CRÓNICA

El penúltimo fiasco de Pete Doherty

El cantante inglés protagonizó un lamentable concierto en Sidecar y ofrece esta noche otro pase sorpresa para el que ya no quedan entradas

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NANDO CRUZ / BARCELONA

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Que la carrera de Pete Doherty se mueve fuera de los márgenes que rigen la industria musical es conocido. Y digno de aplauso, pues el efecto sorpresa le sigue acompañando, mientras la gran mayoría de artistas de rock tocados por la fama pasan a comportarse como funcionarios del 'show business'. Otro asunto es que esa libertad de maniobra de la que goza el cantante de The Libertines se traduzca en movimientos llamativos o memorables. Y no.

A última hora del lunes se anunció que Pete Doherty ofrecería un concierto sorpresa en la sala Sidecar. Las entradas volaron en una hora. Por la noche, en la puerta de la sala, un cartel anunciaba un segundo concierto para el miércoles, pero también esas entradas volaron en una hora. Quince minutos después de la hora prevista de inicio del concierto, llegó Doherty, pitillo entre los dientes y mirada de 'no sé si camino o floto', rodeado de agentes de seguridad para cruzar la sala hasta el camerino. Otro cuarto de hora después llegó la guitarra. La portaba Marcel Cavallé, componente de bandas como Selenitas y Els Trons y escudero de Doherty en la ciudad.

CORTE BOHEMIA

The Libertines actúan el sábado en el festival SOS 4.8 de Murcia, pero ningún 'libertine' lo respaldó en Sidecar. Sí lo hizo Drew McConnell, el bajista de Babyshambles, además de un batería, una acordeonista y una teclista. Doherty salió con su porte estándar: mirada despistada, camiseta desaliñada, camisa abierta, americana oscura y sombrero. Alguien juró ver en su solapa un lazo con la bandera catalana. Otro recibió una cerveza del mismísimo cantante. Otro le pidió que le regalase el pañuelo de seda con el que secaba el sudor. Todos esos detalles parecían más cruciales que 'Down for the outings', 'Arcady', 'The whole world is our playground' y 'The last of the English roses', canciones que él cantaba y la banda seguía como podía.

En un rincón, varios personajes de su corte bohemia atendían al concierto con el desinterés de quien sabe que tiene línea directa e íntima con la estrella. Un repeinado dandy con el bigote de Tyrone Power en 'El cisne negro', una réplica de Chloe Sevigny, otra de Anne Liebovitz... Lo que más abundaba era espectadores locales que parecían formar parte del entorno catalán del cantante. Varios hablaban como si se hubiesen corrido alguna juerga con él en Barcelona. Cada cual tenían una anécdota sobre "su noche con Pete Doherty". Uno, el más pesado de la sala, le lanzaba frases como "Pete, on anem de festa avui?". De vez en cuando, lograba captar la atención de Doherty y exclamaba satisfecho: "M'ha tornat a mirar!".

Durante buena parte de la velada, la sensación generalizada era más la de estar viendo y fotografiando a un mono de feria, no la de asistir a un concierto con sincero interés. Tampoco Doherty hacía mucho por evitarlo. La tensión por el sinsentido del concierto, sumada a la falta de espacio y a la charlatanería de parte del público, que estaba allí solo para poder decir que estuvo allí, llevó a un espectador a proferir un hipohuracanado: "Vete a la puta calle, hostia". Se llevó una gran salva de aplausos mientras Doherty asumía que mucha más atención no se le iba a prestar. Tampoco la merecía. Hubo acoples ensordecedores, acordes mal dados, la peor versión de 'Albion' de Babyshambles imaginable... Pero, en cambio, no hubo un solo momento de magia musical que justificase tantos minutos de desconcierto.

45 MINUTOS

Tras sonarse los mocos y secarse de nuevo el sudor de la frente, Doherty regaló el pañuelo de seda al espectador que lo reclamaba. Aparte de eso, apenas 45 minutos de actuación y apenas diez canciones. Eso sí, una era inédita. El errante cantante abandonó el escenario y, mientras esperaban los bises, algunos espectadores iniciaron un debate sobre si la actuación había sido floja o directamente lamentable. Cuando se vio que no habría ni bis, uno sentenció: "Esto es una mierda. Y lleva así diez años".

"¡Tío, o sea, no puede ser!", exclamó otro espectador, el pesado, el de "Pete, on anem de festa avui?", que se había pasado los últimos diez minutos de concierto intentando demostrar que 'Flags of the old regime' empieza igual que 'Boig per tu', de Sau. Pero, o sea, el concierto se había terminado y, o sea, Pete Doherty no iba a salir del camerino hasta que la sala estuviese mínimamente despejada. O sea, fatal.

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