CRÓNICA TEATRAL
Expiación en el Espai Lliure
'En veu baixa' plantea una certera reflexión, en el marco del conflicto del IRA en Irlanda del Norte, sobre la violencia y la reconciliación
José Carlos Sorribes
Periodista
JOSÉ CARLOS SORRIBES / BARCELONA
El mismo día en que Arnaldo Otegi visitaba el Parlament, el Espai Lliure estrenó 'En veu baixa', un texto de Owen McCafferty (Belfast, 1961) alrededor del conflicto de Irlanda del Norte. Hablar de montaje muy oportuno es quedarse corto. Porque el autor norirlandés aborda en su pieza del 2012, siete años después del cese de las acciones terroristas del IRA, el tema de la convivencia entre las partes después del fin de la violencia. Lo hace conduciendo al espectador hacia terrenos de reflexión, mucho más fructíferos siempre que los de las soluciones doctrinarias. Y más en asuntos tan espinosos.
Un pub de Belfast (extraordinaria escenografía de Damià Corfrén) va a ser el escenario del encuentro de dos cincuentones que se ven por primera vez a petición de uno de ellos. La tele del local ofrece un partido de una eliminatoria de la clasificación del Mundial del 2010 entre Irlanda del Norte y Polonia, la nacionalidad del inmigrante propietario del bar (Xisco Segura). Será el testigo casi mudo de un diálogo crudo, directo y sincero entre víctima y verdugo. El primero (Francesc Garrido) perdió a su padre, y a un grupo de amigos de este, después de que el segundo (Òscar Rabadan) -entonces un adolescente de 16 años- lanzara una bomba dentro del pub.
TRABAJO ENORME DE FRANCESC GARRIDO
El encuentro se convertirá en un admirable ejercicio alrededor del perdón, la verdad y la reconciliación entre dos hombres a los que les une algo imborrable: un acto terrorista perpetrado 36 años atrás. La sobria y precisa dirección de Ferran Madico deja vía libre al contraste de puntos de vista entre dos personajes a los que McCafferty no juzga con apriorismos. Solo escuchamos argumentos y explicaciones personales en un acto conjunto de expiación, más en el caso del protestante Ian. Él le recuerda al católico Jimmy, en tono de súplica, que "solo tenía 16 años” cuando lanzó la bomba. Mirar adelante será la única salida para los dos, sellada en un apretón de manos.
Del trío, Jimmy se lleva todas las miradas porque es el personaje a quien su autor otorga mayor entidad. Con él, un gran actor (y caro de ver en los escenarios) como Francesc Garrido destapa un trabajo extraordinario, de mayúscula integración con su personaje, lleno de matices, de inflexiones, de una paleta actoral con todos los colores posibles. Tantos que deja oscurecidos a sus compañeros. Rabadan pareció, por momentos, algo inseguro el día del estreno y Segura dispone de bastante menos recorrido en su rol. Y el juego de mensajes telefónicos con su mujer y su amante poco aporta a la historia, al margen de un contexto personal algo irrelevante.
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