CRÓNICA
La dura carga de la memoria
Ramon Simó expone en toda su acritud el drama político-humano de 'Purga'
La memoria, el pasado, siempre vuelve, y más si es una traumática carga pendiente de expiación por muchos años que hayan pasado. Así lo experimenta Aliide Truu, la protagonista de Purga, un abrupto drama político que recorre la historia de Estonia, entre 1947 y 1992, entre la época bajo el yugo de la Unión Soviética y su independencia como república báltica. El recurso de hacerlo a través de las mujeres de una familia, con trama amorosa por medio, le resultó muy efectivo a Sofi Oksanen, la autora estonio-finlandesa de un texto que primero fue obra teatral y que triunfó luego como novela.
A Ramon Simó, el director del Grec que ha adaptado y dirigido el montaje de la Sala Petita del TNC, le atrajo una historia que es reflejo de la violencia vivida en buena parte de Europa a lo largo del siglo XX. Con una efectiva ayuda del vídeo expone de forma nítida toda la crudeza de unos seres víctimas de la miseria moral del estalinismo y de la tortura. Y con una protagonista que, enamorada del marido de su hermana, no duda en traicionarla por ese amor y por su propia supervivencia.
SALTOS TEMPORALES / La irrupción en su vida, ya anciana, de la nieta de esa hermana le permitirá purgar ese viejo pecado. Es Zara, una joven prostituta víctima del tráfico de personas de la antigua URSS, que busca cobijo y también explicaciones de su pasado. Ejerce, además, de símbolo de un presente que no ofrece ilusiones.
Simó sirve Purga con nitidez y el ritmo que precisa para que el espectador se adentre en un tiempo durísimo. Los saltos temporales, entre pasado y presente, de las diferentes escenas provocan cierta confusión inicial, pero el puzle se completa poco a poco de forma efectiva. El montaje necesita un equipo actoral que transmita toda la tragedia de la historia. En ello colabora especialmente Carme Elias, imponente como la anciana Aliide, bien secundada por Maria Molins, la Aliide joven en un trabajo in crescendo. Merece nota Andrea Portella, que transmite todo el dramatismo que rodea a Zara.
Como Purga es una historia de mujeres, son ellas quienes llevan el peso. Quizá por este motivo los roles masculinos -a cargo de Jordi Martínez, Santi Ricart, Ernest Villegas y Pep Ambrós- sobresalen menos en unos personajes que llegan a pecar de ser demasiado esquemáticos.
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