Camela, vuelta a todo gas

Con siete millones de discos vendidos, aún hay quien les regatea estatus. Su público, sin embargo, ha vuelto a convertir en número uno su último trabajo, 'Más de lo que piensas'. El sábado actúan en Razzmatazz.

DE TRÍO A DÚ0. Hace dos años, Miguel Ángel Cabrera dejó a la formación, en la que permanecen Dioni Martín y Ángeles Muñoz.

DE TRÍO A DÚ0. Hace dos años, Miguel Ángel Cabrera dejó a la formación, en la que permanecen Dioni Martín y Ángeles Muñoz.

POR LUIS TROQUEL

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El tiempo les ha dado la razón. Camela ha escrito una de las páginas de oro de la historia del pop español. Y se resisten a ponerle punto final. Tras su paréntesis discográfico más largo y el abandono de su teclista, muchos les daban por finiquitados. Sin embargo, Más de lo que piensas entró directamente al número uno de la listas de ventas. Ni Dioni Martín ni Ángeles Muñoz llevan la cuenta de las muchas veces que un disco suyo ha alcanzado tan codiciado puesto. Aunque no olvidarán la primera, cuando en 1997 Corazón indomable desbancó al fenómeno Spice Girls. Hasta entonces, las clases medias y altas ni sabían de su existencia, por más que las ventas de sus trabajos anteriores ya empezaban a contarse por millones.

En la portada de Más de lo que piensas Dioni y Ángeles aparecen vestidos como si estuvieran en una película de Bollywood. Si realmente hubiesen sido un grupo hindú o magrebí, festivales como el Sónar o el Grec los habrían programado a todo boato. Han actuado decenas y decenas de veces en Illa Fantasia. Sin embargo, apenas lo han hecho en el término municipal de Barcelona. La última hace la friolera de nueve años, y antes solo lo hicieron otra vez. Por ello, su concierto el próximo sábado 21 de marzo en la sala Razzmatazz adquiere rango de raro acontecimiento. Con todos sus éxitos y las canciones de Más de lo que piensas.

 

¿Se corresponde lo que piensa la gente de Camela con lo que realmente son? «Yo creía que sí», afirma Ángeles. «Pero tras salir habitualmente en Tu cara me suena me di cuenta de que no. A partir de entonces la reacción de mucha gente era completamente distinta. Me decían: '¡No te imaginaba así!'. ¡Cómo nunca nos habían visto nada más que cantando y contestando una y otra vez a las preguntas sobre lo de las gasolineras!», añade riendo.

Es curioso. Cuando, al principio, Camela coparon todos estands de gasolineras, los medios de comunicación no les hacían el más mínimo caso. Y en cambio, luego, siempre que hablan de ellos es para referirse más a esa prehistoria que a toda su exitosa historia posterior. «Para mí es un orgullo haber empezado ahí», dice Dioni. «Años después me enteré de que, entonces, en muchas gasolineras ampliaron el número de expositores, pues uno ya se lo llenábamos nosotros. Y que las multinacionales, a raíz de ese éxito, se dieron cuenta de su importancia como punto de ventas y volvieron distribuir también allí cintas y cedés de sus artistas más consagrados».

 

Si en su época la casete tenía menos glamur que una marca blanca, hoy es emblema de retromodernidad. «Yo conservo dos cajas enteras de casetes de Junco, Tijeritas, el Parrita, Los Chavis», confiesa Dioni. Hoy Camela son un dúo, pero antes de transformarse en el mítico trío que durante tanto tiempo han sido, eran un cuarteto. De San Cristóbal de Los Ángeles, barriada madrileña de la que también salieron los Pecos. Hace dos años Miguel Ángel dejó el grupo, aunque Juampe, el guitarrista que les acompañaba desde el principio, sigue estando con ellos en todos los conciertos.

Cuando a primeros de los años 90 la prensa especializada no dejaba de hablar del indie, ellos se autoproducían. Les lanzó un sello especializado en el circuito de mercadillos con un contrato leonino y la etiqueta techno-rumba. Saltaron a una multinacional, pero aun así ni siquiera los sensacionales vídeos que rodó para Camela un entonces poco conocido Juan Antonio Bayona obtuvieron ninguna nominación en los diferentes premios promovidos por la industria musical. Y hablando de videoclips: atención al supercameo de Alaska y Mario Vaquerizo en el último, No lo merezco.