CRÓNICA TEATRAL
'Et planto': viaje por los volubles caminos del deseo
Clàudia Cedó brilla en el Tantarantana con su ingeniosa comedia romántica
César López Rosell
Periodista
CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA
Clàudia Cedó, autora revelación que ha recibido ya premios como el Butaca y el de la Crítica al mejor texto por ‘Tortugues’ y ha ganado el Torneig de Dramatùrgia, renueva su crédito como creadora y directora con ‘Et planto’. Esta comedia romántica, que habla del deseo y de cómo este va desapareciendo a medida que nos acercamos a lo deseado, seduce al Teatre Tantaratana donde se ha instalado después su estreno en Temporada Alta.
La joven escritora y psicóloga de Banyoles vuelve a sorprender con un lenguaje propio de escritura ágil, fresco y no exento de fantasía junto a los implicados actores de El Vol del Pollastre, grupo formado por intérpretes surgidos del Aula de Teatre de la capital del Pla de l’Estany.
La estrecha relación de Cedó con la compañía le ha permitido exprimir al máximo las posibilidades del proceso creativo jugando a fondo con improvisaciones y diálogos surgidos de la espontaneidad. Y no solo eso. Además de la dramaturgia, la producción y la sugerente música creada especialmente para el montaje son ‘made in Banyoles’. Un caso muy parecido al de las primeros producciones de Jordi Casanovas cuando impulsaba sus trabajos con su equipo de Vilafranca del Penedès.
Júlia (una hiperactiva y expresiva Anna Falgàs, también responsable del vestuario) ha decidido cortar por lo sano. Inquieta, insatisfecha y poco constante ya no quiere seguir su relación con Miquel, personaje interpretado por tres actores (Eduard Serra, Genís Casals y Arnau Nadal) que representan las diferentes voces del protagonista masculino. Él es conformista y se siente cómodo con su estilo de vida rodeado de plantas. Está tan ocupado clasificando bonsáis que no advierte ni entiende la deriva de su camaleónica pareja.
ESTILO DELIBERADAMENTE NAÍF
La trama nos remite a referentes como ‘Annie Hall’ de Woody Allen, solo que con ese estilo deliberadamente naíf que se refleja en las ilustraciones animadas que se proyectan desde ese artefacto que ella se inventa, entre otras cosas, para dibujar su ideal del hombre perfecto. Los efectos de la rutina están presentes en el relato, así como la transformación que sufre Miquel en su obsesión por recuperar a la chica que le llevan a renunciar a su propia personalidad.
La divertida peripecia, retrocediendo o adelantando el tiempo de la acción y la localización, está servida con hilarantes aunque mejorables coreografías. Toda esa espiral acabará desvelando claves de la identidad de ambos hasta concluir con la máxima de que a veces las cosas han de cambiar para que todo siga siendo igual.
Cedó agita bien la coctelera para que los excesos de una cierta sobreactuación no se le vayan de las manos. La suya es una demostración más del talento que atesora la que es una de las voces de obligado seguimiento de la nueva dramaturgia catalana.
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