo del último cuarto de siglo, de este convulso mundo de hoy. Uno (Caïm) es originario de un pueblo en que al huerto lo llaman 'tros', o sea de las tierras de Lleida. El otro (Abel) es un joven de un país indefinido que cruza el Mediterráneo, cabe deducir que viene del norte de África, en busca de una vida mejor y, sobre todo, de la huella de un padre ausente en los últimos 17 de sus 25 años.
El 'pack 'de múltiples caras está impregnado del habitual aliento trágico y de la capacidad para el 'thriller' de Mouawad. No le faltan, además, condimentos tan dispares como un padre seguidor enfermizo del Barça en la época de Wembley-92, y fan de Julio Salinas, una víctima de la guerra civil que es el 'tonto del pueblo', un karaoke algo trasnochado o un traficante de inmigrantes sin escrúpulos. Artigau despliega, a lo largo de tres horas, una escritura dramática que está por encima de su puesta en escena. Si bien aprovecha la profundidad de la Biblioteca, es bastante irregular, con escenas y situaciones que se dilatan y otras que irrumpen de forma precipitada.
UN REPARTO QUE SE MULTIPLICA
Es en la primera parte, más costumbrista, poética y rural, cuando el puzle encaja mejor sus piezas. No falta tampoco un sano humor ante la desgracia por la muerte del padre de Caïm, un mecánico descreído y singular. Es el personaje mejor definido y al que el enorme Lluís Villanueva da un formidable vuelo. Él ejerce de estandarte de un reparto sometido también al 'más difícil todavía' porque sus seis intérpretes, como hizo Broggi en 'Incendis', se multiplican de forma notable y sin pausa en una decena de personajes.
El conjunto se resiente porque la segunda parte, la que ahonda más en el tema de la inmigración, viaja a un tono más forzado y falta verosimilitud. Artigau pone a prueba la confianza del espectador con algunas situaciones encajadas con calzador. Por ejemplo, ¿cómo sabe el hijo del padre ausente que frecuenta un karaoke si lleva casi 20 años sin tener noticias de él? Es un momento, eso sí, de agradecida comicidad para un duro relato.
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